Las visitas a las cárceles, sin duda, marcaron la misión de Don Bosco. “Si estos muchachos tuvieran un amigo que se preocupase de ellos e instruyese, se reduciría el número de los que vuelven a la cárcel”, indica en sus memorias. Hoy vivimos una realidad distinta a la de Turín del siglo XIX, pero mantenemos una necesidad latente: el acompañamiento necesario para prevenir.
El programa Abriendo Caminos, del Ministerio de Desarrollo Social y Familia, ejecutado por la Fundación Don Bosco, busca brindar acompañamiento a niños, niñas y adolescentes, de cero a 18 años, con un adulto significativo privado de libertad y a su cuidador principal. Para esto, cada familia es orientada por un equipo profesional compuesto por trabajadores/as sociales, psicólogos/as y profesores/as, que realizan un diagnóstico integral de las familias e implementan un proceso psicosocial y sociolaboral por 24 meses.
Marco González es una de las más de 1.700 personas que sustituyeron su reclusión en la cárcel por una reclusión total en su domicilio a través de la Ley de Indulto General Conmutativo, promulgada como medida preventiva por la propagación del Covid-19 en recintos penitenciarios. Regresó a su hogar, en La Florida, junto a su esposa, Beatriz Luna, y sus hijos Jeico, Marco y Millaray, de 15, 13 y 11 años de edad. Su familia es una de las beneficiarias del programa.
“Han venido a dejarnos mercadería, ayudar a mis hijos en sus tareas y muchas cosas más que nos han servido bastante como familia y como personas”, expresa Marco. Su esposa Beatriz, quien pronto abrirá un pequeño negocio con la ayuda de la Fundación, aprecia mucho el apoyo recibido, dando gracias en especial “a la tía Maribel, que ha sido un siete con nosotros. “La vamos a extrañar mucho”.
Matías, Agustín y Diego, de 13, nueve y tres años de edad, viven junto a su abuelita Sandra Ramos, jefa de hogar en La Florida. Participan de las actividades organizadas por Patio Punitaqui, oratorio de Fundación Don Bosco de la comuna, y han recibido la ayuda solidaria durante estos meses. “Estoy contenta por la ayuda que he recibido de esta gente muy linda. Gracias por todo”.
Silvia Aravena se encuentra a cargo de los cuidados y crianza de su hermano menor de 15 años, Alan, y de su hijo de 14, Aníbal. “Gracias por los alimentos que nos han dado, les deseo lo mejor y cuídense”, expresó sinceramente Alan, agradecido porque su familia haya sido parte de este programa, cuya participación está a punto de concluir.
Por su parte, Silvia comenta: “Desearía que nos dieran un año más para seguir participando en la Fundación. Quiero dar cordialmente las gracias a Maribel y a Ivette por toda la ayuda que han generado durante este tiempo de pandemia. Su preocupación por los niños en el tema psicológico y en sus tareas. Muchas gracias, de corazón”.
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