Me complace compartir con ustedes los ecos de muchas cosas increíbles que tengo la fortuna de vivir. Dos semanas atrás me encontraba en Tailandia animando las presencias salesianas en esa bella parte del mundo. Uno de los objetivos de la visita fue conocer una pequeña y hermosa presencia ubicada en un lugar de dolor, y hoy de vida.
El 26 de diciembre de 2004 un terrible tsunami arrasó gran parte de Indonesia, regiones e islas limítrofes, llegando al sur de Tailandia. En Khao Lak, un pequeño pueblo de pescadores y turismo, los muertos y desaparecidos llegaron a casi 8.000 personas. Una verdadera tragedia.
En aquel momento, mi predecesor en el servicio a la congregación pidió al provincial de aquella Inspectoría Salesiana ponerse de inmediato en movimiento para acoger en una nueva presencia salesiana (ya que no estábamos allí hasta ese momento) a los huérfanos víctimas del tsunami.
Así se hizo y, en muy poco tiempo, cerca de 120 muchachos y muchachas tenían una casa y familia grande que los acogía, daba seguridad y, aún dentro de su dolor, brindaba una oportunidad para mirar la vida con esperanza. Así pasaron los años y aquellos chicos y chicas crecieron, pudieron formarse y hoy son adultos con sus vidas bien encaminadas. Toda una bendición, aun en medio de la tragedia.
Dieciocho años después, ya no hay, por fortuna, huérfanos de aquel tsunami en Khao Lak. Se preguntarán ¿en qué ha derivado esa presencia salesiana? Eso es lo que yo pude ver con mis propios ojos.
Al llegar nos esperaban 42 niños, niñas y adolescentes entre los seis y los 15 años que viven una preciosa vida de amistad y familia. Están organizados en cinco casitas preciosas, hexagonales, en las que tienen cocina, lugar para lavar su ropa, aseos y duchas, sala de estudio, comedor y un pequeño dormitorio.
El lugar es paradisíaco, como toda aquella región. La vegetación exuberante y frondosa. He de reconocer que el calor también es fuerte. Detrás de las casas hay una pequeña montaña. Un poco más lejos, en la costa, el bellísimo mar. Y muy cerca de la casa salesiana está la escuela pública que frecuentan nuestros muchachos y muchachas.
¿Quiénes son estos chicos y chicas? Pues, como dije, ya no tienen nada que ver con el tsunami del mar, pero sí con el de la vida, pobreza y fragmentaciones familiares. Por lo general, no tienen padres, a lo mucho, la protección de un tío o familiar lejano.
La casa salesiana es esa oportunidad que transforma vidas, que lleva a cabo verdaderos ‘milagros’. Sí, reitero la palabra: verdaderos ‘milagros’. No se asusten por ello. Puedo asegurarles que me conmovió saber que las jovencitas que allí están tienen la oportunidad de prepararse felizmente para la vida, sentirse cuidadas y protegidas, de formarse y estudiar, a veces hasta los más altos niveles.
¿Por qué digo que es un milagro? Porque sin esta oportunidad, a esas preadolescentes de 13 años podría esperarles caer en una red de prostitución o de explotación de menores, o bien ser obligadas a tener un marido muy mayor o anciano. Me decía a mí mismo: “Solo por esto merece la pena el hermoso ideal del carisma de Don Bosco, que se sigue encarnando y haciendo realidad hoy, 165 años después”.
Podrían pensar que allí tenemos una comunidad salesiana, pero no es así. Las presencias en Tailandia y los frentes que atender son tantos, tan diversos y grandes, que no conseguimos llegar a todos como comunidades salesianas, pero sí como presencias con educadores y educadoras salesianas de todo tipo.
En concreto, en la ‘Casa Don Bosco de la Esperanza’ son dos laicas consagradas quienes están al frente de la presencia educativa y quienes hacen de mamás las 24 horas del día. Es también un matrimonio de salesianos cooperadores quienes se encargan de la intendencia, compras y lo que se necesite. Y hay una señora, una auténtica mamá Margarita, que cocina y acompaña todos los procesos de preparación de las comidas. La provincia salesiana asegura que no les falte lo necesario. Es otra presencia más y se vela por ella con el mismo cariño.
La creatividad salesiana hace que esos muchachos y adolescentes hagan manualidades de gran calidad, que después venden y sirven para conseguir fondos para la casa. Incluso, la Inspectoría Salesiana está preparando un puesto de venta de todo lo que elaboran, para que puedan tener visibilidad al público, especialmente entre turistas.
Mi corazón se llenó de gozo al escuchar que un 12% de estos muchachos y muchachas de Don Bosco llega a la universidad. Un 15% realiza estudios técnicos en nuestras escuelas de formación profesional y más de un 50% termina la enseñanza del colegio público.
Viví no solo un hermoso sueño, sino una realidad que me llegó muy al corazón. Esta es otra de esas noticias que existen, se desarrollan en silencio, pero que hacen más bonito el mundo. Por eso el dolor del tsunami hoy deja paso a la bella esperanza. Sigamos creyendo que también hay cosas buenas en este, nuestro mundo. Mis mejores deseos para ustedes.
P. Ángel Fernández Artime, Rector Mayor de los Salesianos.