130 años de historia son 130 años de bendición. Celebrar esta conmemoración de la presencia de las Hijas de María Auxiliadora en Chile, es contar la historia de mujeres de fe, profunda y valiente, audaces y generosas. Es contar la historia de un pueblo amado y su Señor, que día a día no ha cesado en derramar, “en abundancia”, gracia tras gracia. ¡Tantos rostros son testigos de 130 años de vida! Te invitamos a caminar por los orígenes de esta presencia en nuestra querida patria, para juntos hoy, ser memoria y profecía misionera.
Al rememorar los orígenes, el corazón nos lleva a Magallanes. Entre las pampas patagónicas, el viento fuerte y el frío austral, resplandece cálida la figura de una mujer sencilla y fuerte, humilde e intrépida, Madre Ángela Vallese, la misionera pionera del Instituto de las Hijas de María Auxiliadora. Ella, acompañada de otras cuatro jóvenes religiosas, Sor Rosa Massobrio, Sor Luisa Ruffino, Sor Arcángela Marmo y Sor Luisa Nicola, iniciaron esta historia en la escondida Punta Arenas, el 3 de diciembre de 1888.
Hablar de las Hijas de María Auxiliadora en Chile es hablar de Madre Ángela y su legado espiritual, su memoria viva y sus palabras sabias, que orientaron los orígenes de nuestra presencia y que continúan alentando nuestra misión. “Gigín”, como la llamaba su querida hermana Teresa, nace en Lu Monferrato - Italia, el 8 de noviembre de 1854. Hija de Lorenzo y María, campesinos humildes de profunda fe. Ingresó al Instituto el 15 de noviembre de 1875, en la casa de Mornés llamada “Casa del Amor de Dios”. Es en esta casa donde conoce a Madre Mazzarello, Superiora del Instituto. Junto a ella, acrecentaron sus anhelos de entregarse completamente al Señor. El testimonio luminoso de Madre Mazzarello tocó fuertemente el corazón de Ángela y con ella compartió para siempre el deseo de que Jesús fuera conocido y amado, y la fuerte voluntad de ir a donde fuera necesario con el fin de realizar tal propósito.
Cuando Don Bosco preparaba la tercera expedición de los Salesianos a América, Sor Ángela, que había realizado hace pocos meses su primera profesión, se encontraba en Turín prestando servicios comunitarios. Del Santo Fundador escuchó personalmente la grandeza de los sueños misioneros que habitaban su corazón, tiempo en el cual se intuía su anhelo de que las hermanas pudiesen acompañar la labor misionera, animado también por las insistentes peticiones de Don Cagliero, que solicitaba fervientemente la presencia de las FMA. Y, efectivamente, la primavera de 1877 viene con una gran noticia para la comunidad de Mornés. Don Bosco ha recomendado que alguna empiece a estudiar la lengua española. Las hermanas ya se preparan para el anuncio oficial de la expedición. El 8 de septiembre, fiesta de la Natividad de María, se comunica a la comunidad que Don Bosco ha decidido enviar la primera expedición de las Hijas de María Auxiliadora a América.
La casa se llena de alegría. Hermanas y niñas por igual, se gozan de la gran noticia. El horizonte misionero se amplía y toca la lejana América. El Señor las llama nuevamente a una entrega sin límites y todas quieren responder a su llamada: ¡Todas queremos ir a América! Las cartas a Don Bosco son numerosas; hasta las niñas escriben sus mejores deseos para partir a la misión. El reto es grande, dejar Italia para siempre y partir a anunciar a Cristo a un continente desconocido, pero en la Casa del Amor de Dios están dispuestas a hacer todo por amor.
Madre Mazzarello es la primera en dar ejemplo. Se instruye junto a la comunidad en el estudio del idioma y entusiasma a todas a entregarse por completo al servicio del Evangelio. Ciertamente sus palabras calaron el espíritu de Madre Ángela, que también ruega ser admitida en la primera expedición misionera a América.
El 27 de septiembre de 1877 llega a Mornés la carta con el nombre de las primeras elegidas para América, seis jóvenes hermanas: Sor Juana Borgna, Sor Ángela Cassulo, Sor Ángela Denegri, Sor Teresa Gedda, Sor Teresa Mazzarello y Sor Ángela Vallese. Ésta última, como directora de la expedición, con apenas 23 años. ¡Qué gran bendición para el Instituto, como los discípulos hemos escuchado la voz del Señor: ¡Vayan hasta los confines del mundo!
El 6 de noviembre se realiza en Mornés una celebración de despedida a las nuevas misioneras. La capilla del colegio está llena de gente del pueblo que quiere ver por última vez a las intrépidas jóvenes que cruzarán el océano. La conmovedora celebración concluye con las despedidas cargadas de emoción y alegría. Entre la gente que ha venido a la celebración se encuentran también la mamá de Sor Ángela y su hermana Teresa. Para siempre quedarán grabadas en su corazón las palabras que le dirigió su querida hermana: “Ángela, cuando te veas honrada y favorecida, piensa en tu pobre familia y recuerda quién eres”.
Llega el 14 de noviembre de 1877. En el puerto se encuentran las jóvenes misioneras, los salesianos, acompañados por Don Bosco y Madre Mazzarello. De ellos reciben la última bendición antes de subir al “Saboya”, barco que los llevará a América y que tendrá como destino Uruguay. Llenos de emoción, todos ven el barco zarpar y dejar Génova. Desde el puerto se escucha una voz, son los misioneros que cantan “Yo quiero amar a María” ... su canto se pierde en el océano. Las misioneras no traen a América grandes cosas. Pobres han vivido en Mornés, pobres vivirán en América, pero entre sus pocas pertenencias, traen un gran tesoro, el cuadro de María Auxiliadora dado por Don Cagliero que fue expuesto el día de la consagración del Templo de María Auxiliadora en Valdocco y que Don Bosco enviaba a sus primeras hijas misioneras, con su bendición.
Ella, la Auxiliadora de la Iglesia, la Madre y Maestra, será quien acompañe a sus hijas a tierras lejanas. La mujer, discípula por excelencia, cruza el mar con sus hijas para seguir anunciando a Cristo y para seguir educándolas en el camino de total entrega al Señor. Quién, sino Ella, ha sido el Auxilio en estos 130 años de presencia en Chile, la verdadera columna de la misión. Quién, sino Ella, lo ha hecho todo.
El sueño de Don Bosco de alcanzar la Patagonia y el corazón generoso de Madre Mazzarello que no medía formas para hacer amar a Jesús, son testigos del viaje que llevará al Instituto a ampliar horizontes. Desde la primera salida de Italia de nuestras hermanas y la llegada a Chile, transcurrirán 10 años, llenos de entregas heroicas, de sufrimientos, de anuncio humilde y audaz, hasta que los jóvenes del sur del mundo, de Magallanes, conozcan a Jesús por testimonio de las Hijas de María Auxiliadora. El Señor irá preparando a sus misioneros para llegar hasta el rincón último del continente americano, ahí donde nunca antes se había oído el Evangelio y será, justamente, Sor Ángela Vallese, quien llevará adelante esta gran misión.
Por Sor Catalina Baez, FMA