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Integrantes de la Familia Salesiana de nuestro país nos demuestran con sus testimonios que la amorevolezza es posible, haciendo eco del mensaje anual del Rector Mayor para el próximo año: “Hacer todo por amor, nada a la fuerza”
Nos encontramos cerca del último trimestre del 2021, momento en que observamos los éxitos y fracasos vividos durante el año y que nos invita también a proyectar con anhelo la mirada hacia el futuro.
En 2022 celebraremos el IV Centenario del aniversario de la muerte de San Francisco de Sales, que se convirtió en fuente del espíritu de Don Bosco. El Rector Mayor con su mensaje anual para el próximo año (Aguinaldo) nos invita a reconocernos y encontrarnos en la espiritualidad de este santo a través de «Hacer todo por amor, nada a la fuerza».
En su presentación en julio pasado, el P. Ángel Fernández escribe: “La dulzura del corazón hacia el prójimo, aunque sea antipático o tenga un carácter poco agradable, es un reflejo de la confianza del corazón humano, siempre abierto a la acción de Dios y destinado a la plenitud de la vida”.
Confirmando que hemos sido creados para amar, independientemente de la vocación a la que hemos sido llamados. Haciendo carne las palabras de Don Bosco. “La dulzura en el hablar, en el obrar y en reprender lo gana todo y a todos”.
Revolucionar el mundo con ternura
El Papa Francisco, a través de una charla TED en 2017, invitó a millones de personas a emprender la “revolución de la ternura”, convirtiendo el verbo amar en acción.
El Santo Padre destaca que “la ternura es el amor que se hace cercano y concreto. Es un movimiento que parte del corazón y llega a los ojos, a los oídos, a las manos”.
E insiste: “La ternura es usar los ojos para ver al otro, usar los oídos para escucharlo. Sí, la ternura es el camino que han recorrido los hombres y las mujeres más valientes y fuertes. La ternura no es debilidad, es fortaleza. Es el camino de la solidaridad, el camino de la humildad”.
Para el Santo Padre no son suficientes las buenas intenciones y las fórmulas usuales, que a menudo solo sirven para apaciguar las conciencias. Y dice: “Ayudémonos juntos a recordar que los otros no son estadísticas o números: el otro tiene un rostro, el «tú» es siempre un rostro concreto, un hermano al que prestar atención”
Además, exhorta a los líderes mundiales: “Permítanme decirlo claramente: cuanto más poderoso eres, cuanto más repercuten tus acciones en la gente, más estás llamado a ser humilde. Porque, de lo contrario, el poder te arruina y tú arruinarás a los demás”.
Pero también hace un llamado a todos los seres humanos: “El futuro de la humanidad no está solamente en manos de los políticos, de los grandes líderes, de las grandes empresas. Sí, su responsabilidad es enorme. Pero el futuro está, sobre todo, en manos de las personas que reconocen al otro como un «tú» y a ellos mismos como parte de un «nosotros».
Y concluye: “Nos necesitamos unos a otros. Y por eso, por favor, acuérdense también de mí con ternura, para que lleve a cabo la tarea que me ha sido confiada para el bien de los otros, de todos, de todos ustedes, de todos nosotros. Gracias”. Millones de personas en el mundo llevan adelante la revolución de la ternura de la que habla el Papa Francisco. Una revolución llena de trabajo, mansedumbre, servicio y amor. Porque en un mundo en el que reinan el odio y la división, el acto más revolucionario es amar.
En nuestro país, una joven asesora del MJS, una madre de EME, una Hija de María Auxiliadora y un matrimonio salesiano cooperador nos demuestran que hacer todo con dulzura de corazón es posible, solo debemos dejar que el Espíritu de Dios actúe en nuestro corazón.
Oportunidad y desafío
Con 13 años participando en actividades pastorales junto a Salesianos e Hijas de María Auxiliadora, Carolina Rivera, de 26 años, ha pasado la mitad de su vida dedicada a cultivar el amor de Dios en jóvenes.
Durante la primera mitad de 2021 se desempeñó como encargada de comunicaciones de la Comisión Inspectorial para la Animación Misionera Salesiana, asesora de la Comunidad Misionera Colegio María Auxiliadora Valparaíso “Invite a Caminnare”, secretaria Pastoral Colegio María Auxiliadora y actualmente es coordinadora de Pastoral Duoc UC Sede Melipilla.
En una época que demanda preocupación por el prójimo, Carolina sostiene que, pese al desafío que implica aprender sobre nuevas tecnologías, desarrollar las actividades de la Pastoral Juvenil de forma digital “también ha sido descubrir al otro desde la intimidad, ya que siempre fue en espacios abiertos, no habíamos tenido una experiencia para mirar y reconocer al otro, ahora se puede ver su espacio vital”.
“Siempre pensamos que la misión era salir, pero a través de la Jornada de Espiritualidad Salesiana (JES), que fue una actividad nacional, me di cuenta de que esto ayudó a descentralizar y conocer la realidad de alguien que estaba al extremo del país, que ahora nos podía contar su experiencia con Cristo y pastoral”, complementa.
Sobre los aprendizajes de este tiempo, comenta que “este contexto online y pandémico nos enseñó que los jóvenes nos necesitan, piden que el asesor esté, que no se quede todo en Santiago, que lleguemos a ellos, solicitan formación y encontrarse con el Señor”.
Para Carolina, este proceso digital permitió visibilizar aspectos que antes no se contemplaban: “Uno de los aprendizajes y mensajes importantes fue comunicarnos con otros que no habíamos podido escuchar ni ver en la vida”
¿Qué necesitan los jóvenes hoy?
Para Carolina, el desafío está en buscar cómo evangelizar, ya que si bien la tecnología abrió oportunidades, también generó dificultades: “La pandemia nos mostró que ellos estaban allí y nos hizo preguntarnos qué necesitan los jóvenes hoy… Ellos están en la red y nosotros necesitábamos ser evangelizadores en ese espacio”.
Los jóvenes se mueven en distintos entornos digitales, hasta donde llegan monitores y asesores para demostrar el afecto que tienen por los otros. De esta forma, se mantiene el ambiente cercano y cariñoso característico de la Pastoral Juvenil.
Los momentos se han revalorizado para ser eficaces en pro de las necesidades de la comunidad: “Se volvió básico preguntar cómo estás. Hay espacios que se necesitan y hay que dar tiempo para que hablen, jueguen y puedan hacer cualquier cosa… El amor es creativo”.
Estas acciones de preocupación son precisamente las que hacen destacar la actividad: “A través de la creatividad manifestamos amor a los jóvenes, porque se nota cuando hay preocupación o se buscan formas de llegar a ellos. Se dan cuenta y lo agradecen mucho… Ellos están todo el tiempo estudiando ahí en los computadores, en clases, entonces, es importante que se den cuenta de que uno quiere construir algo entretenido”.
Carolina señala que la expresión de amor hacia los jóvenes es fundamental, ya que “ellos sí lo sienten y dicen ‘mi asesor estaba preocupado por mí y por hacer algo que me llama la atención, las instancias de juego o incluso oración comunitaria’… Lo que creen que es una forma de llegar a ellos lo agradecen”.
“Esta era digital es para que ellos sean totalmente protagonistas. Que se sienta que es nuestro lugar teológico, donde nos encontramos, donde Dios nos habla; que sea, literal, el lugar de enseñanza para nosotros”, finaliza.
Madre hay una sola
Cintia Álvarez tiene tres hijos, Alejandro (28), Marcelo (23) y Matías (16). Se convirtió en madre a los 19 años y actualmente participa en Encuentro de Mamás en el Espíritu de Salesianos Copiapó (EME). Para ella, la maternidad significa “mucha responsabilidad y entrega que van acompañadas de amor, cariño y ternura”.
Las enseñanzas más importantes que les quiere transmitir a sus hijos son su visión de la vida y el buen trato con los demás. “A través de un testimonio de vida de madre pueden ver la entrega y preocupación hacia los demás. Deseo que reconozcan al otro como un buen amigo y no busquen más allá. Que entreguen a los demás su mejor versión”.
Confiesa que educar a tres hombres con la diferencia de edad que tienen es complicado, pero en su hogar existe la regla de la escucha y el acuerdo. “Tenemos que escuchar la opinión del otro y saber llegar a un consenso”, explica.
Maternidad con sello salesiano
Su participación en EME la ha convertido en una mamá más tolerante, que sabe escuchar. “La comunidad EME me ha enseñado que, primeramente, debemos ser capaces de conocer a nuestros hijos, saber cuáles son sus sueños y que ellos sepan que no están solos”.
Añade también que la educación salesiana recibida por sus hijos ha sido una riqueza en sus vidas. “El colegio nos enseña que se puede ir más lejos, independiente de la situación económica en la que nos encontremos, y es así que mis dos hijos mayores están en la universidad. Estoy agradecida de todas las enseñanzas que el colegio nos da de creer en uno”.
Cintia es consciente de que su familia no es perfecta, que hay errores, “pero juntos salimos adelante y tiramos con el mismo remo”.
“El amor que se entrega a diario a los hijos exige poner reglas. Entregarles valores y principios con cariño, porque el amor de mamá es para siempre”, concluye.
Amorevolezza con los jóvenes
Sor Doménica González, encargada del ámbito de la Pastoral Juvenil de las Hijas de María Auxiliadora, cree que el Aguinaldo 2022 del Rector Mayor representa un gran desafío para las FMA. Especialmente en lo que concierne al acompañamiento de los jóvenes.
¿Cómo podemos trabajar esa dulzura con los jóvenes?
“Creo que la ternura y la dulzura están muy vinculadas con la capacidad de relacionarnos, de generar espacios de diálogo con los jóvenes, donde ellos puedan plantear lo que sienten, lo que piensan, lo que sueñan. Que ellos puedan sentirse en un ambiente de confianza, de contención, donde son respetados también por los planteamientos que ofrecen”.
¿Existe una escasez de dulzura hacia los jóvenes en estos tiempos?
“Yo diría que sí. En el fondo, a los adultos nos cuesta acoger a los jóvenes con esta dulzura. Nos sale más fácil o más rápido el juicio, ponerles una etiqueta rápidamente, especialmente por la forma en que ellos se manifiestan. Pero, en general, si uno se acerca a ellos descubre un anhelo de construir algo distinto, de aportar, de vivir en lo concreto el compromiso con el otro.
En esas experiencias de encuentro uno descubre a los jóvenes compartiendo su fe en Jesús con mucha sencillez y viviéndola de una manera muy concreta en la ayuda a los demás. Ellos tienen una sensibilidad muy profunda. Lo que pasa es que no logramos comprender el modo en que ellos se hacen escuchar. Eso nos cuesta, porque quisiéramos que tuvieran una madurez que ni nosotros hemos alcanzado”.
¿Cómo ha sido la experiencia de acompañar a los jóvenes en tiempos de pandemia?
“En un primer momento, debemos reconocer, nos paralizamos. Porque, para nuestra espiritualidad es muy importante encontrarnos. Una de las formas de responder fue aventurarnos a realizar actividades a través de las redes sociales.
Además, luego de dialogar con los coordinadores de Pastoral de las diferentes presencias, surgió el Patio Valponasca, una experiencia formativa para animadores que nos permitió acercarnos a jóvenes que tenían un rostro concreto. Ha sido una experiencia maravillosa para conocerlos más, para saber que son jóvenes muy comprometidos que quieren estar al servicio de otros jóvenes.
También retomamos las visitas de acompañamiento pastoral, pero virtualmente. Hemos tenido la oportunidad de encontrarnos con los coordinadores de Pastoral, con los representantes legales, con los directores pedagógicos, pero también con los jóvenes. Y les hemos preguntado, concretamente, cómo ven nuestro caminar. Y a mí me ha sorprendido gratamente descubrir que ellos no hablan de la Pastoral como algo ajeno, sino como algo que les pertenece. Y son, precisamente, los jóvenes quienes nos han ido mostrando cómo hacer Pastoral virtualmente, algo que para nosotros era impensado”.
¿Qué mensaje entregaría para seguir cultivando la dulzura con los jóvenes?
“Yo creo que es vital lo que uno aprende dentro de la familia. Los valores que se inculcan en la casa son aquellos que uno va profundizando a lo largo de la vida y que se van transformando en convicciones. La amorevolezza, la dulzura del corazón —que el rector mayor nos invita a vivir el próximo año— es una gran oportunidad para que en las familias podamos preguntarnos: ¿Con cuánta dulzura nos tratamos? ¿Cómo vamos educándonos en la dulzura? Es muy difícil, sino imposible, replicar esta dulzura si uno no la vive desde la casa. La pandemia nos ha “obligado” a tener que estar en nuestras casas y a reflexionar sobre cómo estábamos viviendo y cómo queremos seguir haciéndolo en el futuro”.
Un amor con raíces salesianas
Francisco Neira y Eliana Veas se conocieron hace 22 años cantando en el Santuario María Auxiliadora de Talca. Él, alumno del colegio salesiano, y ella, alumna del Instituto FMA. De ese encuentro nació una hermosa historia de amor, marcada por la espiritualidad de Don Bosco y carisma salesiano.
Hoy esa historia lleva ocho años de pololeo, 14 de matrimonio, dos hijos de ocho y siete años de edad, un hogar en Unihue y una década participando como salesianos cooperadores en la comunidad Don Calosso de Talca.
Francisco es ingeniero mecánico y trabaja en la central hidroeléctrica Colbún, y Eliana es educadora de párvulos. Ambos han afrontado estos tiempos difíciles de pandemia con fe, esperanza y unión. Ambos son alegres, risueños y bromistas, “porque en realidad nos pasan muchas tallas”, confiesa Francisco.
“Nos llevamos bien, porque él pone el lado más serio. Yo soy más desordenada y tierna. Entonces, nos complementamos bien”, agrega Eliana entre risas.
Fortalecidos por el carisma
Coinciden en que el matrimonio no es fácil, pero para que una relación sea fructífera creen fundamental la confianza, el respeto y la fe. Para Eliana, los gestos de ternura más claros que ve en su esposo son la preocupación permanente por el bienestar de toda la familia. “No piensa solo en él, sino que en nosotros. Aunque trabaja mucho, siempre está preocupado por mi bienestar y el de los que me rodean”.
Para Francisco es algo parecido, la ternura de su esposa la vive a través del cariño hacia él y sus hijos. “Ella es muy cariñosa siempre y preocupada como mamá. Desde el pololeo que ella es sensible y tierna”.
Su participación como Salesianos Cooperadores ha fortalecido su relación. “Participar con la esposa es mucho más enriquecedor, porque los dos recibimos los valores y proyecto de vida apostólica centrado en Don Bosco. Nos fortalecemos como equipo y matrimonio”. Eliana complementa: “El carisma salesiano nos une”.
Mirar al otro con los ojos de la fe
Francisco y Eliana creen firmemente que la ternura se puede cultivar dentro del matrimonio, pero para ello se necesita de amor por el otro, empatía y paciencia. “El matrimonio es difícil. Ante un problema debemos estar unidos y pensar en el otro como cristiano. Qué es lo que la otra persona desea, ponerse en su lugar y empatizar”.
Y a quienes estén dispuestos a asumir la vocación matrimonial, le entregan un humilde consejo: “Uno debe aprender a decir bien las cosas, porque, lamentablemente, a veces nos quedamos callados y guardamos todo. En realidad, la comunicación es la clave”.
Por Alejandro Manríquez, Karina Velarde y José Miguel Estay, periodistas