Don Bosco y la navidad

Navidad

VERSIÓN INTERACTIVA

Un espectáculo así, los buenos turineses de 1842 no habían visto nunca. En las elegantes calles del centro de la ciudad, un grupito de muchachos cantaba una canción navideña y el que los dirigía era un sacerdote. La música era un poco ingenua, pero aquellos jóvenes la interpretaban tan afectuosamente que conmovía.

Don Bosco no tenía un lugar para los ensayos y los hacía por la calle. Aquellas que los muchachos conocían bien. Incluso, la canción estaba escrita sobre el marco de una ventana.

Los jóvenes vivían la Navidad caminando, como los padres de Jesús, que debieron ponerse en viaje y de Nazaret trasladarse a Belén. Allí experimentaron qué significa encontrarse en tierra extranjera.

Las puertas de los hogares les fueron cerradas, suerte que desplazados y trabajadores extranjeros viven al buscar un lugar donde establecerse. Este relato, que resuena en la actualidad, también lo vivieron los jóvenes a cargo de Don Bosco, quienes anhelaban un refugio que les brindara protección y les permitiera crecer. Comprometido con esta búsqueda, nuestro Santo Fundador dedicó su vida para hacer el sueño realidad.

Jesús nació en un pesebre. Los hombres no lo acogieron y unos animales compartieron con él su refugio. Con el nacimiento de Jesús, el pesebre se llenó de luz, una cálida y tierna, y todo aquello que era pobre y despreciado se volvió precioso. Un comedero para animales se convirtió en el trono del Altísimo.

Don Bosco comenzó con una techumbre sucia y en mal estado, lo que habría desanimado a cualquiera. Así lo testimonia Don Giovanni Battista Francesia: “Cuando visitó por vez primera aquel local, que debía servir para su oratorio, tuvo que tener cuidado de no romperse la cabeza, pues de un lado no tenía más que un metro de altura; por piso tenía la tierra desnuda, y cuando llovía, el agua penetraba por todas partes. Don Bosco sintió correr por entre sus pies grandes ratones, y sobre su cabeza, el revoloteo de murciélagos”.

Pero para Don Bosco era el lugar más bello del mundo: “Corrí hasta mis jóvenes; los reuní en torno a mí y a alta voz me puse a gritar :¡Ánimo, hijos míos, tenemos un oratorio más estable que el anterior; tendremos iglesia, sacristía, salones para las clases y lugar para el recreo!”.

Juan Bosco soñaba. El ángel de la Navidad se manifiesta en modo diverso al del Evangelio de Mateo. Aquí no es el esplendor lo que circunda el nacimiento. Se aparece a José en sueños y le ordena a nombre de Dios que cuide de aquel Niño. Se le presentará en sueños otras veces y José hará exactamente lo que le dirá, hasta que el hijo de María alcance una edad en la que ya nadie atente contra su vida.

En sus sueños, Don Bosco es invitado a cuidar de los muchachos y jóvenes, a ayudarlos a crecer con afecto y bondad, a hacer que ningún Herodes los amenace. Hoy debemos comprometernos a proteger a los niños y jóvenes de tantos que pueden dañarlos.

Dejo que sea Don Bosco el que concluya mi reflexión navideña. En las “Buenas noches”, que precedían una novena de Navidad en el oratorio, dijo: “Son dos las cosas que les recomiendo en estos días. Recuerden a menudo a Jesús Niño, el amor que les trae y las pruebas de amor que les ha dado hasta morir por ustedes”.

“No olviden que Jesús crecía en sabiduría, edad y en gracia ante Dios y ante los hombres. Y, sobre todo, por amor a Jesús, cuídense de cualquier falta que pueda disgustarle. Hagan como los pastores de Belén, vayan seguido a visitarlo. Envidiamos a los pastores que fueron al portal de Belén, que lo vieron recién nacido, que besaron su manita y le ofrecieron sus dones. ¡Afortunados pastores! Decimos nosotros”.

”Nada hay que envidiarles, pues su suerte es la misma que la nuestra. El mismo Jesús, que fue visitado por los pastores en el portal, se encuentra aquí en el sagrario. La única diferencia está en que los pastores lo miraron con los ojos del cuerpo, nosotros solo con la fe, y no hay cosa que podamos hacerle más grata que visitarlo a menudo. ¿Y visitarlo cómo? Primero con la comunión frecuente. Otra manera es ir alguna vez a la iglesia durante el día, aunque sea sólo por un minuto”.

VERSIÓN INTERACTIVA

Por P. Carlo Lira, Provincial de los Salesianos en Chile

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