Abordar la sexualidad y la afectividad en contextos educativos se ha transformado en un reto. Buscando favorecer el diálogo y “el encuentro con las necesidades de las personas y las comunidades” frente al tema, la Congregación para la Educación Católica publicó este año el documento Varón y Mujer los Creó, con el subtítulo “Para una vía de diálogo sobre la cuestión del gender (género) en la educación”.
El texto se articula en torno a tres actitudes: escuchar, razonar y proponer. Estas permiten conocer y comprender diferentes puntos de vista, compartir elementos racionales y prepararse para “una educación cristiana arraigada en la fe”.
El diálogo anunciado en el subtítulo permite “tener presente la diferencia entre la ideología del gender (género) y las diferentes investigaciones sobre esta llevadas a cabo por las ciencias humanas”. Esta conversación con la realidad logra, además, reconocer que esa ideología responde “a ciertas aspiraciones a veces comprensibles”, como señala el Papa Francisco, pero que no debe “imponerse como un pensamiento único que determine incluso la educación de los niños”.
ESCUCHAR
En la actitud de “escuchar”, el documento destaca lo que ha sucedido en las últimas décadas: lectura puramente sociológica de la diferenciación sexual; la identidad sexual se muestra como una construcción social que no se relaciona con la realidad natural o biológica y que lo que importa solamente es el afecto entre los individuos, no la diferencia sexual y la procreación, considerada irrelevantes en la construcción de la familia. No se toma en cuenta la reciprocidad y la complementariedad de la relación hombre-mujer.
Como consecuencia de esto, sexo y género pasan a ser dos conceptos contrapuestos. “El sexo define la pertenencia a una de las dos categorías biológicas que derivan de la díada originaria, femenina y masculina. El género, en cambio, es el modo en el cual se vive en cada cultura la diferencia entre los dos sexos”, señala el texto. Esta contraposición busca “el reconocimiento público de la libertad de elección del género y la pluralidad de uniones en oposición al matrimonio entre hombre y mujer, considerado una herencia del patrimonio patriarcal”.
En la búsqueda de “escuchar” se reconoce que algunos proyectos educativos han tenido procederes considerados machistas y discriminatorios. Ante esto, el texto magisterial propone una educación de niños y jóvenes en el respeto a cada persona “en su particular y diferente condición, de modo que nadie, debido a sus condiciones personales (discapacidad, origen, religión, tendencias afectivas, etc.) pueda convertirse en objeto de acoso, violencia, insultos y discriminación injusta”.
Asimismo, llama a destacar los valores de la feminidad como la capacidad de acogida, la fortaleza ante la desgracia y la disponibilidad para “dedicarse a las relaciones humanas, especialmente en favor de los más débiles e indefensos”.
Sin dejar de reconocer y propiciar los puntos de encuentro anteriores, el texto advierte algunas cuestiones críticas en las teorías de género. Entre estas, destaca “un proceso progresivo de desnaturalización o alejamiento de la naturaleza. El género pasa a ser más importante que el sexo. Lo “neutro” elimina la diferenciación sexual y “vacía -de esta manera, la base antropológica de la familia”.
Esta “neutralidad” en la identidad causa confusión sobre la auténtica libertad. Promueve “la idea de que cada uno juzga como le parece, como si más allá de los individuos no hubiera verdades, valores, principios que nos orienten, como si todo fuera igual y cualquier cosa debiera permitirse”.
RAZONAR
Frente a la descripción de la cultura actual, donde la ideología de género se pretende imponer, el texto entrega algunas argumentaciones que contradicen las pretensiones de esa visión de la condición humana. Afirma que hay argumentos racionales que aclaran la centralidad del cuerpo como un elemento integral de la identidad personal y las relaciones familiares.
El cuerpo es la subjetividad que comunica la identidad del ser. En este sentido, se entienden los datos de las ciencias biológicas y médicas, según los cuales la diferencia sexual entre hombres y mujeres está probada por la genética, la endocrinología y la neurología. “Desde un punto de vista genético, las células del hombre (que contienen los cromosomas XY) son diferentes a las de las mujeres (cuyo equivalente es XX) desde la concepción. La complementariedad fisiológica, basada en la diferencia sexual, asegura las condiciones necesarias para la procreación”.
PROPONER
Después de “escuchar” la realidad y la cultura actual, y de “razonar” frente a las argumentaciones de las teorías de género, el documento propone algunas reflexiones, actitudes y acciones.
Insta a la educación católica a realizar “una aclaración satisfactoria de la antropología sobre la cual se base el significado de la sexualidad y la afectividad”. Esta precisión debe fundarse en reconocer que “el hombre posee una naturaleza que él debe respetar y que no puede manipular a su antojo”. “«Dios creó al hombre a su imagen [...], varón y mujer los creó» (Gen 1, 27)”, y a reconocer a la familia como “el lugar natural en donde esta relación de reciprocidad y comunión entre el hombre y la mujer encuentra su plena actuación”.
Señala dos derechos que sustentan esta afirmación: la familia es “el principal espacio pedagógico primario para la formación del niño...” El niño tiene derecho “a crecer en una familia, con un padre y una madre capaces de crear un ambiente idóneo para su desarrollo y su madurez afectiva”.
Para la escuela propone que sea “una comunidad educativa en la que la persona se exprese y crezca humanamente en un proceso de relación dialógica, interactuando de manera constructiva, ejercitando la tolerancia, comprendiendo los diferentes puntos de vista y creando confianza en un ambiente de auténtica armonía”.
Frente a la educación de la afectividad, llama a las instituciones escolares a fortalecer la alianza con la familia y “ayudar a los estudiantes a desarrollar un sentido crítico ante una invasión de propuestas, ante la pornografía descontrolada y la sobrecarga de estímulos que pueden mutilar la sexualidad”.
Respetar la dignidad originaria
Para concluir, y de acuerdo con el documento, el diálogo –que escucha, razona y propone– parece ser el camino más efectivo para abordar los desafíos actuales relacionados con la educación de la sexualidad y la afectividad. Por el contrario, el enfoque ideológico del género y del sexo, junto con exigir respeto a la diversidad, corre el riesgo de oponer ambos términos. De esta forma, acentúa una antropología donde está ausente la convicción de que el ser humano “posee una naturaleza que él debe respetar y que no puede manipular a su antojo”.
Por Claudio Jorquera, magíster en Educación