La adhesión al cristianismo ha experimentado, durante los últimos años, cambios en las sociedades y culturas de muchos lugares del mundo, incluyendo Chile.
En un contexto de creciente secularización y pluralismo religioso, muchas personas y, especialmente los jóvenes, están alejándose de la fe cristiana o, incluso, cuestionando sus enseñanzas y valores. Este cambio plantea desafíos importantes para la Pastoral Juvenil, especialmente en un país como el nuestro, con una larga tradición católica y salesiana.
Monseñor Santiago Silva, expresidente de la Conferencia Episcopal de Chile, afirmó este fenómeno en 2017, señalando que “vivimos en una sociedad abierta, que no es tan cristiana ni tan católica como antes”.
Existen dos actitudes poco efectivas para afrontar esta situación. La primera es pasar por alto la realidad y mantener una actitud indiferente que busca preservar lo que en el pasado ha sido significativo. Esta actitud, poco proactiva, nos lleva a ignorar lo que la realidad nos dice.
La segunda actitud es adoptar una posición absolutista y alarmista, sin reconocer los avances realizados en las diferentes comunidades y centros de pastoral que se nos confían. Esta postura pesimista no es útil para abordar los desafíos presentes y futuros.
El Papa Francisco nos orientó en la Carta al Pueblo de Dios que peregrina en Chile, instándonos a mirar de frente, asumir y sufrir el conflicto, para resolverlo y transformarlo en un eslabón de un nuevo caminar.
Este desafío plantea a la Pastoral Juvenil una tarea aún más exigente: ser una pastoral que inspire, influya y transforme vidas en un contexto de marginación cultural y social. Es necesario repensar la forma en que nos acercamos a los jóvenes, en los distintos ambientes y ámbitos donde nos encontramos con ellos, valorando sus vidas, habitando sus culturas y buscando nuevas formas de anunciar el Evangelio y testimoniar el amor de Dios.
En primer lugar, la pastoral debe ser auténtica y relevante para los jóvenes, quienes buscan autenticidad y significado en sus vidas, por lo tanto, debe ser una opción real y destacable en un mundo donde hay pluralidad de opciones para ellos.
En segundo lugar, debe ser una pastoral que influya en la sociedad. Esto implica ser una voz profética en un mundo que a menudo se preocupa más por el éxito material y la comodidad personal que por los valores y principios humanos y cristianos.
Los jóvenes necesitan líderes que puedan ayudarlos a discernir lo que es importante en la vida y que puedan guiarlos hacia la verdadera felicidad y éxito, que no son necesariamente lo mismo que la sociedad les dice.
En tercer lugar, debe tener capacidad para responder a las necesidades y desafíos de la actualidad, abordando temas como la justicia social, ecología, convivencia y la paz, para ofrecer, desde la perspectiva de la fe cristiana, una mirada de la realidad.
Además, la Pastoral necesita ser una comunidad de impacto duradero, que ayude a los jóvenes a crecer en su fe y a experimentar el amor de Dios de una manera profunda y transformadora, algo que no es fácil en un mundo que a menudo se enfoca en lo superficial e inmediato.
Para alcanzar y materializar estos objetivos, como agentes pastorales debemos estar dispuestos a adaptarnos y a cambiar aquello que no dice relación con estos propósitos. Esto puede significar buscar nuevas formas de comunicación, incluyendo las redes sociales y herramientas digitales, para llegar a los jóvenes de hoy en día.
También puede significar repensar nuestra presencia activa, cercana y significativa en medio de la realidad que habitan, así como repensar de qué manera se llevan a cabo las instancias, actividades y eventos para hacerlos más cercanos, relevantes y atractivos.
Otro aspecto es la formación de líderes, tanto animadores como asesores. Deben estar bien formados en teología y espiritualidad, así como en habilidades prácticas necesarias para trabajar con los jóvenes.
Se requiere invertir en formación continua y en la capacitación del talento apostólico, para que puedan ser una presencia significativa y eficaz en la vida de sus pares.
En definitiva, la Pastoral Juvenil enfrenta una tarea exigente, pero necesaria, para no caer en la irrelevancia, particularmente en un contexto cultural que considere a los jóvenes como reales agentes de cambio social, político, cultural, donde la dimensión espiritual y religiosa es desencadenante para la vida justa y buena de todos.
Si logra inspirar, influir y transformar vidas, seguirá siendo relevante y significativa para los jóvenes, incluso en un mundo donde la fe cristiana parece diluirse ante las solicitudes de la cultura individualista dominante.
Por Freddy Araya, Equipo Inspectorial de Pastoral Juvenil