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América vive altos niveles de trabajo infantil, lo que nos motiva a trabajar en prevenir, educar y promover su dignidad a través del continente.
En América, 8,3 millones de niñas, niños y adolescentes de entre cinco y 17 años se encuentran en situación de trabajo infantil. De este total, casi el 70% realiza labores peligrosas que atentan su seguridad y, por lo tanto, su dignidad.
Hablar de este fenómeno implica comprender que aquellas actividades laborales privan a los jóvenes de su potencial y son perjudiciales para su desarrollo físico y psicológico.
El principal sector productivo donde se evidencian niñas y niños trabajando, y que representa a más de la mitad de esta población, es la agricultura, uno de los entornos más peligrosos, debido a la exposición de elementos externos y sustancias químicas tóxicas.
Otras actividades que frecuentan son la minería, pesca, comercio informal, atención en hotelería y transporte, ventas ambulantes, servicio doméstico y trabajo callejero, como limpiaparabrisas, lustrabotas y cuidado de autos.
De quienes realizan trabajos domésticos, el 67% son niñas, y en la mayoría de los casos, bajo situaciones peligrosas. Además, niños de sectores rurales empiezan a trabajar entre los cinco y los siete años.
Las circunstancias que provocan el trabajo infantil son diversas: pobreza, normas sociales que lo toleran, falta de oportunidades laborales para los adultos, migración y emergencias sociales y sanitarias, como la pandemia del Covid-19.
En países como Haití, por ejemplo, los niveles de pobreza extrema incitan a que los niños ejerzan cualquier tipo de función para poder sobrevivir.
Sin embargo, la problemática no termina allí. El trabajo infantil es la puerta a condiciones mucho más peligrosas: nueve de cada 10 niñas y niños se exponen a situaciones de maltrato, separación de sus familias, enfermedades, abandono, tráfico de personas y prostitución.
Otro de los daños colaterales del trabajo infantil es que tienen más probabilidad de sufrir fracaso escolar, debido a los altos niveles de cansancio, falta de asistencia regular a los centros educativos y dificultad en el manejo del tiempo para cumplir con las tareas.
Labor de las obras sociales salesianas
Frente a esta realidad, los salesianos, a través de las obras sociales, atendemos diariamente a más de 7.950 niñas, niños y adolescentes en situación de trabajo infantil de manera preventiva y de contención, principalmente en países donde aún se presentan preocupantes índices.
En México, Haití, República Dominicana, Colombia, Ecuador, Venezuela y Bolivia contamos con programas de acogida, atención al rezago escolar, actividades de buen uso del tiempo libre, acompañamiento psicológico y reinserción social para las niñas, niños y adolescentes que trabajan o están en riesgo de estarlo, con la finalidad de restituir, exigir y garantizar sus derechos, además de brindarles oportunidades de una vida digna.
¡Podemos erradicar el trabajo infantil!
La Organización de las Naciones Unidas declaró 2021 el año para eliminar el trabajo infantil. Existen una serie de acciones que podemos realizar en conjunto como sociedad, obras sociales e instituciones gubernamentales, para reducir los índices de niñez trabajadora, entre las que destacamos:
Garantizar una educación inclusiva, equitativa, de calidad y gratuita.
Monitorear proactivamente los sectores con alto riesgo de presencia de niñas y niños trabajando.
Asegurar la restitución de sus derechos y adecuada reinserción social.
Mayor eficacia en políticas públicas, con planes de acción enfocados en la prevención.
Ofrecer empleo de calidad a adultos responsables del cuidado y protección de las niñas y niños.
Es responsabilidad de toda la comunidad ciudadana y eclesial que la infancia y juventud goce de una vida digna y justa. Don Bosco partió con este propósito, hace más de 200 años, y es él quien nos exhorta a continuar su legado, para que, en un futuro, podamos tener una América sin trabajo infantil.
Por América Social Salesiana