Tras un anuncio realizado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) se ha abierto el debate sobre la efectividad y riesgos para la salud por el uso de edulcorantes en nuestra dieta.
La historia sugiere, pese a que no hay certeza, que el té llegó a Chile durante el siglo XVIII, gracias a un marinero inglés que lo popularizó entre los vecinos de Valparaíso, ciudad que vivía un fuerte auge de la cultura británica.
La bebida permeó en nuestra identidad al punto que, dos siglos más tarde, el país destaca como uno de los que poseen mayor consumo a nivel mundial, alcanzando un promedio anual de 1,2 kilos per cápita. Según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación, esta cifra nos sitúa en la cima de América Latina, siendo el único país de la región que lo prefiere por sobre el café.
En promedio, cada chileno disfruta de aproximadamente 427 tazas de té al año y, pese a que el café se mantiene lejos de esta cifra, de acuerdo a un informe de Euromonitor, su consumo aumentó 175% en los últimos ocho años.
La preferencia por las bebidas calientes, sobre todo en épocas frías del año, sumado a la creciente variedad de oferta en el mercado, nos lleva a una importante pregunta: ¿Cómo y cuánto los endulzamos?
Un nuevo debate
Los diferentes medios de comunicación difundieron hace unos meses la noticia de que la Organización Mundial de la Salud (OMS) había realizado cambios en las directrices sobre el uso de endulzantes sin azúcar, enfatizando en la frase “no recomendar su consumo”.
Las diversas alarmas se activaron puesto que para evitar el uso de azúcar en sus bebidas, muchos utilizan endulzantes, ya sea líquidos, en polvo o pastillas, como una opción más “saludable”.
Las dudas se volvieron evidentes, ya que se han transformado en infaltables de la mesa popular chilena, principalmente durante “la once”. ¿Qué le ponemos al té y al café?
Las redes sociales y medios, conscientes del impacto que esto genera en nuestra cultura alimentaria, comenzaron a hacer eco de diferentes estrategias y alternativas para endulzar, rebuscando entre productos según sus costos, valores nutricionales, origen natural y accesibilidad en el mercado.
Lo cierto es que la recomendación de evitar el consumo de endulzantes se desperfiló. No se trata de una prohibición absoluta en todas las situaciones. Más bien, se enfoca en desaconsejar su uso como estrategia para bajar de peso, ya que se ha comprobado que no tiene un efecto directo en esta materia, y no hace alusión a quienes padecen diabetes o personas con enfermedades a las que se les recomienda el uso de endulzantes.
En el caso puntual de la sacarina y sucralosa, existe evidencia científica que relaciona su consumo con algunas enfermedades, principalmente cardiovasculares, pero en ningún caso implica un retorno al uso habitual de azúcar refinada, ya que sus implicancias negativas a la salud son ampliamente conocidas, principalmente por ser un producto demasiado industrial y procesado.
En cuanto al mensaje de la OMS, la directriz es que la elección de los sabores en nuestra alimentación considere opciones que se alejen de azúcares refinados, incluida la miel y endulzantes artificiales. La propuesta es que nos acostumbremos a apreciar y disfrutar de los sabores naturales que nos brinda cada comida.
Cambio de hábitos
En la mayoría de los grandes países productores de té, como China y Taiwán, la bebida ocupa un rol tradicional e incluso ceremonial, donde el azúcar o el endulzante jamás acompaña el sabor natural de la infusión de la planta.
Recién entre el siglo XVII y XVIII, y tras miles de años de producción y consumo en Oriente, los británicos asimilan la “cultura del té”, agregándole leche y azúcar al famoso brebaje de Asia. Así se popularizó en Occidente.
Es fundamental comprender que el objetivo principal del mensaje de la OMS es promover una alimentación equilibrada y saludable, donde en lugar de depender de edulcorantes artificiales, podamos buscar alternativas naturales para satisfacer nuestro paladar y reducir la ingesta de azúcares añadidos.
Uno de los principales problemas del uso de endulzantes es que han aumentado el umbral de dulzura en los últimos años, lo que se traduce en que cada vez tengamos que añadirle más gotitas a la taza de té o café para sentir que está “realmente buena”.
Independiente de si se está utilizando un producto orgánico, procesado, bajo en calorías o natural, la constante adición de ingredientes y saborizantes a nuestra dieta hace que los alimentos saludables pierdan el beneficio que otorgan a nuestro cuerpo al entrar en contacto con muchos otros.
Al adoptar hábitos alimentarios conscientes y centrados en sabores auténticos, estamos apostando por nuestro bienestar y cuidado personal. La elección de alimentos nutritivos y la reducción del consumo de endulzantes nos permite mantener un equilibrio adecuado en nuestra dieta y promover una vida saludable de modo general.
Por José Miguel Estay, periodista