El año 2020 está finalizando. Ha sido un período difícil. La pandemia ha desestabilizado todas las seguridades. La desigualdad, la pobreza y la exclusión de miles de personas han quedado, una vez más, en evidencia. Estos y otros acontecimientos configuran el mundo que el Papa Francisco observa y al que envía su mensaje en la encíclica Fratelli Tutti (Hermanos Todos).
En 287 párrafos describe y analiza las formas de vida vigentes e invita a todos a buscar caminos de justicia y paz. Esta nueva encíclica, firmada el 3 de octubre sobre la tumba de San Francisco de Asís, está inspirada en las sencillas palabras franciscanas: “Fratelli tutti”, “hermanos todos”. “Así escribía San Francisco de Asís para dirigirse a todos los hermanos y las hermanas, y proponerles una forma de vida con sabor a Evangelio”.
Siguiendo la inspiración del “poverello de Asís”, el Papa explica su motivación y propósito: “Este santo del amor fraterno, de la sencillez y de la alegría (…) vuelve a motivarme para dedicar esta nueva encíclica a la fraternidad y a la amistad social (…). Entrego esta encíclica social como un humilde aporte a la reflexión para que, frente a diversas y actuales formas de eliminar o de ignorar a otros, seamos capaces de reaccionar con un nuevo sueño de fraternidad y de amistad social que no se quede en las palabras”.
Fratelli Tutti es una encíclica social, donde lo central son los vínculos entre las personas y la defensa de los más débiles. La discriminación, el racismo, los derechos humanos, la migración, los sistemas económicos, la política, internet, el medioambiente y la pandemia, entre otros temas, están presentes en la carta. Cada una de estas materias, junto a otras relacionadas con la cuestión social, el Papa llama a que sean vividas desde la fraternidad y la amistad social, al estilo de la expresión franciscana “Hermanos todos”.
Sombras de un Mundo Cerrado
En un diagnóstico inicial, Francisco llama “sombras de un mundo cerrado” a lo que impide vivir plenamente la experiencia de la fraternidad. Señala que los sueños se rompen por el regreso de nacionalismos fanáticos, por los intereses económicos y financieros, por la discriminación (“descarte” lo llama él) y el racismo. “En el mundo de hoy persisten numerosas formas de injusticia, nutridas por visiones antropológicas reductivas y por un modelo económico basado en las ganancias”.
Hace notar, además, que las mujeres son mayormente víctimas de esas tinieblas. “Es un hecho que doblemente pobres son las mujeres que sufren situaciones de exclusión, maltrato y violencia, porque frecuentemente se encuentran con menores posibilidades de defender sus derechos”.
En este “mundo cerrado”, él identifica la pandemia como una sombra más que “desenmascara nuestra vulnerabilidad y deja al descubierto esas falsas y superfluas seguridades”.
Fraternidad: La Esperanza
Sin embargo, existe esperanza: la fraternidad. Con la parábola del Buen Samaritano, Francisco revela cómo debe entenderse esta actitud. El samaritano que se detiene en el camino y auxilia al hombre herido y hace propia la fragilidad de los otros. “Al amor no le importa si el hermano herido es de aquí o es de allá. Porque es el amor que rompe las cadenas que nos aíslan y separan, tendiendo puentes; amor que nos permite construir una gran familia, donde todos podamos sentirnos en casa [...]. Amor que sabe de compasión y de dignidad”.
Cuando se olvida esta enseñanza, la fraternidad se disfraza en acciones políticamente correctas y se manifiesta en solidaridad esporádica. “Se mira al que sufre sin tocarlo, se lo televisa en directo, incluso se adopta un discurso en apariencia tolerante y repleto de eufemismos”. Por esto, nos invita “a ser otros buenos samaritanos que carguen sobre sí el dolor de los fracasos (…), incansables en la labor de incluir, de integrar, de levantar al caído”.
La Amistad Social
La expresión “amistad social” enfatiza una fraternidad que va más allá de las propias fronteras. Una amistad que reconoce gratuitamente el valor del distinto, del pobre, del migrante. “Hacerse presentes ante el que necesita ayuda, sin importar si es parte del propio círculo de pertenencia (…). Dejar de lado toda diferencia y, ante el sufrimiento, volvernos cercanos a cualquiera. Entonces, ya no digo que tengo prójimos a quienes debo ayudar, sino que me siento llamado a volverme yo un prójimo de los otros”.
Sin embargo, advierte el Papa, el logro de la fraternidad y de la amistad social con los pobres y excluidos no será posible si se mantienen el individualismo y la búsqueda egoísta del éxito económico. “Si la sociedad se rige primariamente por los criterios de la libertad de mercado y de la eficiencia, no hay lugar para ellos, y la fraternidad será una expresión romántica más”. Y previene: “Ignorar la existencia y los derechos de los otros, tarde o temprano provoca alguna forma de violencia, muchas veces inesperada”.
La construcción de una sociedad con “sabor a Evangelio” es el llamado,“la Iglesia tiene un papel público que no se agota en sus actividades de asistencia y educación, sino que procura la promoción del hombre y la fraternidad universal (…). Como María, la Madre de Jesús, queremos ser una Iglesia que sirve, que sale de casa, que sale de sus templos, que sale de sus sacristías, para acompañar la vida, sostener la esperanza, ser signo de unidad para tender puentes, romper muros, sembrar reconciliación”.
¿Cómo construir la fraternidad y la amistad social?
El Papa propone una norma de vida concreta: “En el nombre de Dios (…) asumimos la cultura del diálogo como camino; la colaboración común como conducta; el conocimiento recíproco como método y criterio”.
Al finalizar su carta, Francisco nos invita a pedir a Dios “que prepare nuestros corazones al encuentro con los hermanos más allá de las diferencias de ideas, lengua, cultura, religión”. Nos llama, en suma, a hacer vida las palabras de San Francisco: “Fratelli tutti” (hermanos todos).
Por Claudio Jorquera