Equipos que viajan 13 horas en bus. Llegan, toman desayuno y tienen que competir. Equipos que no tienen agua caliente en los camarines. Canchas en mal estado, con más tierra que pasto. Jugadoras que conviven con un estrés porque deben complementar el fútbol con su trabajo, estudio o familia. Jugadoras que no tienen representantes, ni tampoco una marca deportiva que pueda ayudarlas. El fútbol femenino es un viaje a un territorio desconocido.
En el último tiempo, el fútbol femenino ha pasado del abandono al recuerdo. De lo invisible a lo visible. Pequeñas acciones a través de las redes sociales influyen positivamente en la resistencia femenina. Chile ha organizado la Copa América Femenina 2018, y todos los flashes apuntan a Christiane Endler, quizás la única futbolista chilena conocida.
En el fútbol profesional el discurso femenil es considerado de segundo orden: molesto, contestatario e, incluso, contradictorio a una práctica históricamente masculina.
El mundo del fútbol es machista. El caso más reciente y emblemático es el de Paula Navarro: estuvo a solo una firma de entrenar y dirigir al plantel profesional masculino de Santiago Morning. Los futbolistas analizaron esa opción como una amenaza y plantearon reparos de diferente orden. “La mujer ha avanzado y tiene capacidad suficiente, pero de ahí entrar a un camarín masculino, no estoy de acuerdo”, argumentó el capitán Hernán Muñoz al diario La Tercera. Alfonso Garcés, ex entrenador de la Selección Chilena, dijo: “el fútbol es un ambiente bastante agresivo para una mujer”.
Paula Navarro tenía múltiples experiencias para desempeñar esa labor, sin embargo, fue ignorada y marginada por el deporte rey masculino. Se requiere perseverancia y valentía para ser mujer y futbolista en una sociedad como la chilena.
En Sudamérica las mujeres no pueden vivir del fútbol. Es una problemática transversal que no conoce de fronteras. La mayor dificultad es superar los prejuicios: el bullicio que se genera cuando una mujer conduce un balón. Para los entrenadores y padres formadores, no es lo mismo que los regatee una niño que una niña.
El contrapunto más importante está al norte de Europa. En Suecia el fútbol femenino goza del mismo reconocimiento que el masculino. La sociedad lo apoya y la ley lo garantiza. Tiene 9 millones de habitantes y el triple de mujeres futbolistas que Chile. Al parecer, tener el respaldo de la gente es la clave: la sociedad lo consume y los privados invierten en una industria perceptible.
Uno de los equipos más competitivos era el Tyresso, fundado en 1971, una especie de gran equipo que solo contrataba a las mejores futbolistas del mundo. Para una sueca, una jugadora de otro país era como si viniera de otro mundo. Lamentablemente el club desapareció hace un año, dejando a cientos de mujeres sin trabajo. Sin embargo, el gobierno pagó los sueldos de las futbolistas profesionales.
La Copa América puede ser un gran trampolín para el fútbol nacional. Anteriormente los grandes acontecimientos futbolísticos femeninos quedaron en ilusiones desteñidas por las autoridades. El antes siempre es prometedor, pero el después es incierto.
Nuestra liga no tiene un horizonte trazado. Para ellas, el dinero no es la mayor compensación. Reclaman más de su federación, del gobierno, de los medios y también de una sociedad que tiene que avanzar en su consideración al deporte de la mujer. Avanzan a los tropiezos, subsisten gracias a las mismas jugadoras.
Por Marcos Vera, Periodista.