Movidas por el Espíritu Santo y siguiendo el legado de Don Bosco y Madre Mazzarello, las Hijas de María Auxiliadora han llevado el Evangelio por todos los rincones del mundo, llegando a 94 países.
La dimensión misionera del carisma es una opción por la santidad, renunciando a sí mismo, respondiendo a la llamada de Dios con la convicción de la necesidad de dar testimonio de su amor.
Este 2018, el Instituto cumple 130 años de presencia misionera en Chile. El eje celebrativo ha sido en agradecimiento a las hermanas misioneras, las que permitieron la llegada del carisma en femenino al país más austral de Latinoamérica.
Las celebraciones comenzaron en diciembre de 2017, conmemorando la apertura de la primera presencia de las FMA en el sur de Chile, el 3 de diciembre de 1888.
Agosto ha tenido un significado especial. El 5 del mes se recuerda cuando en 1872 se fundó el Instituto con un primer grupo de mujeres jóvenes que pronunciaron su sí, como la Virgen María, para servir entre las jóvenes.
Setenta veces sí, Señor
Cientos de personas se reunieron en la parroquia del Colegio José Miguel Infante, en Santiago Centro, para celebrar el día del Instituto.
En el templo reluce la imagen de la Virgen María, parada sobre un dragón, con la vista puesta en el cielo. En la entrada, un rosario confeccionado por balones plásticos desde donde caen cintas de colores. Claveles rosados adornan las bancas, como si se tratara de una boda.
Efectivamente, se celebra una fiesta, la de Sor Alma Calchi, misionera de la primera ola que llegó a Chile en los inicios del Instituto en Chile y que ha cumplido 70 años de la fidelidad de Dios en la vida religiosa al servicio de los jóvenes.
Integrantes de la Asociación de María Auxiliadora (ADMA), ex alumnas, padres, apoderados, hermanas, profesores y, principalmente, alumnas de enseñanza media del colegio participan de esta acción de gracias por la presencia centenaria del carisma de Don Bosco a través de las hermanas.
Una alumna acerca la Palabra de Dios al altar, vistiendo el mismo hábito que llevaban las primeras misioneras llegadas a Punta Arenas en 1888, como signo de la valentía de mujeres que escucharon el llamado de Dios y no dudaron en cruzar el océano para llegar con la Buena Nueva a los confines de la Tierra.
La celebración eucarística fue presidida por el P. Nelson Moreno, capellán de las hermanas. Durante su homilía manifestó la importancia de celebrar el paso de Dios por la historia.
“Vemos un Dios que sale al encuentro del hombre, que, por iniciativa del Espíritu Santo, quiere que Don Bosco entienda que es necesario un Instituto, y la generosidad de María Mazzarello que dice sí, aquí estamos, porque el Señor nos necesita para anunciar y llevar esta Buena Nueva”, manifestó.
Sor Ximena Oyarzo, Provincial de las FMA Chile, entrega una corona de flores a Sor Alma, mientras el coro de voces femeninas llena el ambiente.
Mientras la hermana entregaba un ramo de flores a Sor Teresa Acosta, amiga de viaje con quien ha compartido esta vida misionera, la comunidad reconoce en ella un signo elocuente de estos 130 años de historia.
Gratitud juvenil
En sintonía con la celebración de Sor Alma, los jóvenes del Movimiento Juvenil Salesiano manifestaron su gratitud por el bien recibido a través de cada Hija de María Auxiliadora de la Provincia de Chile.
El P. Carlo Lira, Provincial de los Salesianos en Chile, presidió la celebración, oportunidad en la que subrayó la importancia de ser sal y luz en medio de las personas que nos rodean. Participaron delegaciones de Molina, Los Andes, Valparaíso, Linares, Talca, Santa Cruz, Colín y Santiago.
Se dio gracias a Dios por las hermanas misioneras que han cumplido 70 y 60 años de vida religiosa, entre ellas, Sor Alma y Sor Teresa, además de Ida Sonn y Sor Franca Airoldi.
Un momento emotivo se vivió cuando los jóvenes, alzando sus manos, bendijeron a las hermanas: “Señor, te damos gracias por habernos dado el inmenso regalo de ser acompañados por las Hijas de María Auxiliadora; gracias por haberlas guiado a hacia Ti y entregarles la valentía para seguir tu llamado. Te pedimos que las fortalezcas e inspires a hacer tu voluntad, que nunca pierdan el amor que las llevó a servir, acompañar a los jóvenes y que desde su propia realidad puedan servir como misioneras en sus comunidades. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén”.
De los Alpes a los Andes
De lentes cromados y pelo cano, Sor Alma busca entre las páginas del diario una noticia mientras espera tranquila en una sala de estar del Liceo José Miguel Infante.
Alma Calchi Bacis nació en 1928, en Bérgamo, ciudad italiana ubicada a 40 km al noreste de Milán, muy cercana de los Alpes. Creció en el seno de una familia católica de misa frecuente y rezo diario del rosario. Sus hermanos mayores participaban en el coro de la parroquia, así que desde muy pequeña estuvo unida a la música y, en especial, al canto, pasión que la llevó a estudiar cuatro años en el Conservatorio, lugar donde también aprendió a tocar el armonio (instrumento de viento con teclado similar al órgano).
A sus 11 años tuvo una experiencia que transformaría su vida y confirmaría su vocación al servicio de los más necesitados. “En una película de misioneros vi cómo los niños sufrían y me pregunté: ¿Seré capaz de trabajar allí?”.
Sus estudios básicos quedarían truncados con el estallido de la Segunda Guerra Mundial, suceso que haría crecer en ella un rencor hacia los alemanes. “Comíamos papas hasta saciar el hambre, al desayuno, al mediodía, en la noche. Vivíamos de la caridad de las personas, ya que mi mamá se hacía cargo de mis primos que quedaron huérfanos”.
Un encuentro redentor
En plena guerra y siendo adolescente se inscribe en la Cruz Roja Internacional para servir como auxiliar de enfermería. Mientras realiza su práctica en un hospital militar, vivirá un encuentro que la redimirá para siempre.
“En el hospital militar había de todo. En la sala que me tocó había un alemán. No pude caminar, me frenó su mirada. Con esfuerzo me acerqué a su camilla y le pedí perdón de rodillas; él me dijo: ‘Tú también perdonarme a mí’. Desde ese momento no dejé espacio en mí a ningún rencor hacia alguien”.
Al terminar la guerra y con 17 años ingresó a la Congregación de Hijas de María Auxiliadora para responder la vocación a la vida religiosa y cuidar a niños que sufrían por la lepra. Hizo la petición como misionera para trabajar con enfermos, pero su informe médico tendría una respuesta negativa: “Me dijeron ‘puedes ser misionera en un lugar frío, pero ir donde los leprosos no, usted no es apta para eso’.
Su partida de Italia no estuvo exenta de complicaciones. El día en que el barco partiría a Sudamérica comenzó una huelga en el puerto de Génova. Las 11 misioneras no pudieron zarpar durante ocho días. Regresaron a la casa de las hermanas y su superiora les dijo que rezaran un triduo al beato Felipe Rinaldi. Se reunieron en la capilla a rezar y antes de terminar las llamaron para que embarcaran de inmediato.
La tierra que soñó Don Bosco
El viaje duró 28 días. El primer desembarque fue en Venezuela, donde bajaron las dos primeras hermanas. A medida que se dirigían al sur el grupo se reducía. Sor Alma llegó con 20 años a Chile, junto a otras tres misioneras. Estuvo dos meses en Valparaíso y luego fue enviada a Punta Arenas, donde estaría casi tres décadas.
Corría el año 1949 y las temperaturas en la Región de Magallanes eran bajo cero todos los días. Sor Alma sufría dolores de cabeza por el frío, pero de a poco se fue acostumbrando a la crudeza del clima. La comunidad no poseía calefacción en la casa y solo contaban con una estufa en el comedor que congregaba a las hermanas en los tiempos libres.
Para sor Alma los recuerdos de Punta Arenas son magníficos: “Una comunidad internacional maravillosa y afiatada de 24 hermanas, la mayoría italianas; había también una española, una alemana y una mexicana. Tengo recuerdos muy lindos, tanto que lo considero mi pueblo, mi casa”.
Profesó sus votos perpetuos y se tituló de profesora general básica. Dio clases en los colegios Sagrada Familia y María Auxiliadora de Punta Arenas, donde llegó a tener 80 niñas en el aula. Impartió clases de lenguaje, canto, música y enfermería.
“Pensar que se han muerto casi todas las hermanas de aquel tiempo. Tuve la dicha de cerrarles los ojos a varias cuando trabajé en la Casa de Salud Villa Mornés”.
Fue directora del Colegio Madre Mazzarello de Talca y del Hogar Inés Riesco Llona de Maipú, que atendía 75 niñas desde los 3 hasta los 21 años.
El Instituto de las Hijas de María Auxiliadora seguirá celebrando el legado de las misioneras y su historia en nuestro país durante los próximos meses. Contarán con la visita de Madre General, Sor Yvonne Reungoat, quien guiará los ejercicios espirituales en noviembre para directoras, consejeras e invitadas, en la ciudad de Punta Arenas. En diciembre lanzarán un libro sobre la historia de la provincia de Chile y reeditarán “Una flor entre hielos”, texto del salesiano sacerdote Raúl Entraigas de 1947, que cuenta la historia y biografía de Madre Ángela Vallese.
La dimensión misionera tan propia de la espiritualidad salesiana se convierte en testimonio esperanzador de santidad en medio de un tiempo turbulento para la Iglesia en nuestro país.
MISIONERAS CHILENAS ALREDEDOR DEL MUNDO
BOLIVIA
Sor Geraldina Anjarí
Nace en Los Andes 28-9-1940
Primera profesión religiosa:
5-8-1959 (Casanova - Italia)
Votos perpetuos:
5-8-1965 En Santiago de Chile
Misionera desde 1984
ÁFRICA
Sor Lidia Castro
Nace en Parral 5-2-1963
Primera profesión religiosa:
24-1-1984 San Bernardo, Santiago
Votos perpetuos:
24-01-1990 Roma, Italia
Misionera desde 1996
CUBA
Sor Cecilia Molina
Nace en Santiago el 29-6-1963
Primera profesión religiosa:
24-1-1998
Votos perpetuos:
27-3-2004 Santiago
Misionera desde el 2017
ÁFRICA
Sor Teresa de Jesús Muñoz
Nace en Talca 18-11-1965
Primera profesión religiosa:
24-1-1987 San Bernardo, Santiago
Votos perpetuos:
24-01-1993 Santiago
Misionera desde el 2004
ÁFRICA
Sor Purísima Muñoz
Nace en Talca 7-10-1954
Primera profesión religiosa:
24-1-1978 San Bernardo, Santiago
Votos perpetuos:
24-01-1984 Santiago
Misionera desde el 1989.
Por Karina Velarde, periodista