Don Bosco fue asumiendo las inspiraciones de San Francisco de Sales, su maestro de vida espiritual, enfocándolas, reelaborándolas y traduciéndolas en sintonía con la realidad y lenguaje de los jóvenes, a quienes se siente llamado a servir en nombre de la Divina Providencia.
En su carta de 1884 afirma este principio que parece tan obvio, pero que encierra inmensa profundidad y sabiduría: “El chico que sabe que es amado, ama”. Se trata de un don entrañable del amor salesiano, nada menos que de hacer surgir en el corazón de los jóvenes la capacidad de amar. Lograr que burbujee en ellos ese amor que encierra lo más íntimo de su ser y que, por circunstancias dolorosas e hirientes de la vida, ha quedado oculto, inactivo, desconocido.
Como pasa entre las perdices
En su libro Tratado del amor de Dios, San Francisco de Sales escribe: Ocurre con frecuencia entre las perdices que se roban mutuamente los huevos para incubarlos. Y he aquí una cosa extraña, pero bien comprobada, a saber, que la perdicita que ha salido del huevo y se ha criado bajo las alas de una madre ajena, en cuanto oye por primera vez la voz de la verdadera madre, que puso el huevo del cual ha nacido, deja a la perdiz ladrona y se dirige hacia su primera madre.
Lo mismo ocurre, Teótimo, con nuestro corazón, porque aunque haya sido incubado, sustentado y criado entre las cosas corporales, bajas y transitorias y, por decirlo así, bajo las alas de la naturaleza, sin embargo, a la primera mirada que dirige hacia Dios, al primer conocimiento que de Él recibe, la natural y primera inclinación a amar a Dios, que estaba como aletargada y era como imperceptible, despierta al instante, y aparece inesperadamente como una chispa que surge de entre las cenizas, la cual, al tocar a nuestra voluntad, le comunica un impulso del amor supremo, debido al primer principio de todas las cosas.
Amor medular salesiano
Don Bosco en su testamento espiritual define el verdadero amor salesiano como aquel que no solo ama, sino que es capaz de hacerse sensible a la condición de los chicos “pobres, abandonados y en peligro de caer en pecado y perderse eternamente”, haciendo que se sientan queridos. Este modo de amar del Espíritu Santo en nosotros suscita esta alquimia maravillosa: el chico descubre y pone en funcionamiento ese amor mismo de Dios con el que fue creado, y se pone a amar. Aquí está la síntesis y médula de toda la pedagogía y espiritualidad de Don Bosco.
Si un chico golpeado por la vida es capaz de amar, ya es un ser humano pleno, integrado -perteneciente- a alguien que lo ama -el salesiano/a-, y así también es ya un creyente: porque el que ama, ha nacido de Dios y conoce a Dios (1 Jn 4,7).
Mamá Margarita modelo
En las Memorias del Oratorio de San Francisco de Sales, Don Bosco cuenta la historia del primer huerfanito acogido en el Oratorio. Con su narrativa cautivante pinta a Mamá Margarita como depositaria de esta capacidad hermosa del amor salesiano. El chico migrante, empapado por la lluvia, “venido de la noche”, se define con una frase sobrecogedora: “Ahora no tengo nada y no soy más de nadie”, un chico “nada-nadie” es recibido con cariño, calidez y amor concreto por Mamá Margarita, que es capaz de hacerlo partícipe en el armado de la primera cama del Oratorio.
Un amor tal pone en práctica el mandamiento nuevo de Jesús.
Por P. Luis Timossi, SDB. CSFPA