Comienza a hacerse costumbre que Netflix nos sumerja en diferentes experiencias a partir de su propuesta de contenido. En esta página me referiré a una serie que nos pone de cara ante un drama que golpea de lleno a la sociedad actual y que trata buena parte de los conflictos a los que nos vimos enfrentados alguna vez en la adolescencia. El argumento tiene su eje en el tema del suicidio.
Hannah Baker culpa a 13 compañeros de las razones que la empujaron a decidir acabar con su vida, situación que devela a través de la grabación de cintas de cassettes.
Es la protagonista absoluta. Es su verdad, sus sentimientos, su percepción de la vida y de los hechos. Todo está contado a través de los ojos de Clay, un compañero de clase que encuentra las cintas en la puerta de su casa y que, al escucharlas, una tras otra, va configurando su opinión, la del resto de los personajes y también del espectador.
La narración fomenta el misterio, que es parte del magnetismo de la serie; un tratamiento de narrativa visual de estética cuidada y atractiva. No en vano tiene una ficha técnica de alto nivel.
El casting logró que todos los personajes encajen a la perfección a pesar de que la mayor parte del reparto es joven y relativamente desconocido. La música, una herramienta poderosísima para evocar emociones, se une con otras variables de la puesta en escena para atacarnos directo a la vena y hacer que la serie logre superar la barrera de la atemporalidad.
Smartphones y tabletas son muy relevantes para la trama, elementos que se han añadido a la serie dado que no formaban parte de la narración original. El hecho de que Hannah grabe y decore sus cassettes y que haya algo de manualidades en todo el proceso para conocer su historia, hace que sea menos fría y más asimilable.
Los episodios más ásperos están precedidos de un aviso que advierten del alto contenido de imágenes violentas, alertando para que sean vistas bajo la responsabilidad de un adulto.
“Trece Razones” es una adaptación de la famosa novela homónima de Jay Asher. Para el autor del libro, el reflejo de forma gráfica de ciertas escenas era necesario para el fin de la historia narrada. “Para una serie de televisión los realizadores sintieron que, si lo vas a ver, tienes que mostrarlo tan terrorífico como es. Tal y como lo hace (el suicidio de Hanna), no puedes verlo y sentir que es atractivo de ninguna manera”, defiende Jay.
Es habitual que una serie adolescente sea tratada con condescendencia. Los dramas y conflictos que suelen mover a los personajes, en algunos casos, son desdeñados desde la mirada adulta, restando valor a esa larga fase vital que nos lleva desde la infancia y la inocencia hasta un proceso de identificación y definición del lugar a ocupar en el mundo.
La serie nos trae una propuesta con potencial para atraer a un público muy variado. Por una parte, el relato de ese universo que es el colegio, se siente muy real y actual. Y no solo entra de lleno en el bullying, el ciberacoso, el consumo de drogas, la relación padres e hijos, la violación y el abuso constante que están sometidos los personajes, sino que introduce elementos de relevancia actual como el papel que juegan las redes sociales. Fenómenos que ocurren constantemente en todas las edades, pero que, vividas en el contexto escuela, se vuelven más intensas y más confusas.
En esto es en lo que más acierta “13 reasons why”, mostrarnos todas las facetas de Hannah y ponernos en la piel de ella y en la vivencia de sus problemas. Si hay algo que hace falta en este mundo, a la hora de resolver conflictos humanos, es la empatía, y el relato de Hannah es una lección significativa en esa área. Es una serie que quiere hacernos reflexionar, no caer en un morbo gratuito, ni mucho menos, flashearnos para dejarnos aturdidos.
La detección temprana en casos de bullying, abusos o depresión, es fundamental para lanzarle a los jóvenes un salvavidas: ¡Siempre hay otra salida!
Por Felipe “Lana” Valdés, Comunicador Audiovisual