La historia del desarrollo del carisma salesiano en Chile está llena de hechos sorprendentes y poco conocidos. Tras la fundación de la primera obra en 1887 (tema de la edición anterior del boletín salesiano), la expansión por el territorio se dio de forma rápida. Antes de comenzar el Siglo XX ya se contaban con diez obras de misión en los más variados lugares del país y, como es lógico, comenzarán a gestarse las primeras vocaciones chilenas.
Monseñor José Fagnano, Provincial en Chile en aquella época, se preocupa por fundar el seminario salesiano en Macul para los primeros cinco novicios y ocho aspirantes con los que se contaba en 1894, siete años después del hito fundacional. Aunque parezca contradictorio a los hechos anteriormente narrados, ya antes de esta fecha existía una vocación salesiana chilena en curso, la primera del continente americano; un compatriota nuestro formaba parte de la congregación, un hombre que, antes de hacerse salesiano, se formó como sacerdote diocesano de Santiago; sirvió como capellán en la Guerra del Pacífico; fue Vicario Apostólico de Tarapacá y, en su discernimiento a la vida religiosa, se entrevistó personalmente con Don Bosco en Turín ¿Quién fue este personaje? Nos referimos a Camilo Ortúzar Montt.
Camilo Ortúzar Montt nace en Santiago, un 15 de julio de 1848. Sus padres fueron José Ortúzar Formas y Carolina Montt Luco. Realizó sus primeros estudios en el colegio San Ignacio de la Compañía de Jesús y en 1860 ingresa al Seminario Conciliar de Santiago para terminar sus humanidades y prepararse para el Sacerdocio.
El 21 de diciembre de 1872 es ordenado sacerdote. Monseñor Rafael Valentín Valdivieso, lo confirma prefecto de piedad en el seminario San Rafael de Valparaíso, que en esos años formaba parte de la Arquidiócesis de Santiago.
Estando en Valparaíso estalla la Guerra del Pacífico y se ofrece como capellán para acompañar a los soldados en las batallas. El 2 de junio de 1872 es designado capellán naval del Blindado Cochrane.
Durante tres años estuvo en la escuadra nacional. El episodio más gravitante que le tocó atestiguar fue el combate naval de Angamos, acaecido un 8 de octubre de 1879, en el que la escuadra chilena logra capturar el Monitor Huáscar de la escuadra peruana, y en donde da su vida, heroicamente, el gran almirante Miguel Grau, conocido como el Señor de los Mares.
Deja su servicio de capellán para asumir otro desafío que lo lleva nuevamente a un cambio radical. Los territorios de Bolivia y Perú anexados a Chile durante la guerra, debieron ser reorganizados por el gobierno chileno. Como la Iglesia y el estado en esos años estaban unidos, el gobierno pide a la Santa Sede que cree una estructura administrativa en esos territorios ocupados, lo que da origen a los Vicariatos Apostólicos de Tarapacá y de Antofagasta. Es nombrado, entonces, Vicario Apostólico de Tarapacá, con sede en la ciudad de Iquique, el 6 de abril de 1882, a la edad de 34 años.
El Vicariato abarcaba un extenso territorio en pleno desierto del norte grande. Tenía una población estimada en 50 mil habitantes repartidos en las parroquias de Iquique, Pisagua, La Noria, Tarapacá, Pica, Camiña y Huantajaya. No le fue fácil al joven sacerdote reorganizar el territorio y atenderlo pastoralmente debido al desconocimiento del lugar y a la escases de personal eclesiástico y consagrado. Sin embargo, fue un gran trabajador del Reino de Dios y realizó un arduo trabajo, realizando extensos viajes. Construyó la actual Catedral de Iquique y realizó más de 30 escritos pastorales. Logró conseguir que le enviaran a más sacerdotes e, incluso, escribió a un agregado de la iglesia chilena en Roma para conseguir que los salesianos llegaran a Iquique.
Pan, trabajo y paraíso
Su labor fue tan bien evaluada que había sido propuesto para ocupar el obispado de Concepción que se encontraba con sede vacante en ese momento, sin embargo, entendía que Dios no lo quería en esos caminos. Toma otra decisión que cambiará nuevamente su vida: comenzó el discernimiento para la vida religiosa, por eso renuncia al Vicariato, el 26 de mayo 1887. Una vez que comunica esta intención a sus superiores, viaja a Francia para ver a su madre y contarle su decisión vocacional.
Después de un largo viaje llega a París. En el diálogo, ella le recomienda que no tome una decisión sin antes consultar a un sacerdote con fama de santidad que vivía en Turín llamado Juan Bosco.
Logra llegar a Valdocco y consigue la entrevista; tenía 39 años de edad.
Las memorias biográficas de nuestro Padre Fundador narran que Camilo, al contarle su intención de entrar en la Compañía de Jesús, Don Bosco le responde, “¿Y por qué no se hace salesiano? “Jamás había pensado en esa posibilidad”, respondió Camilo. “¿Usted quiere trabajar, verdad? Bien, aquí encontrará pan, trabajo y paraíso”.
El presbítero chileno, que no había dado mayor trascendencia al ofrecimiento de Don Bosco, volvía, de cuando en cuando, sobre el asunto de su ingreso a los jesuitas, a lo que Don Bosco respondía suavemente con la misma cantilena: “Pan, trabajo y paraíso; son las tres cosas que yo puedo ofrecerle en nombre del Señor”.
Después de unos momentos de reflexión, Camilo respondió decididamente: “¡Acepto!”. Entonces el santo añadió: “Don Bosco se irá pronto, pero aquí está don Rua en mi puesto; él se encargará de darle el pan; trabajo ciertamente no le va a faltar; Don Bosco espera irse al cielo para darle, de parte de Dios, el Paraíso”.
Camilo entra al noviciado salesiano en Valsalice, el 21 de octubre de 1887. Realiza su profesión perpetua el 8 de diciembre de 1888. En la congregación realizó varios trabajos. A los pocos meses terminado el noviciado, se le confió la cátedra de castellano para los misioneros que, año a año, partían a América; clases de Teología y Moral a los estudiantes de Teología de la congregación, la dirección y redacción del Boletín Salesiano en español; el cuidado del salesiano príncipe Augusto Czartoryski y de otro sacerdote salesiano enfermo, P. Andrés Beltrami, ambos con fama de santidad.
Llevaba un activo trabajo hasta que su salud comenzó a quebrarse, razón por la cual fue llevado a la ciudad de Niza, en Francia, para reponerse. Sin embargo, cae gravemente enfermo y fallece en ese lugar el 8 de enero de 1895, a la edad de 46 años.
Cuando tuve la oportunidad de dialogar con el P. Fernando Perazza, que dedicó gran parte de su vida a estudiar a Don Bosco y la espiritualidad salesiana, llegamos a tocar el tema de Camilo Ortúzar. Inmediatamente me dijo que conocía perfectamente la interesante historia de este salesiano, porque no solo sería el primer salesiano chileno, sino que también, el primer “salesiano americano”. Quedé muy impactado de esta información, pues, si bien, los primeros salesianos llegaron a Argentina, Uruguay y Brasil, el primero de los nacidos en América en ser un hijo de Don Bosco fue un chileno, Camilo Ortuzar, hecho que ocurrió curiosamente hace 130 años, lo que lo convierte en otro motivo más para dar gracias a Dios por este centésimo trigésimo aniversario de la misión salesiana en este rincón al fin del mundo.
Por P. Sebastián Muñoz, sdb.