El Fútbol tuvo nuevamente a nuestro país en primera línea mediática gracias a la reciente participación de nuestra selección en la copa que reunió a los campeones de las seis federaciones que integran la FIFA. Disputamos la final ante la selección ganadora del último campeonato mundial: Alemania. Perdimos por apenas un tanto que resultó, más bien, de un infortunio, que del despliegue o supremacía del cuadro germano.
Por primera vez en la historia disputamos este torneo que antes veíamos como espectadores lejanos, logrando una participación que fue destacada por la prensa en razón de la entrega y espíritu de lucha incansable de nuestros jugadores.
Vale la pena recordar cómo es que nuestra selección se ha posicionado de esta manera en el deporte rey, cómo es que se ha convertido en una escuadra cada vez más respetada y que obliga a potencias mundiales como Alemania a aguantar una ventaja inmerecida colgando en el travesaño del propio arco a 9 de los 11 jugadores.
Llegamos a la Copa Confederaciones Rusia 2017 gracias a la Copa América obtenida en 2015, en Chile. Por favor, trasladen sus recuerdos al sábado 4 de julio de ese año. Estadio Nacional repleto hasta las banderas. Disputamos la final contra Argentina. Partido reñido. Messi contra la manada de lobos. Penales.
Matías Fernández caminó concentrado para patear el primero. Frente a frente con Sergio Romero, arquero de Argentina, ejecutó un balazo inatajable. La responsabilidad pasó a los pies de Messi, quien anotó la igualdad ante Bravo, compañero de equipo en el Barcelona por ese entonces.
Vidal tomó el balón y lo besó como quien besa a su primera chica. Estaba nervioso. Romero bailaba de poste a poste intentando descifrar el remate. El tiro fue débil y a media altura, ideal para el arquero que se lanzó en la dirección correcta, pero sin la convicción necesaria. Gol de Vidal, gol de Chile. Higuaín asumió la presión de igualar el marcador. Su cara era un puzle indescifrable. Bravo se lanzó hacia su izquierda mientras veía como el balón se iba por sobre el travesaño haciéndole un guiño. Chile 2, Argentina 1.
Aránguiz no lo pensó dos veces. Colocó la pelota en el punto penal, sabía dónde patear. Estaba en foco. Inició su carrera y, de repente, había sido gol. Fue una flecha roja que se clavó en el arco. Era el turno para Banega. Nunca miró al arquero, siempre al árbitro; avanzó con trote canchero y su disparo fue un dulce para Bravo que atajó a media altura. Chile 3, Argentina seguía en 1. Solo un penal más.
Llegó el momento para el jugador más inteligente de Chile: Alexis Sánchez. Siempre quiso ese escenario, ese rival, aquel estadio; y, ahora, todo estaba en su mágica pierna derecha. La creatividad o locura se apoderó de él y pinchó la pelota. ¡¡Bendito enano!!
¿Lo recuerdan? Fue un partido dramático que se inició de día y término de noche. Soltamos un grito eterno para gritar campeones. Luego, se jugó la Copa Centenario y también se ganó, pero esa es otra historia, para otra ocasión.
Aquella fantástica definición luchada en Santiago permitió que Chile disputara un torneo alucinante, repleto de multiculturalidad, negocios, tecnología y goles. La Copa Confederaciones siempre fue un torneo lejano, una competición que solo disputaban las grandes selecciones. Antes nos conformábamos con llenar álbumes, alucinábamos viendo los partidos por televisión e intentábamos aprendernos los nombres de los cracks. Ahora, soñamos con levantar la copa porque esta hermosa generación nos enseñó a siempre ir por más.
Sistema de Video Arbitraje (VAR)
Esta versión de La Copa Confederaciones incorporó un nuevo elemento al Fútbol, la tecnología. El mensaje que intentó entregar la FIFA es que este recurso persigue la justicia en las decisiones arbitrales, evitando los errores y a los tramposos. Hasta ahí estamos de acuerdo. Sin embargo, esta práctica tiene errores de procedimiento; no se puede permitir que una decisión analizada por siete árbitros demore dos o tres minutos. Se pierde la dinámica y rapidez del juego.
¿Están matando la esencia del fútbol? No, porque lo central del deporte no está en los errores humanos, sino en la habilidad de los jugadores: tirar un caño, hacer una bicicleta en velocidad, pasarse al arquero y definir cruzado. Toda voluntad que busque la justicia reglamentaria se debe recibir con los brazos abiertos. Ojalá que los procedimientos se agilicen a favor del juego.
El capricho de un rey
Con el propósito de penetrar en el mundo de occidente, el excéntrico Rey Fahd de Arabia Saudí tenía entre manos una loca idea: organizar y ganar un torneo en el que se enfrentaran los triunfadores de diferentes campeonatos internacionales. Por supuesto que a la FIFA no le gustó la idea, y el cuestionado João Havelange, presidente desde 1974 hasta 1998, amenazó a las selecciones que participasen.
La organización avanzaba rápidamente constituyendo una amenaza para los dueños del Fútbol, así que de inmediato quisieron detener la maquinaria. Lejos de preocuparse por el castigo, el Rey dio rienda suelta a su iniciativa. Al torneo asistieron Argentina, como el campeón de la Copa América; Estados Unidos, por ganar la Copa de Oro; Costa de Marfil, por alzarse con la Copa Africana y Arabia Saudí como organizador.
En la final se enfrentaron el local versus la albiceleste, que era liderada por el entrenador Alfio Basile. En el terreno de juego se movían al ritmo de Leo Rodríguez, que más tarde llegaría al equipo de la Universidad de Chile. Unas 75 mil personas en las tribunas conocieron la fortaleza de Simeone, la elegancia de Redondo y la contundencia de Batistuta; fue un 3 a 1 contundente para los trasandinos. Pero en el Mundial de 1994, la suerte fue esquiva con los trasandinos: a Maradona le cortaron las piernas y quedaron eliminados en cuartos de final por Rumania.
Las amenazas de João Havelange no tuvieron efecto, al contrario, la visionaria idea del Rey fue un impulso para que la FIFA organizara lo que hoy conocemos como Copa Confederaciones. Fue una vitrina muy importante para masificar el Fútbol, pero también para aumentar los ingresos y la maquinaria económica que conlleva este deporte.
Por Marco Vera, Periodista