El transhumanismo es una corriente de pensamiento que busca el mejoramiento humano a través del progreso tecnológico. Desde sus orígenes, ha sido una idea que ha levantado un debate que requiere ser evaluado no solo a la luz del progreso de las ciencias, sino también desde la perspectiva ética. La oportunidad que hoy tiene la humanidad de superar los límites de la biología es evidente, el punto es que sepamos aprovecharla con responsabilidad.
Es en esta línea que Elon Musk, director general de la empresa de automóviles autónomos Tesla Motors y de la empresa de transporte espacial SpaceX, fundó en 2016 la empresa Neuralink, que tiene por objetivo principal ser una respuesta “trans”- humana ante la inminente llegada de la Inteligencia Artificial avanzada (IA). Es decir, que en el futuro no seamos dominados por las máquinas. Una propuesta que parece sacada del mundo de la ciencia ficción, al más puro estilo de novelas futuristas de escritores como Isaac Asimov o Arthur C. Clarke.
La compañía investiga la posibilidad de instalar un ordenador dentro de nuestra cabeza para potenciar nuestras capacidades cognitivas y acortar la brecha que existe con las funcionalidades desarrolladas por la IA. La motivación principal no es luchar contra las máquinas, sino entender estos avances como una posibilidad para mejorar nuestras propias facultades.
El dispositivo consiste en colocar varios implantes con electrodos en nuestro cerebro, que permitirían que los niveles cognitivos se actualicen, como pasa con el software de nuestro smartphone cada cierto tiempo. En síntesis, volvernos mucho más listos. Además, también permitirían controlar otros dispositivos, como el celular o la TV, e incluso navegar en la web solo con el uso de nuestra mente.
Desafío: respetar la dignidad
A pesar de parecer una iniciativa para resguardar la seguridad del ser humano en el futuro, esta medida se encuadra bajo el gran paraguas de lo que ya hemos mencionado como “transhumanismo”, corriente que desde la perspectiva de ética cristiana siempre ha sido foco de debate y discusión.
“Adquirimos aspectos nuevos de conciencia y nuevas tecnologías para mejorar a los seres humanos. Y estas novedades se usan bien o mal. Bien, cuando se aplican las reglas morales de respeto a la persona, que es libre y debe ser amada por sí misma y, por tanto, no debe ser instrumentalizada para otros fines. Mal, cuando se explota a las personas, se las utiliza para otros fines. Si en cambio se las ayuda, es por su bien”, señala Robert Gahl, ingeniero, filósofo y teólogo estadounidense, profesor de Ética Fundamental en la Universidad Pontificia de la Santa Cruz de Roma.
Este comentario está en sintonía con lo señalado por el Papa Francisco en el contexto del congreso de transhumanismo organizado por la Cátedra Francisco José Ayala de Ciencia, Tecnología y Religión, de la Universidad Pontificia Comillas. Aquí animó a los investigadores “a profundizar en el estudio interdisciplinar propuesto para comprender mejor y afrontar los cambios y desafíos actuales, con vistas a que la vida humana y su dignidad sean respetadas, evitando cualquier intento de instrumentalización”.
La compañía de Elon Musk no se aleja de este propósito, ya que defiende que esta tecnología también ayudará a curar o paliar enfermedades como la epilepsia, párkinson y alzhéimer. Justamente esto es lo que argumentará ante el gobierno de Estados Unidos para que le permitan seguir con la investigación.
Algunas pruebas
Ya han hecho pruebas en ratas, donde implantaron por medio de cirugía pequeños hilos que, por medio de sensores, recopilaron información de sus cerebros y la enviaron a un chip receptor de cuatro milímetros ubicado en sus cráneos. Pero los tests no solo se han aplicado en ratones. Según lo señalado por Musk durante un encuentro en el que presentó el desarrollo de la empresa, “un mono ha podido controlar una computadora con su cerebro”.
La compañía espera que los usuarios puedan intercambiar pensamientos con otros o aprender digitalmente cualquier habilidad, como se muestra en películas como “Matrix”. Todos estos alcances son posibles, pero han dejado muy claro que el principal objetivo ahora es ayudar a comunicarse a pacientes que sufren parálisis cerebral.
Aunque curar enfermedades neuronales sea una causa muy positiva y necesaria para muchas personas, esta tecnología plantea aún más desafíos. Si podemos actualizar nuestro cerebro como si fuera el sistema operativo del smartphone, entonces ¿podrían también hackearnos? o ¿las empresas podrían espiarnos?
El futuro, a la luz de estos desarrollos, parece una locura solo prevista por la ficción, pero si todo va en ayuda del ser humano, respetando su dignidad, entonces bienvenida sea esta innovación.
Por Joaquín Castro, periodista