Las épocas festivas suelen ser esperadas por la mayoría debido al ambiente alegre y distendido. Todo gira en torno a los planes para celebrar, pero ¿qué pasa cuándo no nos sentimos en la misma sintonía que el resto?, ¿qué tan común es que personas no quieran ser parte de las fiestas?, ¿está bien presionarlas?
Fernanda Maldonado (@soyfermaldonadopsicologa), psicóloga y especialista en traumas, sostiene que las celebraciones son parte del cotidiano social, ya que hemos crecido conmemorando fechas importantes relacionadas a costumbres que ordenan nuestra vida en comunidad, confirmando nuestra identidad en el espacio público o privado.
Festividades hay muchas, desde aquellas íntimas, como celebrar una “buena nota”, aniversario o cumpleaños, hasta las populares y sociales, como Fiestas Patrias, Navidad, Año Nuevo o el Día de la Madre.
“Nos hacen pensar en la transición de etapas y movilizan una infinidad de emociones, tanto agradables como desagradables, las que pueden ser estrés, miedo, ansiedad y tristeza”, explica la especialista.
Agrega que estos sentimientos son alertas para prestar atención y tomar acciones al respecto: “Es importante saber que son ‘adaptativas’ y funcionales para nuestra existencia, sentirlas permite elaborar una reacción para enfrentar esa situación y resolverla”.
Diversidad de personas y motivos
Hay un sinnúmero de personas que no se sienten cómodas con las celebraciones, principalmente porque las fechas o el contacto con otros evocan diversas emociones y recuerdos traumáticos de experiencias pasadas ante, por ejemplo, la pérdida de un ser querido o conflictos familiares.
“Hay quienes no cuentan con una red familiar o de apoyo y, en estas fiestas, se acentúa la sensación de soledad y aislamiento, mientras que otros grupos son más permeables al estrés y presión social”, explica.
Hay tantos tipos de personas como motivos por los cuales se pueden sentir afectadas respecto de las festividades. Aquí algunos ejemplos:
Estrés situacional: hay personas que deben lidiar con celebraciones mientras están pasando por un período específico de estrés o tristeza, por lo tanto, las fiestas pueden ser un desafío, ya que deben lidiar con la organización y correcta administración de recursos económicos, cuando sus pensamientos y energías están en otra parte.
Experiencias de duelo y trauma: existen quienes viven un duelo, ya sea por fallecimiento o alejamiento de personas queridas, por lo que ciertas fechas, como Navidad o el Día del Padre, son dolorosas, ya que evocan nostalgia y acentúan la sensación de la pérdida.
Personas diagnosticadas con un trastorno mental: quienes los padecen y han sido diagnosticadas y tratadas cuentan con recursos, ya sea psicológicos o farmacológicos, para compensar sus condiciones. Han recibido un apoyo integral, comprenden los desencadenantes de sus estados y pueden ejercer un mayor control sobre su bienestar emocional.
Personas con trastornos sin diagnosticar: hay un grupo de la población que es más vulnerable a estas fechas, particularmente aquellas con síntomas compatibles con trastorno de ansiedad, depresión, adicciones, estrés y trauma, que no tienen un diagnóstico o que, a pesar de tenerlo, no cuentan con tratamiento o redes de apoyo.
¿Cómo identificarlo?
Fernanda Maldonado enfatiza que en los trastornos ansiosos hay tres elementos medulares que nos permiten reconocerlos:
• Aparición de pensamientos catastróficos sobre diversas experiencias cotidianas y futuras, pensamiento que es automático, persistente e intenso.
• Sensaciones físicas y emocionales de ansiedad, como sudoración, palpitaciones, opresión en el pecho y/o dificultad para respirar, así como para conciliar el sueño o mantenerlo.
• Activación de la respuesta de evitación ante la ansiedad, es decir, la regulación emocional a través de mecanismos en el que se evitan situaciones que generan incomodidad.
En los trastornos depresivos se observan sentimientos de tristeza, ansiedad y vacío que son persistentes, es decir, acompañan todo el tiempo, no se circunscriben a una situación particular, como una festividad. Además, conllevan pérdida de energía, interés, sentimientos de culpa, desesperanza e inutilidad. Se evidencian problemas para dormir, cambios en el apetito, problemas de concentración, confusión mental y pensamientos de muerte o suicidio.
Es importante comprender que todos somos diferentes y que hay que prestar atención a síntomas que puedan afectar nuestra salud mental y hacernos cargo de ello.
“Es fundamental desmitificar que tener un trastorno de salud mental equivale a ser ese diagnóstico. Un cuadro de salud mental no identifica a la persona, es decir, no la define y puede desarrollar todo su potencial con la ayuda especializada”, cierra Maldonado.
¿Cómo ayudar a quienes sufren durante las fiestas?
1. Comprender que no se trata de una cuestión de “voluntad”, “querer” o no participar, ya que muchas veces no pueden.
2. Validar las emociones, sentimientos y pensamientos que tenga esa persona.
3. Aceptar una respuesta negativa ante la invitación a festejar, sin cuestionamiento o insistir.
4. Respetar su decisión y preguntar cómo podemos ayudar, ya que muchas veces no podemos contener la ansiedad de otro. Debemos aprender a tolerar aquellos estados que generan incomodidad.
5. Preguntar por las soluciones intentadas, ya que con esto sabrás si ya ha pedido ayuda (si ha ido al psicólogo o psiquiatra) o si hay temas que impidan acceder a tratamiento.
6. Brindar acompañamiento para asistir a algún centro que preste atención en salud mental.
7. Buscar otras maneras de incorporar a ese familiar, amigo o cercano que no puede celebrar, a fin de no traspasar sus límites ni presionarlo, por ejemplo, haciendo una videollamada o enviando un audio.
• Extra: hay personas que se desbordan emocionalmente y generan conductas de daño hacía sí mismos y los demás. En estos casos, la indicación es brindar apoyo especializado de urgencia.
Por Antonella Ferma, periodista