Los griegos conceptualizaron la “política” como el arte de vivir en sociedad, de converger, de compartir ideas, de construir en conjunto la democracia. Palabra que hoy interpela a un grupo importante de jóvenes fruto de su desconfianza con el sistema político y democrático representativo actual, que ha decantado en las movilizaciones sociales.
“En 2008 construimos una investigación sobre cómo entienden la participación los sujetos cuando quieren construir una ley, observando las consultas hacia la Ley General de Educación (LGE). Nos dimos cuenta de que siempre quieren participar, algo positivo para la democracia. Pero, por otro lado, hay un modelo que tensiona, el representativo, que genera ciudadanos resignados que no participan de las decisiones políticas”, señala el académico de la Universidad Católica Silva Henríquez (UCSH), Pablo Solorzano.
Mientras en el imaginario colectivo de lo que “debería ser” ya estaba instalada una visión más activa y un Estado que escucha, recién hoy se está debatiendo sobre los mecanismos formales en la estructura para dialogar con este mundo ciudadano. Todo esto buscando dar respuesta a las demandas sociales de mayor dignidad para todos, que surgieron fuertemente a finales de 2019.
Una crisis de representatividad impulsada preferentemente por los casos de corrupción develados en el último tiempo, que dan cuenta de una relación confusa entre el mundo político y empresarial, lo que decantó en un malestar colectivo. Situación gestada a la par de una nueva configuración de la sociedad chilena, donde miles de primeros profesionales emergieron de la privatización de la educación en los 90 y el aumento en la tasa de escolaridad, explica el profesor de Filosofía. Nuevas generaciones y con ellas “nuevas solidaridades, distintas de aquella patronal y colonial, que generaron nuevas sensibilidades de otro que está afecto a la sociedad construida”.
“Se puede decir que fue una forma de usura de algunos empresarios que sacaron excesivos beneficios, pero a pesar de esto, hoy existe toda una generación que salió de universidades y que le da una nueva perspectiva a la visión ciudadana. ¿Qué pasa con la solidaridad en esos nuevos registros? Es un tema de afectos. Es distinta a las de jóvenes que van a arreglar techos a poblaciones que no conocen. Este es otro trayecto, donde quienes ascendieron conocen a su estrato de origen y mantienen esa relación porque visitan a sus padres o amigos. Del mismo modo, la escolaridad más el acceso a la información permiten que cambie la fisonomía de la ciudad”, relata.
Por lo anterior, se pueden entender también los “cacerolazos” y manifestaciones en comunas acomodadas como Providencia o La Reina. Nueva solidaridad donde pareciera que hay ciertos bienes espirituales que van más allá del beneficio personal, y que también considera cuestiones relevantes, como la educación, el sistema de pensiones o de salud que necesitamos, el tratamiento de los recursos naturales, entre otros.
Formación integral para una convivencia común
Vivir en sociedad no es un talento innato, sino un arte que se aprende y perfecciona, el cual fue abordado en las aulas bajo el nombre de Educación Cívica. Luego de dos décadas, esta volverá a los colegios chilenos como una asignatura obligatoria para 3° y 4° medio, llamada “Ciencias para la Ciudadanía”. Un gran avance, pero que no aborda al sujeto como ser integral, algo que sí toma en cuenta el proyecto “Gestión de la formación transversal” que abordará el tema integralmente en todos los niveles de la Red de Escuelas Salesianas a partir de este 2020.
“Hay dos elementos que constituyen la educación ilustrada: el cognitivo, con contenidos teóricos como los desarrollados deductivamente en una cátedra de Filosofía, y el práctico, como son los experimentos en el laboratorio de Química. Pero dejas afuera dos elementos que son claves y que constituyen la integralidad del hombre: aprender a convivir y, por otro lado, aprender a ser persona”, comenta el doctor en Ciencia de la Educación Intercultural, fundamentales en la orientación de la formación humano-cristiana.
Ambos aspectos son abordados por esta iniciativa, el primero a través de la “Formación Ciudadana” y el segundo a través del programa “Amor y Cuidado de Sí”, que integra los componentes de afectividad, sexualidad y género, al cual se le sumará la “Formación Ética y Moral”, que propone una reflexión necesaria para entender “quién soy en el mundo” y cuál es el proyecto de vida que proponía Don Bosco.
“El Ministerio de Educación chileno da lineamientos mínimos y la Congregación muy sabiamente decidió ampliarlos. Tomamos los referentes nacionales e internacionales, hicimos una comparación, buscamos los puntos de confluencia con el Proyecto Educativo Pastoral Salesiano (PEPS) y creamos un relato que nos llevó a poner un macromarco interpretativo respecto de cómo se viven estas dimensiones en un colegio confesional”, indica la psicóloga, académica de la UCSH e integrante de la iniciativa, Tatiana Soto.
La propuesta nace desde un trabajo que comenzó a diseñarse en 2018 y que decantó en un libro publicado por la universidad salesiana. Este modelo de gestión será aplicado en tres años y comenzará en 2020 en los siguientes colegios salesianos: Oratorio Don Bosco, Liceo Camilo Ortúzar Montt, Escuela Agrícola de Linares, Centro Educativo Salesiano de Talca (1° a 4° básico) y Liceo Manuel Arriarán Barros de La Cisterna, Colegio Técnico Industrial de Copiapó y Colegio Don Bosco de Antofagasta (7° básico a 2° medio).
Alejandro Rossel, asesor pedagógico de la Red de Escuelas Salesianas, indica que por medio de este plan se busca cumplir el perfil del estudiante salesiano, más integral desde el punto de vista académico, valórico, formativo; con una noción de corresponsabilidad social y un proyecto de vida de acuerdo a los principios identitarios de la institución.
“Esta es una oportunidad para nosotros, que siempre hemos declarado una formación integral acorde a valores cívicos, fiel a nuestro lema “Buenos cristianos y honestos ciudadanos”, expresó.
Por Lorena Jiménez, periodista