Transcurren 10 años desde la salida de Génova en noviembre de 1877 hasta la llegada de las primeras Hijas de María Auxiliadora a Chile. Cuando el barco “Saboya” trajo por primera vez a las FMA a tierras americanas, el desembarco fue en Uruguay. Esta primera casa aún guarda la memoria del amor, la valentía y la generosidad de nuestras hermanas. Desde aquí comienza la expansión hacia el sur; el destino estuvo siempre claro: la Patagonia, y aún más lejos, la Tierra del Fuego. Allá, en el confín del continente, se realizaría la obra soñada por Don Bosco, querida por Dios.
La misión es compartida: Hijas de María Auxiliadora y Salesianos conforman un solo cuerpo de misión que peregrina por las tierras del sur. Primero en Argentina, con las fundaciones en Buenos Aires, Río Negro, Viedma, bajando las pampas de aquel país. Los primeros años estuvieron marcados por la dureza de la misión, sobre todo por el ardor interior que movía a los misioneros a hacer hasta lo imposible por la salvación de las almas. El despliegue de estos años es grande: iglesias, escuelas, poblados, enfermerías, talleres y oratorios forman parte de las obras que se realizaban con el fin de contribuir a la salvación de quienes se encontraban en estas tierras.
Estos años no estuvieron exentos de dificultades. Se vivía austera y pobremente; existía también el peligro del frío implacable, las inundaciones, los incendios y la amenaza de las personas a quienes no les era grata la presencia salesiana. Nada de esto detuvo la obra misionera. Los hermanos salesianos dieron testimonio fuerte y fecundo de fidelidad al Señor, y de trabajar en Su nombre, trabajo que dio fruto entre la gente, causa de alegría para los misioneros, que veían a los niños y jóvenes, y a las familias de esas lejanas tierras, volver el corazón hacia el Señor y amar profundamente a María Auxiliadora.
Durante este tiempo un hito que marca la vida de las hermanas en América es la muerte de Madre Mazzarello. La distancia física y la comunicación de la época no les permitió enterarse inmediatamente. La noticia llega tres meses después. La animación a las misioneras por parte de Madre Mazzarello a través de cartas era un elemento importante para su vida en América. Sus palabras resuenan con más fuerza entre las hermanas y la memoria de su temple misionero anima la audacia y la entrega.
Mientras se encontraban en la misión en Argentina, Don Cagliero inicia, en 1886, la primera expedición a tierras chilenas, hito que marcará la vida de nuestra patria, puesto que después de estas primeras expediciones se iniciará la obra. Ante el desafío de la nueva misión, están todas dispuestas a continuar por tierras australes, pero hay que elegir nuevamente a las hijas que partirán hacia tierras magallánicas.
Mientras que esto sucedía en América, el corazón de todos los salesianos estaba atento al Padre, Don Bosco. Llega la noticia de una grave enfermedad con avanzados años. La congregación se une en oración por su salud. Al mismo tiempo, las hermanas convocan un Capítulo General, en el que debe participar Madre Ángela Vallese. Parten entonces para Turín, Italia, Don Cagliero, Sor Ángela Vallese, Sor Teresa Mazzarello y Luisa Peña, joven indígena que formaba parte de la comunidad. Llegan en diciembre de 1887.
El encuentro de Don Bosco con los misioneros de la Patagonia fue muy emotivo. El Padre veía cómo en sus hermanos se concretaban sus sueños, y en aquella joven patagona ¡cuántos jóvenes habrán contemplado sus ojos cansados! Don Bosco partió al encuentro con Dios el 31 de enero de 1888, dejando en sus hijos la memoria de una vida gastada por los jóvenes hasta el último aliento.
Para octubre de aquel año la misión en Chile ya era una realidad. Monseñor Fagnano llegó a Turín para concretar los últimos detalles de su misión. Lo indispensable para él era regresar con los salesianos y las hermanas que fueran necesarios para iniciar la obra en Punta Arenas. En diálogo con Madre Daghero, sucesora de Madre Mazzarello, le pide encarecidamente la presencia de Madre Vallese para iniciar la obra. Conocedor de su temple y generosidad, pero, sobre todo, de su espíritu de unión con Dios, se expresa así: “Creo, Madre, que ninguna como Sor Ángela: por las cualidades de mente y de corazón que la adornan y por la experiencia que ya tiene de la vida misionera”.
Cuatro hermanas harán parte del grupo que partirá a Magallanes. Sor Luisa Ruffino, de 22 años. Nació en Turín (Italia) el 17 de enero de 1866. Hija única de Agustín y Ángela. Murió en Punta Arenas el 15 de septiembre de 1951. Había ingresado al Instituto con 17 años y una vez llegada a Punta Arenas será la responsable de la obra en Isla Dawson.
Sor Luisa Nicola, de 25 años, nació en Fontanile (Italia) el 3 de octubre de 1863. Murió en Villa Colón (Uruguay) el 30 de junio de 1892, a cinco años de su llegada a América. Desde su ingreso al Instituto se destacaba por su observancia a las constituciones y su obediencia. El llamado a las misiones lo acoge con alegría y serenidad.
Sor Arcángela Marmo, de 22 años. Nace en Berme (Italia) el 26 de julio de 1866. Muere en Cartagena (Colombia) el 29 de diciembre de 1924. Hizo su profesión religiosa el mismo día que partían para las misiones. Su vida fue total donación a los más pobres, primero con las niñas internas de Punta Arenas y luego con los leprosos en Colombia.
Sor Rosa Massobrio, de 40 años. Nace en Solero (Italia) el 1 de octubre de 1848. Murió en Punta Arenas el 13 de julio de 1926. Al poco tiempo de su estadía en Punta Arenas será la responsable de la fundación en La Candelaria.
Nadie pensaría que aquellas jóvenes hermanas, humildes y tímidas, podrían llegar a los confines del continente americano. El barco “John Elder” las llevará hacia al sur el 30 de octubre de 1888. El 3 de diciembre de aquel año, a las 9 de la mañana, cruzan el Estrecho de Magallanes. Las recibe un viento tormentoso y frío. Cerca de las 11 de la mañana se comienza a divisar tierra. Son las colinas verdes cubiertas de nieve de Punta Arenas. A las 16 horas, las hermanas llegan a puerto. Las casas de madera y las calles anchas son el nuevo hogar de nuestras hermanas. Las reciben las autoridades del lugar, admiradas de ver por primera vez a religiosas en esas tierras australes.
Las Hijas de María Auxiliadora han llegado a Chile en plena novena a María. La Auxiliadora de los tiempos difíciles acompañará a sus hijas, que vivirán confiadas en tan tierno amor. El 8 de diciembre comienza la obra de nuestro Instituto en Chile. En la solemnidad de María Inmaculada se abre el primer oratorio. El amor a María Auxiliadora será un elemento esencial de la presencia salesiana. En una carta enviada por Madre Vallese a Don Rúa en 1890 escribe así: “Confortadas con su bendición, iremos en medio de los indígenas y haremos amar tanto a Jesús y a María como nos lo recomendó Don Bosco antes de morir”.
Por Sor Catalina Báez, FMA