Uno de los científicos chilenos líderes en el combate al Covid-19, explica cómo su formación salesiana influyó en su caminar profesional y científico.
Muchas personas asocian el nombre de Alexis Kalergis a la lucha contra la pandemia del coronavirus. Pero hay algo que pocos conocen sobre el director del Instituto Milenio de Inmunología e Inmunoterapia (IMII), docente de pre y posgrado de la Pontificia Universidad Católica de Chile (PUC) y autor de la vacuna contra el virus sincicial. Forjó su amor por la ciencia en las aulas del Liceo Salesiano Camilo Ortúzar Montt de Macul, en Santiago, lugar en el que cursó desde octavo básico hasta cuarto medio.
“Participar de actividades en misiones y acciones sociales tiene que ver con la disposición de poner al servicio de la sociedad lo que uno hace. Me motiva muchísimo que la investigación científica que hacemos pueda tener un impacto social”, señala sobre la influencia que tuvo su experiencia escolar en lo profesional.
En el Bicentenario de Don Bosco, en 2015, fue distinguido por nuestra congregación debido a su contribución a la sociedad en el ámbito científico. En ese entonces recibió el reconocimiento junto al expresidente Patricio Aylwin, el obispo Alejandro Goic, el comandante en jefe del Ejército de Chile Humberto Oviedo y el cantante Luis Jara.
Una vez salesiano, siempre salesiano
El bioquímico y doctor en Microbiología e Inmunología fue el director del estudio clínico de la vacuna Sinovac en Chile, apareció en el Reporte Covid-19 del gobierno y ha sido entrevistado por diversos medios de comunicación, tanto nacionales como internacionales, por su investigación y desarrollo de la vacuna chilena contra el Covid-19, la que se espera esté lista en 2022. Una vida atareada, pero de la cual tiene buenos ejemplos.
“La comunidad educativa salesiana entrega una formación bastante integral, con un énfasis en lo personal, humano y espiritual, sin descuidar aspectos académicos y de excelencia. Figuras como Don Bosco y Domingo Savio son modelos de personas capaces de conciliar sus creencias con su labor”, comenta.
A pesar de su ocupada agenda, aún mantiene contacto con varias personas de su comunidad educativa. “Con los excompañeros tenemos el clásico grupo de WhatsApp, en el que se manifiesta esa relación de amistad y de preocupación por el otro”.
Recuerda que disfrutaba mucho los buenos días, “creo que es una buena instancia y espero que ojalá todavía la tengan, esas experiencias de escuchar al otro. Para ser franco, extraño mucho el colegio, de hecho, no quería salir”.
Entre risas, confiesa un secreto: “Un año después de haber salido del colegio, ya estando en la universidad, nos colamos en el liceo. Nos pusimos uniforme para hacernos pasar por escolares y estuvimos ahí todo un día. Como los profesores estaban acostumbrados, no era difícil para ellos darse cuenta, pero se preguntaban ¿qué hacíamos ahí?”.
Durante el colegio y universidad tuvo varias dudas vocacionales, pues siempre fue un hombre de múltiples intereses. “Siempre me gustó la química, biología, matemáticas, hasta la filosofía, pero supe que estaba en lo correcto bien entrado en la universidad y me alegro de haber elegido el camino de las ciencias, porque es normal tener dudas, es parte de la inquietud de querer explorar”, expresa.
Por Karina Velarde, periodista