En el diario Clarín de Argentina hablan de “un movimiento social sin líderes visibles y, por lo mismo, con la necesidad de íconos, todos surgidos muy espontáneamente”. El estallido de la ciudadanía chilena en octubre pasado generó sus propios símbolos y héroes, los cuales fueron motivando al arte para transformarse en banderas y afiches, expresión gráfica y concreta de un grupo enorme y sin colores. Un quiltro con pañolín rojo llamado “Negro Matapacos” y todos los personajes que se volvieron protagonistas en este momento de crisis, los que ya son parte de nuestra cultura.
Marcelo Encina, diseñador gráfico de Nodo Creativo, explica que “el humor ha sido una característica de todo este movimiento. A veces, sirve para decir cosas de una forma que llega más a la gente”. Así aparecieron “héroes” como “Pareman” y “Nalcaman”. El primero es un manifestante que se enfrentó a la autoridad protegido solo con un disco Pare a modo de escudo. El segundo es un comerciante de Puerto Montt que se cubre de nalcas para vender su producto. En redes sociales ya se hablaba de nuestros propios Avengers.
La manera de transformarlos en íconos fue a través del cómic, dotando a estas personas comunes y corrientes de bíceps y asociándolas unas con otras. Generación de identidad. Los perros de la calle ahora llevaban pañuelo rojo al cuello y las paredes de la ciudad se transformaron en un libro abierto, donde podía leerse la historia de estos últimos meses a través del grafiti, la imagen y la suma de frases.
Freddy Agurto, de la Asociación de Grabadores del Biobío, expresó que “los artistas realizaron desde un comienzo imágenes del estallido. Algunas muy crudas, muy vómito de lo que estaba pasando. Otras eran más reflexivas, porque el ser humano reacciona de esas dos maneras. No hubo filtro, para que fuera cómo cada uno lo sentía y saliera directo a la calle. En las crisis es donde más aflora la necesidad del artista de sacar lo que lleva adentro”.
Ladrido mundial
Sobre estas figuras representativas del movimiento, Agurto precisó que los primeros grabados demostraban el rechazo al gobierno y luego “decantó en los problemas e hitos que surgían diariamente, como el tema de los disparos a los ojos. En Concepción se bordaron 240 ojos y se regalaron al Museo de la Memoria en Santiago. En la capital, el ícono fue el ‘Negro Matapacos’, que fue creciendo y creciendo, y acá el perro Pepe, que sigue vivo”.
Curiosamente, el perro “matapacos” murió en 2017 y su figura se hizo popular en las marchas de 2011. En Plaza Italia o de La Dignidad se le erigió un monumento de tres metros de altura. Su creador es el escultor Marcel Solá, quien señaló que “representa al quiltro de la calle, abandonado, que lleva una vida llena de abusos e indiferencia. Representa a muchos”. Para el bordado del pañuelo de aquella gran figura participaron 10 jóvenes y todo el material fue reciclado de rejas y metales que fueron dejando las protestas.
Una génesis muy simbólica, tanto, que terminó traspasando fronteras. En el centro de Brooklyn, cientos de manifestantes saltaron los torniquetes del Metro provocando un alzamiento muy inspirado en la realidad chilena. Sí, aunque suene descabellado y demasiado lejano. Prueba de ello es que en las calles se encontraron calcomanías y afiches con la figura del “Negro Matapacos”.
Los símbolos que levantó la gente y la necesidad de figuras terminó generando un lenguaje universal. Uno que empezó con quiltros, discos Pare y Pikachu bailando en medio de esas primeras marchas.
Por Paulo Inostroza, periodista