El P. José María Recondo, sacerdote diocesano argentino, y experto en formación sacerdotal, visitó nuestra Inspectoría en octubre para acompañar a un grupo de salesianos en sus Ejercicios Espirituales.
La vida sacerdotal del P. José María se divide entre su parroquia, visitas al hospital y viajes. Si bien la mayoría de su tiempo lo dedica a la formación permanente de sacerdotes, se define como un “típico cura latinoamericano”.
Nació en Buenos Aires en 1956, y fue ordenado sacerdote en 1979. Es Doctor en Teología, con especialización en espiritualidad. Ha publicado diversos trabajos sobre formación y espiritualidad sacerdotal, como también sobre la vida de oración.
Asume como una riqueza su colaboración en los Ejercicios Espirituales, pues le entrega la posibilidad de conocer realidades culturales y eclesiales muy diversas, además de acercarse a las personas: “Hay muchos que te abren el corazón a su intimidad con Dios”.
Considera que el principal desafío de la formación religiosa actual es lo que define como la formación del corazón. “Cuando hablo de corazón me refiero no solo a la dimensión afectivo-psico-lógica en busca de una mayor maduración humana, sino también conjugado con la vida espiritual”, añade.
Cambiar el eje
Comenzó su servicio como formador muy joven, cuando aún no tenía las cualidades necesarias para realizarlo, según expresa,
pero “así se dan las cosas y uno hace una maduración intensiva a partir de las exigencias que ese servicio plantea. Para mí fue una gracia verme interpelado tempranamente a madurar”.
Ve de manera positiva acciones realizadas por nuestra Congregación en torno a formación sacerdotal, por ejemplo: el mayor cuidado en la selección de candidatos, el discernimiento previo a su ingreso, el acompañamiento personalizado y cercano que cada candidato requiere en orden a su maduración humana y espiritual.
“Lo veo en muy buena línea, sobre todo en circunstancias tan complejas como las vividas por la Iglesia chilena, que tiene que recuperar la credibilidad y autoridad sobre los consagrados que pone frente al pueblo de Dios”.
Frente a la formación permanente de religiosos y laicos, plantea una reformulación del concepto, cambiar el eje. No es tanto el deseo de formarse intelectualmente, sino más bien, dejar que Dios nos siga formando, a imagen del alfarero de las Sagradas Escrituras.
“Si creemos que somos fruto de un Dios creador bueno, su acción no termina con habernos puesto en esta existencia, sino que en su Providencia paternal sigue dando forma a nuestra vida, si se lo permitimos, a través del Espíritu Santo y su Palabra”.
Conquistar la esperanza
Para el P. José María hay dos tipos de esperanza: la humana y la cristiana. La primera consiste en que se cumplan nuestras ex-
pectativas en nuestra vida, y la segunda, entendida no como un instante o algo que se pueda conquistar de una vez y para siempre, sino que debe ser recibida como Gracia.
“Es algo que debemos seguir forjando a lo largo del camino, una y otra vez, cuantas veces sea necesario”.
“Si queremos tener esperanza, pero esperanza cristiana, debemos purificarla a la luz de la Palabra de Dios para ver qué es lo que Dios nos promete y cuál es nuestro sueño, porque no siempre coinciden nuestras expectativas con las de Dios. El Señor no siempre responderá a nuestros deseos, pero sí a todas sus promesas”.
Por Karina Velarde, periodista