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Don Albera llega a Marsella en 1883 y se convierte en Inspector de Francia. Allí prolonga la presencia de don Bosco y es reconocido como “Le petit”
El 9 de julio de 1867 Don Bosco visitaba Mirabello. Estando allí le preguntó a Pablo: ¿Estás dispuesto a ir donde te mande como un sencillo salesiano? En 1880, Don Bosco le propuso ser provincial en Francia, a lo que Albera le escribió para cambiar su parecer. En octubre, Pablo viajó a Turín y Don Bosco le dijo: “Cómo, ¿no estás todavía en Francia? ¡Vete enseguida!”. Besó su mano y Albera se encomendó a la Virgen, regresó a Génova por sus cosas y partió.
Los salesianos en Francia
Los salesianos nacieron en Italia y Francia en tiempos anticlericales. El 29 de marzo de 1880 se decretó la clausura de 261 conventos y expulsión de más de cinco mil religiosos. Las sociedades benéficas, como los salesianos, podían ejercer sus derechos. Don Bosco, citando a San Ignacio, el 14 de septiembre de 1877, plantea la denominación laica y sus funciones: no provincial, sino inspector.
En Francia se palpaba la veneración a Don Bosco y simpatía por la obra salesiana. Don Bologna, director en Marsella, el 11 de octubre de 1881 le escribe: “Reconocemos el sacrificio que hace enviando a Don Albera a ser nuestro padre. Su experiencia, bondad y virtud nos hacen desear tenerlo entre nosotros”. En 1882 eran 43 salesianos y 16 novicios.
Las presencias salesianas se expanden rápidamente. Desde 1878 (en Marsella) surgirán en diversas ciudades. Seis orfanatos con talleres, oratorios, atención pastoral a migrantes, una escuela agrícola en 1891. Hay varias constantes: los destinatarios eran Don Albera llega a Marsella en 1883 y se convierte en Inspector de Francia. Allí prolonga la presencia de don Bosco y es reconocido como “Le petit”. jóvenes pobres y abandonados, apoyo efectivo de los patronatos, salesianos cooperadores y obispos.
A fines de agosto de 1883 llega Don Albera a Marsella, y el 4 de noviembre fue su nombramiento como inspector. Cada día suscitó mayor credibilidad y aprecio en el clero, cooperadores y patronatos. La fineza y mansedumbre en el trato, su sonrisa, amabilidad y profunda espiritualidad cautivaron el corazón de los jóvenes, la confianza y afecto de Salesianos e Hijas de María Auxiliadora.
Don Bosco presente
El cariño de Don Bosco por Albera era notorio, que le manifestó en cartas y varias visitas para apoyarlo en la misión, animar salesianos y jóvenes, dar conferencias y buscar ayudas económicas. En 1884, Don Bosco estaba achacoso y enfermo. El doctor le dijo: “Su organismo es como un traje gastado por el uso diario, el único remedio es el descanso”.
En enero de 1888, Don Bosco se encontraba grave y Don Albera llegó a Turín. No supo si quedarse o retornar, pero Don Bosco lo ayudó a decidirse, “cumple con tu deber yéndote. ¡Dios te acompañe! Rezaré por ti. Te bendigo de todo corazón”. A los pocos días, Albera recibió un telegrama avisando del pronto deceso de Don Bosco, pero en ese momento ya había fallecido.
Le petit Don Bosco
En Don Albera se prolongó la presencia de Don Bosco en Francia. “Le petit”, así lo llamaron. Un exalumno de San León en Marsella lo testimonia: “Su porte modesto y humilde, su constante sonrisa, su manera amable de tratarnos, daban ánimo. No había recreo que no estuviera entre nosotros; venía a visitarnos en el comedor y la capilla. Hablaba poco, pero su presencia bastaba para hacerse respetar. Sus palabras estimulaban a la piedad y a la virtud”.
Por P. Manolo Pérez, SDB, CSFPA