Para hablar de este tema tengo que referirme a mi compañera incondicional de los viajes por Santiago: La Chancha, nombre con el que bauticé a mi Bicicleta. Es mi medio de transporte. Me da la libertad de desplazarme por una ciudad sobrepoblada de autos. Con ella decido dónde y cuándo moverme; puedo ir de un punto a otro sólo con desearlo… bueno, también pedaleando.
Esa libertad tiene que ver también con el tiempo, una de las cosas de esta vida que no se puede comprar. Con la bici no sabemos de tacos, de horas perdidas buscando estacionamientos, ni de largas esperas en el transporte público.
La bici es beneficiosa también a nivel ambiental. Al utilizarla estamos ahorrando toneladas de CO2 al planeta, ayudando a mantener limpio el aire de nuestra ciudad y, de paso, protegemos nuestra salud. Al usarla aseguramos un ejercicio diario, muy necesario por la vida sedentaria que llevamos los chilenos.
Pero, vale la pena preguntarse, nuestras ciudades ¿Están preparadas para tan noble y humilde transporte?
El número de viajes diarios de bicicleta en Santiago crece en un 10% al año, mientras los autos aumentan en 5 ó 6%. Se estima que nuestra capital podría convertirse en la ‘Ámsterdam’ de Latinoamérica, es decir -en referencia a la capital holandesa ícono del ciclismo urbano a nivel mundial- en la urbe más ciclista del sector en unos 30 años, según expertos en urbanismo.
Ante el creciente escenario de las bicicletas en la capital y los desafíos a cumplir, el Plan Santiago Pedaleable de la Intendencia Metropolitana contempla, entre otras medidas, la instalación de 69 estacionamientos en las 52 comunas de la región Metropolitana y la adquisición de 692 biciestacionamientos de corta estadía.
El proyecto considera también un nuevo estándar de diseño para las ciclovías: serán ensanchadas, preferentemente unidireccionales, con demarcaciones azules en los cruces, estacionamientos, entre otros elementos. Se contempla, además, la elaboración de 10 kilómetros de conectores para, de esa manera, unir 70k de ciclovías en siete comunas.
Otro aspecto a destacar en el plan ciclista de Santiago es el proyecto Mapocho Pedaleable, cuya etapa piloto duró solo cuatro meses en 2017. A pesar del cierre de esa etapa, el plan del ente gubernamental de la Región Metropolitana es concluir la ruta de 6,1 kilómetros en la ribera del principal río capitalino.
La realidad en las regiones de Chile es más precaria. Por ello, en mayo de 2014 el Gobierno anunció la construcción de 190 kilómetros de ciclovías a lo largo del país. A más de dos años del anuncio, la ejecución de estos proyectos alcanzaban el 66%, mientras el 34% restante está en etapa de diseño o de licitación.
El plan a nivel regional superará la cifra inicialmente planteada y llegará a 241,5 km, con Biobío y La Araucanía liderando en cantidad de kilómetros construidos. Desde el Ministerio de Vivienda y Urbanismo señalan que estas cifras corresponden al plan que desarrolla la cartera, sin perjuicio de que otros proyectos, con financiamiento municipal o del gobierno regional, aporten más kilómetros a la red.
El caso de Aysén es particularmente llamativo, ya que la construcción de 6,5 km contempla la primera ciclovía en toda la región.
A pesar de los avances, para quienes ya nos subimos a una bicicleta y también para los que recién comienzan a vivirla, una de las críticas que se repite es el hecho de las ciclovías son islas, es decir, no están conectadas, aspecto importante para un desplazamiento sin corte de ruta.
Si sumamos los proyectos de los municipios y los gobiernos regionales, vamos a avanzar muchísimo en kilómetros, lo que es muy bueno para nuestro país, pero lo importante es que las ciclovías se incorporen a la vida urbana, y eso tiene que ver con la educación y un cambio cultural.
Lo que buscan estas iniciativas es diversificar los modos de transporte. No es solo infraestructura, sino un cambio de paradigma que integra un concepto amplio de movilidad urbana.
La invitación es a salir a pedalear. Así podrán vivenciar, desde otra perspectiva, los lugares que habitan.
Por, Felipe “Lana” Valdés, comunicador social