Si vemos a personas saltando obstáculos en edificios, escaleras u otros similares, es posible que estemos frente a un grupo que practica el parkour, deporte en alza en nuestro país, que suma cada día más adeptos en búsqueda de desafíos relacionados con la velocidad, la supervivencia, la altura y la adrenalina.
No violencia, no competición, no grupos, no jefes, son los conceptos que inspiran esta disciplina. La práctica sin la adecuada preparación expone a sus participantes a lesiones irreversibles e, incluso, la muerte. El objetivo es desplazarse rápidamente y de forma controlada sorteando barreras que se encuentran en el ambiente, algunas de origen natural (árboles, ríos, formaciones rocosas) y otras arquitectónicas (vallas, muros, escaleras, etc.). Quienes lo practican son llamados traceurs (trazadores en francés).
Orígenes
Georges Hébert, oficial naval francés, promovió una serie de habilidades atléticas basadas en la observación de tribus indígenas africanas. Asignado a la aldea St. Pierre en Martinica, antes de la Primera Guerra Mundial, este hombre coordinó heroicamente la evacuación y rescate de unas 700 personas tras una catastrófica erupción volcánica en 1902.
Esta experiencia tuvo un profundo efecto en él. Reforzó su creencia de que la habilidad atlética debe ser combinada con coraje y altruismo. Respecto de lo visto en las tribus africanas anotó: “Sus cuerpos eran espléndidos, flexibles, ágiles, hábiles, exactos y resistentes, sin más entrenador en la gimnasia que su vida en la naturaleza”. Forjó entonces esta convicción: “Ser fuerte para ser útil”.
Posteriormente se convirtió en profesor de educación física en la universidad de Reims, Francia, donde estableció un nuevo método de entrenamiento, el “méthode naturelle” (método natural), consistente en caminar, correr, saltar, movimiento cuadrúpedo, escalada, equilibrio, lanzar, levantar, defensa personal y natación.
Estas acciones tenían la intención de desarrollar “las tres fuerzas principales”: energética (fuerza de voluntad, coraje, serenidad y firmeza), moral (benevolencia, asistencia, honor y honestidad) y física (músculos y respiración). La enseñanza del método continuó expandiéndose, convirtiéndose en el sistema estándar de la educación física militar y civil francesa.
Posteriormente, un arquitecto suizo inspirado por él desarrolló una “parcours du combattant”, pista de obstáculos que se ha convertido en el estándar del entrenamiento militar. Luego es Raymond Belle junto a su hijo David quienes continuaron con este legado hasta convertirlo en un deporte, constituyéndose en los fundadores oficiales de la disciplina.
Habilidades para la vida
David Belle nació en 1973. Cuando niño experimentó cierto descontento con los clubes deportivos practicando gimnasia y atletismo. Por recortes de prensa conoció las hazañas de su padre en la disciplina.
Buscó un medio para desarrollar habilidades que podrían serle útiles en la vida, en lugar de solo recibir formación para patear una pelota o realizar movimientos en un suelo acolchado de un gimnasio.
Posteriormente se entera de que la forma de entrenamiento que buscaba su padre la llamaba “parcours”. Le oyó hablar de las muchas repeticiones que ejecutaba para encontrar la mejor manera de hacer las cosas. El entrenamiento no era un juego, sino algo vital que le permitió sobrevivir y proteger a la gente que le importaba.
David comienza entonces la práctica de los “parcours”. Renunció a otros compromisos para enfocar todo su tiempo en su formación.
Los Yamakasi
En Lisses, ciudad francesa a la que se muda, encuentra otros jóvenes con inquietudes similares, incluyendo a sus primos, con quienes comienza a entrenar. Se sometieron a retos como entrenar en ayunas y sin agua o dormir en el suelo sin abrigo para aprender a soportar el frío, forzándose a encontrar la fuerza física y mental para lograrlo.
Se autodenominaron Yamakasi, término Lingala (lengua Bantú hablada en El Congo) que significa “espíritu fuerte, cuerpo fuerte, hombre fuerte”. Evidenciaba la mezcla cultural que había entre ellos y representaba con fidelidad el objetivo a alcanzar con su arte. Llamaron a su actividad l’art du déplacement (“el arte del desplazamiento”).
Práctica con valores
Complementaron su formación con valores y principios como la honestidad, respeto, humildad, sacrificio y el trabajo duro. No se permitía a nadie llegar tarde a un entrenamiento, ya que frenaba al grupo entero. Si alguien lograba completar un reto, todos tenían que hacerlo.
No estaba permitido ser negativo o quejarse en los entrenamientos; pocas excusas eran permitidas. La humildad era un principio importante. A ningún traceur se le permitió posicionarse como superior a otro. Sus bases eran respetar la salud y el bienestar físico.
Si bien el énfasis estaba puesto en el trabajo colectivo, cada traceur tenía que progresar y desarrollarse de forma independiente, encontrando su propio camino en el parkour, cumpliendo con su desarrollo personal. El objetivo era crear los medios para ser tu mismo.
A finales de 1990, después de que el hermano de David enviara un video del grupo a un programa de la televisión francesa, la popularidad del parkour comenzó a aumentar. El video fue presentado en programas de televisión de varios países, subiendo su popularidad. Comenzaron a recibir gran cantidad de ofertas.
Al cabo de algún tiempo el grupo original se separó para perseguir diferentes objetivos; algunos se mantuvieron en la disciplina y otros la dejaron. Sin embargo, el número de practicantes siguió aumentando y la popularidad del parkour se extendió por todo el mundo gracias a la televisión, el cine —con Yamakasi: los samuráis de los tiempos modernos (Ariel Zeitoun, 2001)— y los videos en Internet.
Por sus principios de no competición, el parkour no es considerado un deporte en algunos países, sin embargo, al ser una actividad física sujeta a normas, es abrazado como una apuesta deportiva atractiva para los jóvenes.
Por, Felipe "Lana" Valdes, Comunicador social