Ni arengas políticas, ni discursos incendiarios, ni conminaciones a intervenciones coyunturales. No, el Papa Francisco no dedicó sus mensajes a estos fines en su visita de enero pasado. Hizo algo totalmente diferente, cuestión que pareciera haber decepcionado a muchos.
Como Sumo Pontífice, el Papa trajo lo propio de su servicio, que es el mensaje de Jesucristo, aquel que nos muestra a un Dios Padre Misericordioso, que nos ama tal como somos; mensaje que interpela en lo más profundo del ser y que atañe a lo substancial de la existencia en perspectiva de esperanza y plenitud. Y con los jóvenes, en el encuentro desarrollado el miércoles 17 de enero en el Templo Votivo de Maipú, no fue diferente. Utilizando una bella y audaz metáfora que hacía alusión a la tecnología, Francisco les propuso tomar nota de una contraseña para no quedar desconectados, hacerse de la pregunta que San Alberto Hurtado proponía hace más de 80 años: ¿Qué haría Cristo en mi lugar? “Cuando salen a bailar, cuando están haciendo deportes o van al estadio: ‘¿Qué haría Cristo en mi lugar?’. Esa es la contraseña, la batería para encender nuestro corazón, encender la fe y encender la chispa en los ojos. Que no se les vaya. Eso es ser protagonistas de la historia”.
Llegar hasta la explanada del templo -lugar histórico de peregrinación de nuestro país- ciertamente fue un desafío para los cerca de 45 mil peregrinos provenientes de todas las zonas de la región metropolitana, también de otras ciudades del país y de diversas comunidades parroquiales, escolares, espirituales y de movimientos, entre quienes se encontraban los integrantes del Movimiento Juvenil Salesiano. Las intervenciones viales de la comuna obligaron a los organizadores establecer varias horas de antelación para la llegada al recinto, situación que generó una larga espera en un día muy soleado y de alta temperatura. El momento fue capeado por los peregrinos con mucha agua, dispuesta por la organización, pero, sobre todo, con el entusiasmo y el vigor encendido por los grupos de animación musical-pastoral.
Una hora antes de la llegada del Papa y ya con la mayoría de los jóvenes congregados, la imagen de la Virgen del Carmen, Madre y Reina de Chile, fue llevada en andas por en medio de la explanada, acompañada por grupos de bailes religiosos, hasta el lugar central del encuentro, para que fuera Ella quien presidiera ese gran momento vivido.
En su mensaje Francisco interpeló muy directamente a los jóvenes para que no desaprovecharan ni desestimaran el protagonimo inherente al que están llamados en el proceso de cambio en pro de una sociedad más justa y participativa. “El mirar siempre hacia el horizonte, se tiene que hacer con los pies en la tierra, y se empieza con los pies en la tierra de la patria. Y si ustedes no aman a su patria yo no les creo que lleguen a amar a Jesús y que lleguen a amar a Dios(...) chicas y chicos, quieran a su Chile, den lo mejor que puedan por su Chile”.
Pidió a los jóvenes no desanimarse al encontrar obstáculos en el empeño de llevar adelante las ilusiones y los sueños y, aún más, tener cuidado del comentario conformistapesimista de algunos adultos. “El problema lo tenemos los grandes que cuando escuchamos estos ideales, estas inquietudes de los jóvenes, con cara de sabiondos, decimos: ‘piensa así porque es joven, ya va a madurar’, o peor, ‘ya se va a corromper’. Y eso es verdad, detrás del ‘ya va madurar’, contra las ilusiones y los sueños, se esconde el tácito, ‘ya se va a corromper’. ¡Cuidado con eso!(...) Madurar, la verdadera madurez, es llevar adelante los sueños, las ilusiones de ustedes, juntos, confrontándose mutuamente, discutiendo entre ustedes, pero siempre mirando hacia delante…”.
El Papa dijo a los muchachos y muchachas que tienen la responsabilidad de dar a la Iglesia un rostro joven. “(...) Eso ustedes tienen que dárnoslo(...) no precisamente joven por maquillaje, con crema rejuvenecedora, eso no sirve, sino joven porque desde su corazón se deja interpelar(...) la Iglesia necesita que ustedes saquen el carné de mayores de edad, espiritualmente mayores, y tengan el coraje de decirnos, ‘esto me gusta’, ‘este camino me parece que es el que hay que hacer’, ‘esto no va’, ‘esto no es un puente, es una muralla’. Que nos digan lo que sienten y lo que piensan”.
Refiriéndose a la pérdida del sentido de la vida, la desorientación, el mal humor y la tentación de ver todo mal, el Santo Padre explicó que todo ello es una evidencia de la pérdida de la conexión con Jesús y de una baja del “ancho de banda” de la fe.“(...) Hay momentos en los que, sin darnos cuenta, comienza a bajar ‘nuestro ancho de banda’(...) Y aquel entusiasmo, aquel querer estar conectados con Jesús, se empieza a perder y empezamos a quedarnos sin conexión, sin batería, y entonces nos gana el mal humor, nos volvemos descreídos, tristes, sin fuerza, y todo lo empezamos a ver mal. Al quedarnos sin esta ‘conexión’ que le da vida a nuestros sueños, el corazón empieza a perder fuerza, a quedarse también sin batería(...) Sin conexión, sin la conexión con Jesús, terminamos ahogando nuestras ideas, ahogando nuestros sueños, nuestra fe y, claro, nos llenamos de mal humor”.
El Pontífice también animó a los jóvenes a entender que son importantes y necesarios para otros, que su vida vale y siempre será un aporte: “Nunca pienses que no tienes nada que aportar o que no le haces falta a nadie. Le haces falta a mucha gente(...)Ese pensamiento, como le gustaba decir a Hurtado, ‘es el consejo del diablo’, que quiere hacerte sentir que no vales nada(...) pero para dejar las cosas como están, por eso te hace sentir que no vales nada, para que nada cambie, porque el único que puede hacer un cambio en la sociedad es el joven, cada uno de ustedes. Nosotros ya estamos en el otro lado”.
Por Vicente Fritz, periodista