Contemplar, discernir y proponer, una propuesta salesiana para observar los signos de nuestros tiempos hoy.
“Basta una sola persona para que haya esperanza, y esa persona puede ser tú”, señalaba el Papa Francisco en 2017 en una charla TED. Nos animaba a dejar nuestra huella, a manifestar nuestro compromiso por la fraternidad y la construcción esperanzadora de un mundo cada vez mejor. Y no se trata de un mensaje de antaño, sino, más bien, de un desafío permanente que hoy más que nunca queremos hacer presente desde la Pastoral Juvenil Salesiana.
A la luz de la consigna del Rector Mayor, don Ángel Fernández, para este año 2021, “Nos mueve la esperanza”, nos hemos preguntado ¿Cómo construimos y compartimos esperanza en el mundo de hoy? y ¿Cuál debe ser el compromiso de los jóvenes y la Pastoral Juvenil con lo social?
Preguntas amplias, pero que intentaremos abordar desde la sensibilidad pastoral que hemos heredado de Don Bosco, no para dar una respuesta cerrada o concluyente, sino para propiciar la reflexión personal y el diálogo comunitario a partir de nuestras propias lecturas y experiencias.
En este espacio y con algunos elementos al alcance de la mano, queremos propiciar en este escrito un recorrido metodológico que nos parece sumamente enriquecedor para escuchar y ver los signos de los tiempos en la sociedad en la cual estamos insertos: contemplar, discernir y proponer.
Contemplar desde la esperanza
Don Ángel Fernández nos señala en el Aguinaldo que “la fe cristiana muestra continuamente cómo Dios, por medio de su Espíritu, acompaña la historia de la humanidad, incluso en las condiciones más adversas y desfavorables”. Por este motivo, estamos llamados a mirar la realidad con la esperanza desde la perspectiva de la historia de salvación.
Nuestro país vive tiempos intensos de crisis sanitaria y social. Cada generación tiene el desafío de responder a su época, por lo que necesita ampliar la mirada para descubrir nuevas rutas en la construcción de un Chile más justo y fraterno. Las próximas elecciones, aplazadas por efectos de la pandemia, surgen del clamor de la ciudadanía expresado en el 18-O, momento en que Chile empieza un camino desafiante en la construcción de una nueva Constitución.
En este proceso vemos signos de esperanza, pues se está construyendo una ciudadanía activa, crítica y comprometida con el país, lo cual se puede visualizar en la gran cantidad de personas que están interesadas en postularse como constituyentes y otros cargos públicos.
A su vez, las praxis sociales orientadas al bien común provienen desde arriba y desde abajo del tejido social. Desde las autoridades de gobierno, el mundo público y privado, podemos observar esfuerzos por crear instancias que permitan enfrentar esta crisis sanitaria y social de la pandemia. A su vez, desde las bases se aprecia el impulso por organizar acciones solidarias, como las ollas comunes y el esfuerzo de los profesionales de la salud, la educación y otros, que se esmeran por servir con su trabajo al pueblo chileno desde las nuevas condiciones de virtualidad.
Ciertamente, contemplar desde la esperanza no nos puede nublar la mirada ni permanecer en un ilusorio optimismo. Sabemos que existen signos de muerte que no nos permiten avanzar hacia la construcción de la fraternidad: violencia, delincuencia, exclusión, inequidad, injusticia, entre otros. Sin embargo, como comunidad de los seguidores de Cristo y salesiana, nuestro aporte es construir esperanza como buenos cristianos y honestos ciudadanos.
Discernir desde el sueño del cardenal
Contemplando la realidad desde la esperanza, quisiéramos resignificar el sueño del cardenal Silva Henríquez escrito en 1991 y aplicarlo a la realidad del país, para que nos anime en nuestro caminar. Cada una de las propuestas de Don Raúl podrían potenciar las páginas de la nueva Constitución y fundamentar las acciones solidarias que vemos a menudo en nuestros barrios.
Empieza señalando: “Me preguntan por el país que sueño o que deseo. Y debo decir que mi deseo es que en Chile el hombre y la mujer sean respetados. El ser humano es lo más hermoso que Dios ha hecho. El ser humano es “imagen y semejanza” de la belleza y de la bondad de Dios”.
Inicia deseando el respeto por el ser humano fundamentado en que es un ser creado por Dios a su imagen y semejanza. Es una invitación a que todos los esfuerzos sociopolíticos tengan como centro a la persona, descartando las visiones minimalistas, sectoriales y particulares que benefician solo a un sector. Esta belleza humana, como ícono de Dios, necesita de mecanismos institucionales que permitan su desarrollo como hijo e hija de Dios.
Al respecto, Don Raúl dice: “Quiero que en mi país todos vivan con dignidad. La lucha contra la miseria es una tarea de la cual nadie puede sentirse excluido. Quiero que en Chile no haya más miseria para los pobres. Que cada niño tenga una escuela donde estudiar. Que los enfermos puedan acceder fácilmente a la salud. Que cada jefe de hogar tenga un trabajo estable y que le permita alimentar a su familia. Y que cada familia pueda habitar en una casa digna, donde pueda reunirse a comer, a jugar y a amarse entrañablemente”.
En tiempos de crisis, como la pandemia, las desigualdades y miserias se exacerban. El derecho de todos y todas a tener una vida digna es la tarea por excelencia que debe enfrentar un país. Don Raúl nombra elementos fundamentales que, actualmente, poseen otros alcances, como una red de internet y un dispositivo para estudiar; acceso a una salud equitativa, territorial e intercultural; trabajos bien remunerados, con contrato y pago de los seguros sociales; políticas públicas que permitan acceder a una casa propia con servicios básicos y espacio suficiente para el habitar armónico de una familia.
Construyendo puentes de fraternidad
Uno de los aspectos positivos de la pandemia es convencernos de la necesidad del otro, pues nuestro mundo se estructura de forma articulada y se relaciona globalmente, donde lo negativo se hace mundial, pero también lo positivo. Al respecto, la fraternidad emerge como el valor a construir.
El Papa Francisco señala que “hay un secreto de la verdadera existencia humana, porque la vida subsiste donde hay vínculo, comunión, fraternidad, y es una vida más fuerte que la muerte cuando se construye sobre relaciones verdaderas y lazos de fidelidad. Por el contrario, no hay vida cuando pretendemos pertenecer solo a nosotros mismos y vivir como islas: en estas actitudes prevalece la muerte”.
El cardenal Silva afirmaba que la fraternidad se construye con solidaridad y amor, fundamentada “en la paternidad bondadosa de nuestro Dios”. Desde estas dimensiones es posible la construcción de un Chile fraterno, donde las relaciones entre los distintos actores sociales se realicen desde la horizontalidad y la simetría.
En esta construcción de la fraternidad, los jóvenes poseen una misión fundamental, pues, como afirma Don Raúl en su sueño de Chile, pide que se escuche a los jóvenes y se les responda como ellos se merecen.
En este sentido, reconocemos en los jóvenes una posibilidad de construcción de puentes de fraternidad que realizan a través de su entrega solidaria en diversos voluntariados y trabajos en las distintas esferas sociales. Por eso, es muy importante su participación en los comicios del presente año, donde Chile está escribiendo una página fundamental de su historia.
Los jóvenes tienen la particularidad de contagiar con su entusiasmo, por eso el llamado es a entusiasmar desde la esperanza y así escribir la Constitución con la tinta de la fraternidad, donde todos caben, independiente de su condición social, económica y religiosa. Estamos seguros de que desde la fuerza juvenil se puede ir construyendo el sueño de Chile que nos dejó como legado Don Raúl como testigo de Cristo e hijo de Don Bosco.
Por Equipo Inspectorial de Pastoral Juvenil