Profesionales en el campo de la sicología reflexionan en torno al impacto y repercusiones en la salud emocional de las personas provocados por las manifestaciones, protestas y disturbios violentos en el país, ocurridos durante la crisis social.
En este contexto, el académico de la Escuela de Psicología de la Universidad Católica Silva Henríquez (UCSH), Carlos Ascencio Garrido comenta que “los procesos que hemos vivido en el último tiempo implican cambios enormes en el pacto social que sostiene nuestra realidad compartida. Escenarios como este entregan muchas sensaciones diferentes, que se entremezclan y confunden. Esperanza, alegría, miedo, ansiedad son algunas de las emociones que pueden darse en un contexto tan convulsionado, el cual se extenderá durante gran parte del año 2020”.
Según el profesional, este tipo de escenarios requieren de una especial atención en torno a las redes locales, dada la incertidumbre que generan. La familia, el barrio, el trabajo y los colegios son ambientes donde se pueden desprender gran parte de las inquietudes diarias y considerarlos como espacios donde el tiempo común permite construir lugares de protección, autocuidado y reflexión.
Desde la sicología social, señala el académico, se sabe que gran parte de las relaciones en estos espacios son de colaboración o competencia. No obstante, son las primeras las que generalmente cuidan y mantienen un clima apropiado.
En este ámbito, existen numerosas formas en las cuales se manifiesta la conducta prosocial, como la inclusión y la solidaridad. No solamente manifiestan la necesidad de apoyar a otro, sino evidenciar las diferencias sociales que han dado origen a los procesos de movilización que hemos tenido en 2019, ya que se entiende como una forma de colaboración que permite la inclusión de personas que poseen diferentes situaciones o derechos sociales.
Estas conductas pueden ser profundizadas mediante el ejercicio manifiesto, tanto en el apoyo respecto de las tareas compartidas, la preocupación por el bienestar de los otros y el ejercicio constante de las funciones empáticas que ayudan a la mantención de un ambiente de cooperación que nos permite cuidar este espacio común.
En esta línea, el académico enfatizó que “resulta interesante la posibilidad de realizar una reflexión personal sobre las condiciones en las cuales ofrecemos ayuda a los demás. Factores como la semejanza, la proximidad, la atención y la motivación a ayudar son importantes elementos que determinan las conductas de ayuda y requieren una mirada autocrítica. En ambientes escolares son decisivos para que la experiencia del estudiante sea constructiva y agradable”.
Para concluir, el profesional destaca que es importante considerar que, pese a que la solidaridad posee un elemento político y social muy marcado, tiene un énfasis que se origina en la necesidad sicológica de cooperatividad. “Ello implica que necesitamos una mirada intrapersonal para poder dar las bases del comportamiento cooperativo que nos permita mantener nuestros lugares comunes como instancias protegidas”.