Entre los hijos de Don Bosco que llevan adelante su misión al estilo del Buen Pastor, en medio de los jóvenes y buscando responder a los desafíos de los propios contextos, hay uno que recibió el Premio Nobel de la Paz en 1996, el salesiano obispo Mons. Carlos Felipe Ximenes Belo, por su trabajo en medio de los desfavorecidos, marginados y perseguidos de la población de Timor durante la época en que fueron controlados por Indonesia.
Monseñor Ximenes nació el 3 de febrero de 1948 en Baucau, Timor Oriental. De joven se dedicó al pastoreo de búfalos. A los 14 años, y sin total convicción, ingresó a la Compañía de Jesús. Por sugerencia de su acompañante espiritual, replanteó su decisión e ingresó a la casa de formación de los Salesianos de Ossu, Timor Oriental, optando por la misión de Don Bosco.
En su misión salesiana destacó como delegado pastoral en el colegio de Macao, antes de ser ordenado sacerdote. Después de recibir el ministerio regresó a su país tras ser nombrado maestro de novicios en la casa salesiana de Futucama, labor que desarrolló durante un año. En 1983 el Papa Juan Pablo II lo nombró administrador apostólico de Dili. Cinco años después fue nombrado obispo de la diócesis de Lorium, Italia.
Lucha contra Indonesia
Timor Oriental, pequeña isla del sudeste asiático, fue blanco de la invasión de la Indonesia dictatorial, dejando aproximadamente 200 mil muertos en 1982, escalofriante cifra establecida por el Observatorio de los Derechos Humanos. La situación política se salió de las manos de los dirigentes timorenses; las mujeres fueron blanco de vulneración en sus derechos, lo cual llevó al presidente de turno a buscar desesperadamente medidas militares de carácter internacional con el fin de mantener un equilibrio en miras a la paz.
Esta situación fue rechazada por Monseñor Carlos Ximenes, quien buscó mediar en esta lucha social. “Durante el conflicto sentía que debía hacer algo para defender la libertad del pueblo, la libertad de expresión, de movimiento. Éramos vigilados”, aseguró en una entrevista.
Pronto, su participación en pro de la paz, su acercamiento a la comunidad de Timor, sus constantes homilías en contra de la represión acrecentaron el repudio hacia su persona por parte del régimen indonesio.
“Ande con cuidado; por ahora su túnica es blanca, pero un día estará manchada con su propia sangre”. A pesar de recibir amenazas como estas, siguió adelante en la lucha por las personas indefensas y vulnerables.
Se transformó en la voz de todos aquellos que buscaban paz y libertad. “Como cristiano y sacerdote mi deber es predicar la paz. La paz es necesaria para la convivencia entre los hombres, así que trabajamos por ella”.
Perseverancia en la misión
En mayo de 1989 dirigió una carta a la ONU pidiendo el inicio de un proceso de descolonización mediante la celebración de un referéndum en Timor Oriental, excolonia portuguesa, provocando indignación en las autoridades. No obtuvo respuesta y las amenazas contra su vida se acrecentaron; controlaban su correo, intervinieron su teléfono, grababan sus homilías e incluso intentaron asesinarlo en varias ocasiones. Sin embargo, nunca se dio por vencido en su búsqueda para lograr una solución pacífica al conflicto.
Monseñor Ximenes puso el problema en un escenario mundial con el fin de que todas las organizaciones internacionales se unieran en favor de un remoto lugar llamado Timor, donde muchos hombres y mujeres eran violentados en sus derechos.
Al tiempo, la carta enviada por él surtió efecto en diferentes ONG internacionales, quienes conocieron la situación del país.
Nobel de la Paz
La lucha de este salesiano de Don Bosco fue reconocida por el comité noruego del Nobel en 1996. Mientras celebraba la eucaristía en una casa salesiana, fue notificado de la noticia. Cuenta que inmediatamente comenzó a recibir llamados de todas partes del mundo. “Los jóvenes se enteraron pronto y empezaron a gritar: ¡Viva Belo, viva Xanana, viva Timor Leste independiente!”.
Explica que la sociedad timorense ha estado “siempre marcada por conflictos, odios, venganzas y guerras”. Por ello, considera que “entrando en el nuevo milenio y viviendo en un país libre e independiente, los timorenses deben encarar el futuro con otra mentalidad, imbuida de cultura de paz”.
Luego del plebiscito en Timor, en 1999, salió de la ciudad y actualmente se dedica a las misiones salesianas. Es referente de paz tanto para el mundo católico como laical. Ha recibido varios títulos ‘Honoris Causa’ en ‘Desarrollo para la paz internacional’.
“Como cristianos que somos, hombres y mujeres de buena voluntad, siempre tenemos que tener la esperanza de que es posible luchar y vivir en paz. Es difícil, y cuanto más premios Nobel de la Paz hay, más guerras hay también, pero continuamos buscando la paz, la armonía y el desarrollo”.
Por Gustavo Cano, periodista