En el seminario de Mirabello, Pablo Albera se entrega de corazón a los jóvenes con entusiasmo pastoral, convirtiéndose en sacerdote el 2 de agosto de 1868.
Desde 1858 los jóvenes esperaban los paseos otoñales. En 1864, una gran promesa: ¡Verían el mar en Génova! Don Bosco, desde fines de 1856, frecuentaba benefactores y difusores de las Lecturas Católicas de esta ciudad. Acogidos cálidamente por el arzobispo Mons. Charvaz, surge un sueño: los salesianos allí. El equipo, seis salesianos; al frente, Don Albera, con 26 años, dos seminaristas y tres maestros de taller.
Al despedirlos, el 26 de octubre de 1871, pregunta si necesitan algo. Albera tiene 500 liras, eso costaba el alquiler. “Mi querido Pablo, no es necesario tanto dinero. También en Génova vive la Divina Providencia... Abran un hospicio para los jóvenes más pobres y abandonados”, y les dan lo necesario para el viaje. Al llegar, nadie los esperaba y en la casa no había nada.
Génova, la ciudad puerto, estaba viva. Conexiones ferroviarias, múltiples talleres, población creciente: 14.000 habitantes en 1862 y 22.000 en 1881. Aluvión de migrantes. Fue casi un año en el vecindario de Marassi. A fines de noviembre del 72 abrieron talleres de sastrería, zapatería y carpintería para unos 40 jóvenes. El 3 de diciembre la visita anhelada: Don Bosco.
Sampierdarena con los brazos abiertos
En 1872, el nuevo arzobispo, Mons. Magnasco, ofrece en el barrio de Sampierdarena la Iglesia San Juan Bautista y un exconvento. Don Bosco llega ¡con 30 liras! Lo adquiere con el terreno adyacente para patio el 16 de julio. El 15 de noviembre se trasladan los salesianos y es inaugurado el 8 de diciembre. En la misa, el arzobispo pidió a los feligreses que apoyaran “con corazón genovés”.
El crecimiento es imparable. En 1873 se inaugura la escuela y surgen los primeros artesanos, y en 1874 se amplía el edificio para el secundario y elemental, duplicando los alumnos tanto internos como externos, y se restaura el templo.
En la mente de Don Bosco surgían nuevos proyectos: las primeras fundaciones en Francia y los envíos de misioneros hacia América. En 1875, el 11 de noviembre, Albera acoge a Don Bosco y los primeros misioneros. Salesianos, jóvenes, Cooperadores y benefactores, admirados, los festejan y ayudan.
Ya en 1876 son 120 jóvenes, unos 30 Hijos de María (vocaciones de adultos) y los Salesianos Cooperadores ya están aprobados por el obispo. Algunos salesianos daban catequesis en parroquias y el Oratorio era concurridísimo. Se imprimen las Lecturas Católicas y el 10 de agosto el primer número del Boletín Salesiano. Al año siguiente, acoge a Don Bosco y a Madre Mazzarello, que acompañaba a sus primeras misioneras en la 3a expedición salesiana del 14 de noviembre.
Don Albera era el alma de la casa por su amabilidad, dedicación a los demás y sencilla piedad. Confesor siempre dispuesto. Cuando predicaba llegaba al corazón. Promotor de la devoción a María Auxiliadora, a Jesús Sacramentado y al Sagrado Corazón. Supo conservar amigos y benefactores, conquistar otros muchos: gente sencilla y familias adineradas.
Entre 1871 y 1887, Don Bosco, en sus viajes a Roma o Francia, visitó 46 veces Sampierdarena, 169 días entre todas sus visitas, y ya tenía otros planes para Don Albera: Provincial en Francia.
P. Manolo Pérez sdb, CSFPA - Quito.