Para cuidar nuestra casa común: conversión ecológica

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¿Cuántas veces lo hemos escuchado -o dicho- “no llegamos a fin de mes”? Gastamos los ingresos antes de 30 o 31 días. Las razones pueden ser varias: bajo sueldo, muchos gastos, imprevistos… irresponsabilidad. Lo cierto es que nos excedemos.
Esto pasa con nuestro medioambiente en Chile y el mundo. Agotamos los recursos naturales. Ante esto, los últimos Papas nos llaman, desde las dimensiones moral y social, a cuidar el planeta e iniciar cambios institucionales y personales.

Sobregirados

“Chile es el primer país latinoamericano con sobregiro ecológico en 2022”. Esto titulaban diversos medios en mayo de este año. Según la Red Global de la Huella Ecológica significa que se “superó la capacidad de los ecosistemas de regenerar sus recursos renovables y absorber los desechos de la población”. Como en algunas familias que gastan más de lo que ganan, nuestro país -y el mundo- sufre los efectos de la sobreexplotación de los bienes naturales y el aumento de los residuos.

Un dato relevante nos hace cercanos al problema. La ONU postula que“confeccionar unos jeans requiere 7.500 litros de agua,
el equivalente a la cantidad que bebe una persona promedio en siete años”.

El sitio web codexverde, especializado en temas ambientales y de sustentabilidad, informa que el “fast fashion”, moda rápida de comprar, lucir y botar, origina que el 85% de la producción textil termine en basurales. En Chile, de las casi 29 mil toneladas de ropa usada que importa la Zona Franca de Iquique, un 40% termina en vertederos en el desierto. Nos sobregiramos y no llegamos a fin de mes.

Nuestra casa amenazada

El concepto “ecología” proviene de la palabra griega “oîkos”, casa, morada, ámbito vital. Así lo han entendido los recientes Pontífices. Ellos han insistido en que la sobreexplotación de los recursos es consecuencia de estándares de crecimiento incapaces de garantizar el respeto de nuestra “casa común”.

El Papa Francisco, en su Encíclica Laudato Si, expresa que “esta hermana (la tierra) clama por el daño que le provocamos a causa del uso irresponsable y del abuso de los bienes que Dios ha puesto en ella. Hemos crecido pensando que éramos sus propietarios y dominadores, autorizados a expoliarla”.

¿Cuál es nuestra responsabilidad?

Los compromisos ante el daño ambiental no son los mismos para todos. Las grandes empresas contaminan mucho más. Sin embargo, igualmente debemos responder y contribuir con cambios profundos en los hábitos de consumo. Tenemos una responsabilidad social.

El Papa Benedicto XVI advierte en su encíclica Caritas in veritate que“comprar es siempre un acto moral y no sólo económico”. Por eso, en su mensaje para la XLIII Jornada Mundial de la Paz de 2010 expresó que “el tema del deterioro ambiental cuestiona los comportamientos de cada uno de nosotros”.

Las tres R

Varias iniciativas promueven la educación ambiental. La articulación de conocimientos, actitudes y procedimientos pretende crear conciencia y entregar herramientas para la protección del medio natural.

Una de las formas para promover este aprendizaje es la regla de las tres R: Reducir, Reutilizar y Reciclar.

• Reducir: Bajar el consumo de bienes de uso único, cuidar del agua, evitar la compra de ropa cuando no sea necesaria.
• Reutilizar: Dar un segundo uso a un producto para disminuir los desechos. Por ejemplo, dar una nueva vida a botellas, libros, ropa o muebles.
• Reciclar: Gestionar los residuos para crear nuevos productos. Hoy se puede reciclar prácticamente todo, desde restos de comida hasta papel y cartón, vidrio, metales o plásticos.

¿Cómo hacerlo?

A partir de esta regla se han construido varios proyectos de educación ambiental en escuelas, empresas, medios de comunicación y hogares. Cada uno tiene sus particularidades, pero todos deben tener presente que la eficacia del aprendizaje requiere comportamientos positivos de los que instruyen: profesores, comunicadores, sacerdotes, padres y otros.

El principal recurso es la persona que guía. “El hombre contemporáneo escucha más a gusto a los que dan testimonio que a los que enseñan, o si escuchan a los que enseñan, es porque dan testimonio”, expresó el Papa Paulo VI en su exhortación apostólica Evangelii nuntiandi.

Las conductas de los modelos, especialmente los padres, son las que más convencen. La opción de no adquirir algo innecesario, por ejemplo, tiene más valor que un contenido escolar. “Comprar es siempre un acto moral y no sólo económico”.

Conversión ecológica

Ante la sobreexplotación de los bienes y aumento de los residuos, la regla de las tres “R” es un buen instrumento. Asimismo, el testimonio de los modelos significativos es indispensable para lograr eficacia en este proceso educativo.

Sin embargo, hay algo más. Es necesaria una renovación profunda en el vínculo con nuestra casa común, una “conversión”. Sin esta, los instrumentos y programas pierden sentido. “Hace falta entonces una conversión ecológica (…). Vivir la vocación de ser protectores de la obra de Dios es parte esencial de una existencia virtuosa” (Laudato si, 217).

En resumen, para “llegar a fin de mes” con y en el planeta, primero es necesaria la “conversión ecológica”; luego, las acciones. El resto, como lo expresa Mateo en su evangelio, “vendrá por añadidura”.

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Por Claudio Jorquera, magíster en Educación

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