Acompañamiento pastoral salesiano

DSC_1017 2

Durante este año 2020 reflexionaremos en nuestro Boletín Salesiano acerca del acompañamiento, y en este primer artículo lo haremos desde una visión global, pastoral y salesiana. Nuestra congregación ha seguido la tradición de la sabiduría eclesial, al alero de los padres del desierto; de San Ignacio de Loyola, a través de los Ejercicios Espirituales, y de San Francisco de Sales, sin ser los únicos a quienes se ha recurrido.

Sin embargo, el modelo que para nosotros es más nítido viene expuesto en las biografías escritas por el mismo Don Bosco: vidas de Domingo Savio, Miguel Magone y Francisco Bessuco. En ellas encontramos la clave de comprensión que tenía nuestro fundador sobre el tema y que se ha ido cristalizando a lo largo del tiempo con un lenguaje y contenido bien preciso.

Esta vez nos referiremos al acompañamiento pastoral salesiano entendido en su triple dimensión: del ambiente educativo, de grupos y a nivel personal.

Acompañamiento del ambiente educativo

Este nivel es esencial en el pensamiento de Don Bosco y en la tradición salesiana. Generar un clima basado en la confianza y en valores comunes asegura la primera ‘condición de posibilidad’ de la relación educativa y evangelizadora. En la medida en que los educadores se relacionan entre sí en un entorno donde priman la confianza y la amabilidad, esto produce un buen clima a su alrededor, que es percibido por los jóvenes, inspirándolos a compartirlo.

Para Don Bosco, el Sistema Preventivo tiene como base la confianza sobre la cual se sostiene la convergencia educativa entre los adultos y los jóvenes, sean educadores, padres de familia o cualquier persona que conforma la Comunidad Educativo-Pastoral. Para generar este ambiente en cada una de nuestras obras parroquiales, universitarias, escolares, oratorianas, etc., además de la confianza son necesarias también otras habilidades, como la empatía, la sociabilidad, la responsabilidad y el respeto del cumplimiento de los roles y funciones asignados, todo lo cual genera climas saludables y propicios para la educación.

Si una persona ingresa a nuestra comunidad y ve, objetivamente en ella, un ambiente limpio y ordenado, donde se saben exactamente los deberes de cada cual y las relaciones interpersonales son respetuosas y equilibradas, es una primera forma de vivir el acompañamiento. Don Bosco llamaba a esto cumplir exactamente con el deber cotidiano. Piedad y estudio, le decía a Domingo Savio.

Este primer nivel atañe a todos los que conformamos la CEP, pero con una alta responsabilidad a quienes deben favorecer el cuidado y generación de tales ambientes. Un acompañamiento esencial, ya que favorece el cuidado de los ambientes seguros, que promueven relaciones sanas y sin abusos de ningún tipo.

Acompañamiento de grupos

Si la primera dimensión se trata de la comunidad en su conjunto, en este caso hablamos de pequeños grupos que favorecen la construcción de la identidad, además del descubrimiento de la propia vocación de niños, niñas, adolescentes y jóvenes y, en el caso de los adultos, de potenciarla.

Don Bosco propició su conformación desde los orígenes del Oratorio en Valdocco. Allí los niños profundizaban algunos aspectos de la vida cristiana y de piedad, al mismo tiempo que fortalecían cualidades propias del desarrollo humano, como la responsabilidad, el liderazgo, el trabajo en equipo, la tolerancia a la frustración, etc.

Además de potenciar la identidad y la vocación, el grupo permite tener intereses comunes y favorecer elementos específicos que van en pro de la comunidad y de los mismos integrantes de la CEP. En cada uno de los ambientes educativo-pastorales es pertinente generar instancias de formación y encuentros grupales. El Movimiento Juvenil Salesiano (MJS) es un espacio privilegiado para esto, estableciendo comunidades de vida. Lo mismo es pertinente con educadores y asistentes.

En este nivel el acompañamiento es más personalizado respecto del primero, donde, además, los mismos adolescentes y jóvenes asumen roles de animación y liderazgo, teniendo protagonismo en diversos aspectos.

Acompañamiento personal

Este es quizá el aspecto más conocido. En la tradición de la Iglesia se habla de dirección y/o acompañamiento espiritual, que refiere expresamente a lo que en la congregación conocemos como acompañamiento personal.

A diferencia de lo que es entendido muchas veces, no está restringido al campo vocacional consagrado. Para Don Bosco se trata, fundamentalmente, de favorecer el desarrollo del proyecto de vida, de la vocación de cada persona, de cada bautizado, para que se encamine en la vida de santidad a la que todos estamos llamados/as.

El acompañamiento personal es un arte y una gran responsabilidad para el educador/a. Se trata de compartir las dimensiones del desarrollo de la persona. Para ello se requiere que el acompañado tenga confianza en el acompañante y que este tenga algo que ofrecer, una densidad eclesial y espiritual, y una madurez, que le permita desarrollar este ministerio como una vocación.

Este tipo de acompañamiento se puede desarrollar de diversos modos en un ambiente salesiano. En el patio, en las entrevistas, en los diálogos, pero siempre a nivel de la personalización de cada integrante. Para ello, cada cual puede asumir la responsabilidad según su competencia, pero es indispensable que tengamos algunas claves formativas dado lo delicado que implica un servicio como este.

Integralidad

Hemos de decir que estos niveles no se viven separadamente, sino en un único movimiento de convergencia para favorecer la formación integral de los niños, niñas, adolescentes y jóvenes de nuestras comunidades.

Por otra parte, es indispensable destacar al educador/a como persona clave para propiciar e intencionar el proceso de acompañamiento que abra espacio al don del Espíritu Santo para vivir este camino, eje articulador esencial en cualquiera de los niveles. Justamente a ellos dedicaremos el siguiente artículo.

Por P. Claudio Cartes, SDB

Deja un comentario