Domingo: un ejemplo en tiempos de crisis

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La propuesta del Aguinaldo para este año nos sorprende con el desafío de tener que vivirlo en medio de una inusitada y devastadora situación de pandemia. Los ritmos de vida han cambiado, los proyectos para el futuro han quedado desdibujados en el suspenso y la incertidumbre, el corazón se nos oprime ante tanto sufrimiento, ganan espacio el miedo, el agobio y quizás la desesperanza…

¿Cómo ser honrados ciudadanos y buenos cristianos en tiempos de pandemia? En 1854 se vivió en Turín una epidemia de cólera. Fue terrible, sobre todo en los barrios más pobres de la periferia, donde murieron centenares de personas. Tampoco entonces había medicinas adecuadas para afrontar la enfermedad, eran casi tantos los muertos como los contagiados.

Según testimonia Don Tomatis, en el 5° volumen de las Memorias Biográficas de Don Bosco: “Junto al Oratorio hubo familias que quedaron no solamente diezmadas, sino exterminadas. Entre la casa Bellezza, casa Filippi y casa Moretta, a pocos metros del Oratorio, murieron en poquísimo tiempo más de 40”.

Fábrica-escuela de caridad

Hacía apenas ocho años que Don Bosco con su mamá habían iniciado el Oratorio en Valdocco, en medio de esa realidad social, la “más pobre y desamparada” de la sociedad.

Ante esta epidemia, Don Bosco reza, distribuye la medalla de María Auxiliadora y lanza a sus chicos al servicio social: los mayorcitos atienden a los contagiados en los lazaretos, los adolescentes visitan las casas, detectan enfermos y muertos abandonados, los más pequeños -con Mamá Margarita- se quedan en casa y preparan lo necesario para los que salen en misión.

Gloriosa la actuación de Margarita, que sostenía a Don Bosco y a los chicos con su cariño materno y su laboriosidad industriosa e incansable. Cuando ya no quedaba un paño, una sábana, una camisa que sobrara, ella quita los manteles del altar y se los da a los jóvenes para que cubran el “cuerpo de Jesús” en los enfermos más pobres. Bien conocemos que, como prometió Don Bosco, ningún chico del Oratorio se contagió.

Domingo llega al Oratorio

En octubre de ese mismo año, Domingo Savio se encuentra con Don Bosco en I’Becchi. A esas colinas que lo vieron nacer, el santo de los jóvenes llevó a pasar un merecido descanso al grupo de muchachos del Oratorio, exhaustos del servicio prestado a los enfermos de cólera.

Para noviembre, Domingo ya es uno de los 76 internos residentes en el Oratorio. Muchos de sus primeros compañeros eran los huerfanitos del reciente cólera que Don Bosco aceptó entre sus “hijitos”.

Todavía existía la Casita Pinardi, pero ya realizaban todas las celebraciones en la iglesia de S. Francisco de Sales y habitaban la nueva ala del edificio apenas concluida. Domingo tenía 11 años de edad.

Propuesta del buen cristiano

Desde pequeño, Domingo tenía una inclinación muy fuerte a la piedad y poseía un corazón inflamado de amor a Dios. Tanto fue así que sorprendió al mismo Don Bosco en su primer encuentro, quien expresó: “Descubrí en aquel jovencito un ánimo en todo de acuerdo con el Espíritu del Señor y quedé muy asombrado considerando el trabajo que la gracia de Dios había ya obrado en él, en tan tierna edad”.

Sin embargo, Domingo era un muchachito normal, “que sacaba la lengua para un costado cuando debía hacer algo de fuerza (…) y era muy habilidoso en el juego de la ‘lipa’, tanto, que todos lo querían en su equipo”, como testimonian en su causa de beatificación y canonización algunos compañeros.

Una predicación de Don Bosco le replantea el significado de su vida cristiana: “Yo no sabía que se podía ser santo con tanta facilidad. Pero ahora que entendí que puedo ser santo estando alegre, yo quiero absolutamente hacerme santo, tengo la imperiosa necesidad de hacerme santo”. ¡Este es el modelo de “buen cristiano” que Don Bosco sabía contagiar a sus muchachos! Domingo será el primer niño no mártir de la historia de la Iglesia.

Santidad, servicio por los demás

Ese 1854 fue un año de gracia. El 8 de diciembre es declarado el dogma de María Inmaculada. El amor de Domingo por la Virgen lo lleva a la creación de un grupo (“compañía”) dedicado a ella. Con este grupo de amigos se propone fermentar positivamente el “ambiente oratoriano”, ese espacio vital creado esencialmente por un tipo de vínculos basados en la amorevolezza y la confianza, donde todo colabora a la educación y al crecimiento en la vida de fe de sus integrantes.

Pero Domingo necesita aún del sabio acompañamiento de su maestro espiritual. Don Bosco encauza sus ganas de hacer penitencias, orientándolo hacia el cumplimiento del deber y la aceptación de la voluntad de Dios en la obediencia. Le recomienda que no deje de tomar parte siempre en la recreación con sus compañeros y lo lanza a un cristianismo de acción: “Emplearse en ganar almas para Dios”.

De esta forma, Savio se pone al servicio de sus compañeros: lustra los zapatos, limpia la ropa, presta todo tipo de asistencias a los enfermos. Don Bosco le encarga a los chicos nuevos para que los acompañe y los inicie en la vida del Oratorio. Él se transforma en su ángel custodio. Va siempre al encuentro de los solos, los que ve tristes, para consolarlos haciendo propias sus aflicciones. Sabemos también de su valentía al afrontar a dos muchachotes que se habían retado a pedradas. Poniéndose en medio de ellos con el crucifijo, logra calmarlos y que se pidan perdón.

El “honrado ciudadano” Domingo lo vive yendo aún más allá. Misteriosamente, intuye el grave estado de salud de su madre cuando estaba por dar a luz a su hermanita Catalina. Con la autorización de Don Bosco, va hasta la casa, la abraza, le pone al cuello un escapulario y regresa a Valdocco. Su madre tuvo un parto feliz. Por esta gracia, santo Domingo Savio es invocado como patrono de las madres embarazadas.

Modelo del Aguinaldo

No pasaron dos años de la muerte de Domingo cuando Don Bosco publica “La vida del jovencito Savio Domingo, alumno del Oratorio de San Francisco de Sales”. La escribe a pedido de sus mismos compañeros y para poner como modelo a un muchachito del mismo Oratorio que logró armonizar, de forma admirable, los dos elementos que constituyen la esencia de la santidad juvenil salesiana.

La santidad de este adolescente de nuestra familia nos estimula y desafía a ser también nosotros radicales en la práctica de ser “honrados ciudadanos y buenos cristianos”, afrontando con su ayuda y ejemplo la realidad que hoy nos toca vivir.

Por P. Luis Timossi, sdb

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