Estimados miembros de la Familia Salesiana, amigos de Don Bosco: En situaciones de grandes calamidades, es entendible que los seres humanos, de ayer y de hoy, elevemos los ojos al cielo cuando vemos amenazado el don más grande que tenemos: la vida. Ha caído nuestro orgullo de ser omnipotentes protagonistas del mundo moderno, señores de la ciencia y del progreso.
En plena cuarentena doméstica y sin poder salir a la calle, comenzamos a valorar la realidad de la vida familiar. Todos dependemos de todos, somos vulnerables, necesitamos unos de otros, estamos interconectados globalmente, para bien y para mal.
Surgen reflexiones sobre el sentido de la vida y la realidad de la muerte, un tema hoy tabú. Los creyentes nos preguntamos por qué Dios permite y calla ante esta epidemia. ¿Es un castigo? ¿Dónde está Él en todo esto?
No estamos ante un enigma, sino ante un misterio de fe que nos interpela a creer y confiar en un Dios Padre que no castiga, que es bueno y misericordioso, que está siempre con nosotros. Es el Emmanuel; creemos y confiamos en Jesús de Nazaret, que viene a darnos vida en abundancia y se compadece de los que sufren. Creemos y confiamos en un Espíritu vivificante, Señor y dador de vida. Desde esta certeza y poniendo la mirada más allá de nuestra limitada condición humana, podremos salir renovados de esta crisis.
Jesús, con su identificación con los pobres y los que sufren, ilumina nuestra vida, y con el don del Espíritu nos da fuerza y consuelo en los momentos difíciles de sufrimiento y pasión. Se nos revela en las víctimas de esta pandemia, en los médicos y personal de la salud que los atienden. Está en los científicos que buscan una vacuna contra el virus; en todos los que en estos días colaboran y ayudan para solucionar el problema; en los que rezan por los demás, en los que difunden esperanza.
También nosotros queremos abandonarnos con confianza en que la Providencia de Dios está actuando entre nosotros y nos interpela a dar una respuesta generosa en este momento, en este complejo y preocupante escenario que estamos viviendo como comunidad humana a nivel mundial y nacional.
Este es un tema que nos involucra a todos. Cada uno puede aportar para que este virus, que aqueja a tantos hermanos y hermanas, no se siga expandiendo, por eso, el llamado es a acatar las indicaciones dadas por nuestras autoridades y a mantenerse, dentro de las posibilidades de subsistencia, en el interior de nuestras familias y comunidades. Hoy estamos involucrados y vulnerados.
Este escenario nos llama también a la acción. No nos vamos a quedar de brazos cruzados viendo cómo nuestro pueblo sufre. Así como Don Bosco, nuestro padre y fundador, enfrentó la epidemia del cólera en 1854, los invito a ponernos en manos del auxilio materno de María, a intensificar nuestra oración personal y comunitaria, pidiendo por todas las personas que se encomiendan a nuestra oración y por aquellos que se ven más afectados por esta pandemia, los enfermos y ancianos, por los que trabajan en los servicios de salud.
Podemos y debemos seguir evangelizando y educando, ejerciendo el ministerio pastoral y el asesoramiento a través de los medios de comunicación y las redes sociales, así como todas nuestras obras ofrecen un servicio de acompañamiento.
Hemos puesto a disposición de las autoridades nuestras casas de jornadas y retiros en Quilpué, Macul y Lo Cañas, como un gesto concreto de nuestro compromiso ante este momento crucial de nuestra historia. Pronto volveremos a abrazarnos.
Les bendice, P. Carlo Lira Airola, Inspector