El legado de Esteban Paredes va más allá del gol 216 y su récord en el fútbol chileno. Desde los ocho años fue criado por su madrastra Marisol -a quien llama “mamá”- y su padre Mario, que siempre trabajó en mármol. Cuando fue al Atlante mexicano, los llamaba constantemente por teléfono, como cualquier chico de provincia que se va a la capital y echa de menos a los suyos. También a sus cuatro hermanas. Hizo todo el colegio en el Complejo Educacional de Cerro Navia y salió con el título de mecánico automotriz... Por si acaso. El fútbol nunca es un camino seguro.
De chico le decían “Totó” y metía goles en el Franja Juvenil, de Villa Carrascal. Hasta el día de hoy, llega a la cancha del barrio a ver a su equipo de siempre, se pone con el “tercer tiempo” y les ha comprado balones y juegos de camisetas. Nunca olvidó de dónde viene. De niño, ya era barrista de Colo Colo y soñaba con jugar en el Monumental. También quiso ser detective, pero no pudo, porque tenía parientes con papeles manchados, su tío estuvo ligado al narcotráfico. En Cerro Navia, a Esteban lo asaltaron más de una vez, con cuchillo al cuello. Así se hizo fuerte.
Actualmente, también se da tiempo para ponerse el buzo y dirigir. Sí, al Prensa FC, que es el equipo de su esposa Jenny. Poco se sabe, pero Paredes volvió a Chile por ella, pues su suegra había muerto y Jenny quería estar cerca de su hermana. Son gemelas, inseparables. Esteban recordó cuando su madre lo dejó con apenas cinco años. En realidad, tiene poca claridad de esos días, pero sí de cuando tenía 13 y ella quiso volver. El goleador era niño. Hoy, cierra la herida sin entender mucho sus razones, pero sí que la familia es lo primero.
Es de la B
El zurdo hizo inferiores en Audax y pasó una prueba masiva para entrar a Santiago Morning. Nada de pitutos. A los 25 años, todavía jugaba en Primera B y tuvo una breve y triste experiencia en el Pachuca de México. Recién a los 28 años llegó a Colo Colo y su carrera fue en ascenso hasta tocar el cielo, pero el camino fue durísimo. Los técnicos lo usaban de “10”, otros lo cargaban a la banda y él solo quería ser delantero. Con la “Roja” marcó por primera vez cuando ya tenía 29. Siempre le costó.
Por eso, lo de Paredes es casi impensado. Hace 10 años, sonaría descabellado pensar en su récord. Más aún, superar los 215 goles de un grande como Francisco Valdés. ¿Y quién fue “Chamaco”? El volante disputó los mundiales del 66 y del 74, fue subcampeón de América encajando tiros libres y habilitando a Caszely y fue encontrado muerto el año 2009, por un infarto. Siempre fue destacado por su humildad y compromiso con los niños.
El kinesiólogo deportivo Juan Caamaño comentó que “tiene 39 años y es el delantero más peligroso del fútbol chileno. No es casualidad. Ahí hay cuidado, buena alimentación, horas de sueño bien proporciona- das. Incluso, estar bien mentalmente. Tranquilo. Esteban es un ejemplo”.
El otro Esteban
Pero Paredes es más que “echar la pelota adentro”. No le gusta jactarse ni andar publicándolo, pero es de los que aceptan habitualmente visitar hospitales, donde se encuentra con hinchas, como Juan Carlos, quien padece ELA y tenía una deuda de tres millones de pesos. Ahí llegó Esteban, con camiseta firmada. El año 2011 jugó un partido por la Unicef, junto a Falcao, Davids y el “Burrito” Ortega. En el once rival estaba Messi y se recaudó un buen monto solidario. El año 2015 jugó golf, junto a Justo Villar, para apoyar a la fundación “Make a wish”.
Ha estado en campañas a favor de la Cruz Roja y juntando alimentos para los menores de La Araucanía. Pero tal vez una de las historias que mejor lo retratan es la de Marcela Bravo, una de las funcionarias de aseo del Monumental. Un día se acercó a Paredes y le comentó que había perdido hacía tiempo sus dientes, que se veía al espejo y le daba vergüenza. El goleador la llevó a la clínica, pagó sus exámenes y el tratamiento. Esa noticia no salió en ningún lado.
Pero Doña Marcela la puso en su portada personal y comentó por entonces que “yo le digo el Choro Paredes, porque es del pueblo. Es una linda persona y por eso le va bien en la vida”. Sonriendo, como antes no se atrevía, agregó una frase maravillosa: “Ahora voy a comprar un lápiz labial. Hace mucho que no lo hacía”. Esos son los otros goles del zurdo de Cerro Navia. Ídolo de Colo Colo, pero más allá de eso, un soñador que tiene muy claro dónde está el arco.
Por Paulo Inostroza, periodista