2021 Año de la esperanza

Grandes son los anhelos para este nuevo año que comienza, dejando atrás un difícil 2020. Desde alcanzar una salud global, a un mejor bienestar social nacional; desde recobrar breves instantes como un abrazo, hasta la seguridad de un futuro mejor para todos. Bienvenido 2021.

A un año del inicio de la pandemia provocada por el Covid-19, el Rector Mayor, P. Ángel Fernández, nos invita a mirar y enfrentar la realidad con esperanza. Para ello, en su Aguinaldo 2021, nos ofrece algunas preguntas que nos invitan a la reflexión: esta pandemia “¿dejará algo positivo en las personas y en la organización de las sociedades?, la ‘nueva normalidad’ ¿traerá consigo algo realmente nuevo?, ¿cambiarán algunas realidades para bien?”.

En este reportaje, el testimonio de seis personas que nos dan luces de esperanza: un obispo salesiano, un candidato a constituyente, un trabajador de FDB, una enfermera y dos jóvenes egresados de colegios salesianos.

“La esperanza es un don que Dios pone en el corazón”

Obispo Lorenzelli

En la víspera de sus 40 años de ordenación sacerdotal, monseñor Alberto Lorenzelli, obispo auxiliar de Santiago, nos recibe en su casa, con su acostumbrada cordialidad. Allí, en medio de innumerables reuniones virtuales y presenciales, se hizo un espacio para hablar acerca de la esperanza, la misma con la que está enfrentando los desafíos de la Iglesia de Santiago.

Mons. Lorenzelli, desde su punto de vista, ¿qué es la esperanza?

“La esperanza es una virtud teologal y, por lo tanto, un don que Dios pone en el corazón de cada uno de nosotros. Así como pone el don de la fe y el don de la caridad. La esperanza, que parece ser una de las virtudes más pequeñas, es la que siempre está presente, aunque muchas veces no la reconocemos.

En la historia de la salvación, el tema de la esperanza está siempre presente, porque Dios manifestó su fidelidad al pueblo de Dios. Y, frente al pecado, frente a la infidelidad del pueblo, Dios se mantuvo fiel. Entonces, ¿en dónde nace nuestra esperanza? En eso, en que Dios es siempre fiel, no nos abandona y no se extraña de nuestras debilidades.

Muchas veces pensamos que la esperanza es algo que ansiamos que suceda. Pero la esperanza es algo actual, presente. No solo es futuro. Todos los días que nos despertamos el Señor nos invita a dar gracias por el don de la vida. Aceptar esa cotidianidad es ya un signo de esperanza.

Yo tengo muchas esperanzas. Una de ellas es que, después de este tiempo de angustia, de desolación, de muerte, de enfermedad que todos hemos vivido, volvamos nuevamente a reencontrarnos, a abrazarnos. Además, estos 40 años de sacerdocio son motivo de esperanza también. Veo todos los signos de bondad, de misericordia, de paciencia de Dios que fue cumpliendo en mí, pese a mis debilidades y límites. Porque la esperanza es reconocer que Dios es siempre fiel, que está presente y no nos abandona”.

¿Cuáles son sus esperanzas respecto de la Iglesia de Santiago?

“Muchas veces, cuando hablamos de nuestra Iglesia particular, ponemos el acento en las problemáticas, que tendríamos que comprometernos mucho más. Pero la esperanza pertenece a esta Iglesia, es un don de comunidad, en donde estamos nosotros y el fiel pueblo de Dios del que habla siempre el Papa Francisco. Juntos con ese pueblo podemos construir día a día esperanzas.

El tiempo que se nos abre es de una Iglesia solidaria, una Iglesia samaritana, una comunidad cristiana que se hace partícipe y que quiere vivir los sufrimientos, las soledades y las esperanzas de un pueblo”.

¿Cómo despertar la esperanza en los católicos que la han perdido?

“Hemos vivido un tiempo particular, personas que, por los contagios, han sufrido y han quedado marcados, pero que después retomaron nuevamente fuerza, vigor.

La angustia es más profunda en aquellos que perdieron seres queridos, que no los pudieron acompañar en el momento de la enfermedad, por todas las indicaciones sanitarias, y que tampoco pudieron darles el último saludo en el cementerio. Ese vacío lleva a la desesperanza, a la angustia. Pero nosotros sabemos que, en los misterios de Dios, todo siempre tiene un sentido. Entonces, ¿cómo responder a ese sentido? Reconociendo que Jesús venció a la muerte.

Tenemos que empaparnos un poquito más de Dios. Y ¿cómo despertar la esperanza? Hay una frase muy fuerte y significativa que el Papa Benedicto XVI dijo en un momento y que me acompaña muchas veces: ‘Quien no ofrece Dios a los otros, les ofrece muy poco’. Si Dios está en el centro de nuestra vida, la esperanza es contagiosa, porque es Dios quien contagia de esperanza”.

En el último Aguinaldo, el Rector Mayor nos invita a ser testigos de la esperanza, ¿cómo toma usted esta propuesta?

“Yo creo que fue afortunado este Aguinaldo y hay que agradecerle, sobre todo en este tiempo. Lo que nos transmite es mirar a nuestro fundador que, como dice Don Rúa, ‘veía al invisible’. Y con toda esa esperanza, llena de Dios, Don Bosco fue adelante, esperanzado en que todo se iba a cumplir, porque en el fondo era inspiración de Dios.

¿Quién hubiera pensado que Don Bosco soñaría nuestra Patagonia? Con poca gente, olvidada, al fin del mundo. La sueña, manda a sus misioneros y se cumple su sueño, ¡Y cuántas cosas Don Bosco soñó! Un mundo de jóvenes. Hoy están en 135 países del mundo. Me parece que el Rector Mayor nos invita, sobre todo, a mirar a Don Bosco, que fue un hombre lleno de esperanza.

Para nosotros, salesianos, la esperanza es la que Don Bosco interpretó durante toda su vida. Frente a tantas dificultades e incomprensiones, la esperanza lo llevó adelante. Y todo lo que soñó, no solo se cumplió, sino que continúa”.

“Veo con esperanza esta nueva Constitución”

RIGOBERTO CÁRCAMOb

Rigoberto Cárcamo es trabajador social, gestor cultural, músico, exalumno salesiano y actual candidato a la asamblea constituyente por el Distrito 17 Maule Norte.

“Yo veo con esperanza esta nueva Constitución. Creo que podemos generar un cambio positivo para el país mirando a toda la población, no desde la segregación, sino desde la inclusión, formando comunidad, la que se ha perdido durante estos últimos 10 o 20 años.

Yo creo que es posible volver a lo común, a lo que nos une y no solo a lo que nos desune. Aquí tiene que haber un cambio de mentalidad, y es mirando al otro, al hermano, al compañero que lo está pasando mal.

Debemos darles más protagonismo a los territorios, descentralizando el país. Los que vivimos en regiones nos damos cuenta de que las políticas públicas vienen pensadas a la medida del nivel central y llegan totalmente descontextualizadas de lo local. Por lo tanto, la esperanza es que los territorios se puedan fortalecer y que esto se vea en las poblaciones más vulnerables.

Mi esperanza es que podamos mirarnos a los ojos, también a los migrantes, porque veo un racismo enorme, más aún en regiones.

Mi experiencia en África me hizo dar cuenta de lo importante de conectarnos, de valorar lo esencial. Cuando volví, luego de 10 meses en Mozambique, me di cuenta de que en Chile lo esencial es el auto, el consumo, la foto en Instagram. En África lo esencial era reír, estar tranquilo, tener plata para comer, el trueque, tener mi huerta y trabajarla todos los días para tener sustento para mi familia”.

“Volver a poner la mirada en el otro”

Florencio

Florencio Colilaf es hijo de un cacique mapuche de la Región de La Araucanía. Trabaja desde 2005 en la Fundación Don Bosco, donde se ha desempeñado en diversos roles. Ha sido conductor, encargado de proyectos y director de un albergue para niños de la calle. Por eso dice con orgullo que se siente un educador salesiano.

“Para mí la esperanza va ligada a la fe. Mi esperanza es que este país sea más justo, que exista paridad en todo término, que no se vean diferencias entre clase alta y clase baja.

También tengo esperanza en la fundación. Espero que cada año se vaya perfeccionando y profesionalizando nuestro trabajo, que podamos ir realizando una labor más integradora. Que no solo trabajemos con el niño, sino con toda su familia y con su entorno.

Falta que el Estado tenga políticas públicas centradas en los chiquillos que sufren la vulnerabilidad. Cuesta mucho vincularse con los niños de la calle, porque tienen una desconfianza gigantesca en el sistema. Los adultos siempre les han prometido cosas que después no han cumplido. Pero cuando uno se vincula y conoce a los chiquillos, se da cuenta de que tienen un potencial enorme, que requieren acompañamiento. Conozco muchos jóvenes que han sido capaces de sobreponerse a las dificultades que les ha tocado vivir, que hoy día son mamás y papás trabajadores, que luchan para que su historia no se repita en sus hijos.

Como mapuche, tengo la esperanza de que el Estado en algún minuto diga: sí, existe una deuda. Y que se puedan lograr ciertas reivindicaciones que son esenciales para mi pueblo.

Esta pandemia nos ha hecho crecer y ha permitido observar nuestro comportamiento como seres humanos. Tengo la esperanza de que volvamos a poner la mirada en el otro. Porque nadie se salva solo.

El Creador es uno solo y nos convoca a reconocernos como iguales y nos regala la vida para ponerla al servicio de los demás”.

“Construir un mundo mejor”

Aracelli

Araceli Bustamante es recién egresada del Instituto Politécnico San Miguel Arcángel (FMA), donde fue presidenta del centro de estudiantes, integrante de la pastoral y del equipo de comunicación social del colegio. Rindió la Prueba de Transición, PTU 2020-2021, y quiere estudiar Psicología para especializarse en prevención de abusos infanto-juveniles.

“Mi esperanza es que este 2021 sea un año más reflexivo que el anterior. Que comencemos a valorar las pequeñas cosas, que podamos cumplir los objetivos que nos planteamos durante los años de educación media y que logremos contribuir a la sociedad.

Para mí, la esperanza es un sentimiento muy bonito. Es algo que no se debe perder. Todos necesitamos tenerla. Es algo fundamental para avanzar. Porque, a veces, cuando no nos salen las cosas, queremos llegar y tirar la toalla, pese a que estamos muy cerca de lograr el objetivo. Y no nos damos cuenta, quedamos frustrados, con pena. No debemos perderla.

Un modelo salesiano a seguir es Laurita Vicuña, que nunca perdió la esperanza y siempre dio todo por ayudar.

Hay mucha esperanza en los jóvenes chilenos. Somos una generación que está dispuesta a ser un agente de cambio. Tenemos la esperanza de construir un mundo mejor en donde se cuiden las aguas, se respete la diversidad, donde la segregación y la discriminación ya no sean temas.

Mi esperanza es que mejoremos y que avancemos, que de verdad se frene la violencia en ambos polos. Creo que con el estallido social, la violencia, tanto de los manifestantes como de la policía, fue demasiada , aunque no con el mismo peso.

Espero que eso se frene, que los gobiernos que nosotros mismos elegimos, paren y vayan a solucionar los problemas. Que escuchen más a los trabajadores sociales, a los psicólogos, al personal de salud, que son personas que están viendo el malestar de la gente. Porque Chile es un país enfermo, muy enfermo. Los hospitales siempre están llenos.

Que las personas nos podamos educar más. Que por haber nacido en una población, no te segreguen y enseguida piensen que no sabes nada. O porque naces en un barrio alto ya lo sabes todo.

Ojalá el cambio, que probablemente sea paulatino, se realice en todos los ámbitos posibles”.

“Que podamos compartir entre todos”

Matías

Matías Ortiz estudió electrónica en el Colegio Salesianos Alameda. Actualmente, hace su práctica en la empresa Vendomática. Es coordinador de las Comunidades Apostólicas del Movimiento Juvenil Salesiano (MJS). Rindió la Prueba de Transición, PTU 2020-2021, y espera tener buenos resultados y entrar a estudiar Ingeniería.

“En 2021 espero concretar mis proyectos, alcanzar mis deseos, costear los hobbies que siempre he querido tener. Especialmente, ahora que empecé a hacer la práctica en electrónica. Además, quiero entrar a la universidad y aprovechar a fondo esa oportunidad. Dar todo lo posible y disfrutar la experiencia universitaria que puede ser larga, de hasta seis o siete años.

Otra esperanza es que la CAS se reinvente, que cree nuevas dinámicas para atraer a la gente y que las personas que ya están adentro, sigan con su formación. Que podamos volver a tener esa motivación que había antes y que concretemos los proyectos como equipo. Que la CAS y la Iglesia no se vean de mala manera, que seamos inclusivos y no tengamos sesgos. Porque la pastoral, de verdad, es buena y me hace muy feliz.

Respecto de mi esperanza para Chile, todos anhelamos un mejor país, que se vea más bonito, no solamente por el paisaje, sino por unas caras más contentas. Que el corazón de la gente esté más alegre, que podamos compartir entre todos. No solamente entre quienes tengan una misma opinión, sino respetar a quienes no están de acuerdo con nosotros. Llegar a ese Chile, donde estemos más tranquilos y podamos conversar unos con otros. Eso se ve más cercano, pero hay que seguir haciendo el mismo esfuerzo de antes.

Dentro de las comunidades y la gente, en general, veo que ahora las personas tienen realmente interés sobre lo que quiere para su vida y para su país. Y no solamente para ellos mismos, sino para todos los que quieren, para todos los que aman.

Puede que uno como individuo no cambie mucho las cosas, pero cuando todos participan de ello, el mundo cambia completamente. Entonces, debido a los cambios que se esperan en la Constitución y a los debates que se han dado en todo este tiempo, la gente está tomando la decisión de informarse. Y eso a uno le da mucha fe”.

“La gente espera mucho de nosotros”

Kalaghan

Kalaghan Molina Cisternas es enfermera egresada de la Universidad de Chile. Inició su actividad profesional el año de la pandemia. Forma parte del equipo de salud de uno de los hospitales pediátricos públicos más importantes de Santiago, donde atiende directamente a pacientes con Covid-19.

“Por la historia, sabemos que las pandemias tienen un proceso de transición de, al menos, tres años. Sería ideal que con los nuevos avances este proceso sea más rápido, pero sabemos que la pandemia va a durar, que la calidad de vida y la forma de atender al público no va a ser igual en mucho tiempo y vamos a tener que modificarnos en relación a eso.

El solo hecho de iniciar una carrera de salud en un hospital público ya es desafiante. Imagina lo que significó para mí entrar a trabajar en un momento tan complejo. Ha sido todo un desafío para mí.

Sabemos que la gente espera mucho de nosotros. Hay mucha carga sobre nuestros hombros como personal de salud. Y tanto a la gente de afuera, como a la jefatura, a veces se les olvida que tú también eres persona. Esperan que no te contagies, como si tuvieras superpoderes. Pero tienes que andar en metro o micro.

He visto las consecuencias del Covid-19 en los niños. Inicialmente, ellos no presentan síntomas de forma aguda, pero sí después. Existe una enfermedad que se llama PIMS (Síndrome Multisistémico Inflamatorio Pediátrico, por sus siglas en inglés), pero la gente no lo sabe, creen que por ser niños están protegidos.

Me parece que esta pandemia nos está dando un mensaje: replantearnos cómo estamos viviendo. Fue un ‘stop’ para analizarnos. Nos obligó a conectarnos con nosotros mismos, con nuestras creencias, con nuestras familias, aunque estuviésemos alejados físicamente. Nos obligó a ser más introspectivos, más reflexivos, más espirituales. Que te acuerdes que el presente es hoy, que tu abuelita está aquí hoy, que no sabes si viene otra pandemia o si te puedes contagiar.

Mi esperanza es que nos conectemos más, que analicemos nuestra forma de vivir. La pandemia nos está obligando a preocuparnos por nuestra salud mental. Hay gente que nunca había ido a un psicólogo, por ejemplo, que nunca se había acercado a prácticas meditativas. Hay personas que están buscando realizar actividades deportivas o comer más saludablemente. Siento que alguien nos dio un mensaje: que está mal vivir solo para trabajar, que está mal trabajar solo para generar más dinero”.

Por Alejandro Manríquez, periodista

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