Mis queridos amigos en Don Bosco, querida Familia Salesiana y todos aquellos que desean el bien de la juventud, especialmente de la más pobre, abandonada y en peligro. Como saben, Don Ángel Fernández, décimo sucesor de nuestro padre y fundador, me ha pedido el servicio de animar y conducir la provincia salesiana en Chile.
Al saludarles a través de este medio, que nos une como familia y nos pone en contacto con los que se vinculan a nuestras presencias, quiero pedirles que miren con confianza y esperanza el presente y el futuro de nuestra misión, porque el Señor sigue sanando, salvando y actuando en favor de su pueblo.
Tengan una mirada llena de optimismo salesiano, que se traduce en alegría de vivir y en gozo al compartir. Tenemos muchos desafíos como sociedad, Iglesia y Familia salesiana, pero no es de nuestras fuerzas que nos fiamos, sino de la certeza que Dios está con nosotros suscitando siempre nuevas e inéditas respuestas a nuestras necesidades. Seamos valientes en responder y apóstoles audaces para buscar nuevos caminos con los jóvenes.
Este año, el mensaje del Rector Mayor -que conocemos como aguinaldo- nos invita a escuchar y acompañar la vida de los jóvenes. El lema parte de la petición que con fuerza hace la mujer Samaritana a Jesús en el pozo de Jacob. En el encuentro con Él se sintió escuchada, respetada, valorada y su corazón la lleva a pedir algo más valioso: “Señor, dame de esa agua”. Siguiendo el hilo conductor de este pasaje evangélico, en el marco del próximo Sínodo de Obispos (Los Jóvenes, la Fe y el Discernimiento Vocacional), quiero destacar la importancia que tiene para toda nuestra familia salesiana y su misión en Chile, cultivar el precioso arte de la escucha y el acompañamiento, las exigencias y el servicio que encierra en sí mismo, tanto escuchar como acompañar, en el camino del crecimiento personal, cristiano y vocacional.
La visita del Papa Francisco a nuestro país ha sido un mensaje de fe y de esperanza para todos los que con un corazón abierto le han acogido. Dedicó su homilía en Santiago a las bienaventuranzas, recordando que Jesús viene a decirnos: “Bienaventurado vos y vos… y a cada uno de nosotros”. Les dijo a los jóvenes en Maipú que no pierdan la señal, la conexión con el Señor, que preguntándose “¿Qué haría Cristo en mi lugar?”, salieran “al tiro” al encuentro de los tirados en el camino. Nos recordó que tenemos que mirar al migrante igual que a la Sagrada Familia, que vivió la misma experiencia cuando huyó de Egipto. Nos habló de buscar la justicia y de construir la paz sin violencia; nos pidió evitar el consumismo que produce egoísmo; y en la cárcel de mujeres nos recordó lo sagrado de la dignidad de cada persona, aunque esté privada de libertad.
Al finalizar estas primeras palabras en este ministerio de animación y de convocación, quiero ofrecerles mi disposición para estar, escuchar y acompañar, para servirles en lo que pueda y necesiten. Quiero invitarlos a seguir soñando con el ideal de evangelizar educando y educar evangelizando a los jóvenes de nuestra patria. Confiémonos a la Madre y maestra que el Señor nos regaló. Ella nos auxiliará y alcanzará las gracias que necesitamos para ser fieles a la vocación recibida.
Les bendice, P. Carlo Lira Airola, Inspector