El coronavirus nos ha hecho experimentar que somos vulnerables. La muerte nos alarma, porque vemos que se hace presente y acerca a todos por igual. Algunos con incertidumbre, miedo o preocupación, miran a su alrededor y sienten que pueden ser contagiados. Por otra parte, vemos la presión de los estándares de medición del sistema social en que vivimos, para resolver todo pronto y volver a una llamada “nueva normalidad”.
Esta compleja realidad que vivimos debe ayudar a preguntarnos ¿cómo estamos viviendo nuestra vida? ¿Qué elementos son los que realmente nos constituyen como personas? Es un momento privilegiado para que nos encontremos con el Dios de la Vida, este Dios olvidado y marginado de nuestra sociedad, porque si tenemos necesidad de salud, también tenemos necesidad de salvación. Es momento, además, para que nos volvamos personas solidarias y generosas, capaces de servir a los demás.
Muchos en la sociedad actual no saben qué hacer ante la muerte. Desconocen la realidad de miles de personas que conviven con esta experiencia a diario, y que sufren, además, hacinamiento y discriminación por su condición social.
La pandemia del Covid-19 nos ha mostrado la pobreza en todos los sentidos, estremeciendo a la humanidad, obligándonos a sentir y comprobar lo que verdaderamente somos: débiles, limitados, incapaces de superar algo que la misma naturaleza nos ha presentado y que, consecuentemente, nos insta a ser humildes.
Se hace imprescindible que entre todos forjemos un nuevo paradigma de sociedad, comunidad y familia, cuyo foco no sea la acumulación ilimitada de bienes, la brutal competición, el individualismo, el consumismo, el derroche, el afán de poder y la indiferencia ante la miseria.
Desde el lugar en que me desenvuelvo, veo que es urgente seguir fortaleciendo lo que realmente vale la pena: la fraternidad, el cuidado de todos, la solidaridad social, la compasión y la ternura. Estamos en momentos de proponer la sociedad que queremos, que solo será posible si nace una nueva conciencia en nuestras personas que mire al que está al lado para sanar heridas, dar una mano, escuchar e inyectar esperanza
Ojalá puedas comprometerte en la batalla para sembrar el bien, que no se combate con miedo, sino con convicciones.
Infórmate cómo colaborar en: fundaciondonbosco.cl
Por P. Víctor Mora, presidente Fundación Don Bosco