A casi dos meses desde que recibiéramos la visita del Papa Francisco -15 al 18 de enero-, las huellas de su presencia y mensaje siguen calando en el corazón de nuestra patria. En solo seis meses se debió organizar y preparar un viaje catalogado como histórico por los 30 años transcurridos desde la anterior y única visita de un Pontífice a nuestra patria, la realizada por Juan Pablo II en 1987.
La visita de enero pasado fue la sexta a la región por parte de Jorge Mario Bergoglio, el primer Papa Latinoamericano. Estuvo en tres ciudades marcadas por la contingencia nacional: Santiago, la capital, donde vive el 40% de la población del país; Temuco, región del conflicto Mapuche; e Iquique, ciudad portuaria, con altos índices de migración.
Según datos de la Encuesta Nacional Bicentenario de 2017, realizada por la Universidad Católica y Adimark, el 59% de los chilenos se declara católico, cifra que hace 10 años era de un 66% y que en 1995 llegaba a 74%. Según Latinobarómetro, Chile es el país con menos confianza en la Iglesia Católica, con un 44%, uno de los índices más altos dentro de Latinoamérica. Durante los últimos 20 años ha aumentado la cantidad de personas que se declaran ateos o agnósticos, los que representan al 25% de la población.
Esta es la realidad a la que se enfrentó Francisco, panorama al que se sumaron polémicas como el alto gasto de la visita -justificado para llevar a cabo la logística de los encuentros multitudinarios-, el ataque incendiario a cuatro parroquias y la controversia generada por sus palabras en referencia al Obispo de Osorno -”El día que me traigan una prueba contra el obispo Barros, ahí voy a hablar”- de las que más tarde anunciaría haber sido un error y por las cuales pidió disculpas.
Obispo de los pobres
A las 4:55 horas despegaba desde Roma el avión Boeing 777 de la compañía Alitalia con destino Santiago de Chile, el lunes 15 de enero, que traía hasta nuestro país al Papa argentino.
El arribo del Pontífice fue a las 19:14 horas en el aeropuerto Internacional Arturo Merino Benitez de Santiago. Allí fue recibido por la Presidenta Michelle Bachelet, el canciller chileno Heraldo Muñoz, el nuncio apostólico Ivo Scapolo, el cardenal Ricardo Ezzati y algunos alcaldes de la Región Metropolitana.
Tras la recepción en el aeropuerto, el Santo Padre realizó su primera actividad pública visitando la tumba del Obispo Enrique Alvear -en proceso de beatificación-, conocido como el “obispo de los pobres”, en la Parroquia San Luis Beltrán de la comuna de Pudahuel, para luego trasladarse a la nunciatura apostólica, una de las 119 representaciones diplomáticas de la Santa Sede en el mundo. Allí fue recibido por gran cantidad de feligreses, a quienes saludó y bendijo, rompiendo todos los protocolos.
Dolor y Vergüenza
En su segundo día en Chile, martes 16 de enero, el Santo Padre llegó al Palacio de La Moneda, a eso de las 8.20 AM, donde fue recibido por la Presidenta de la República, Michelle Bachelet. “Hoy le abrimos las puertas de Chile a un amigo… Su visita nos hace bien, porque nos hace bien detener la marcha acelerada para mirar al otro”, decía la mandataria.
Además de las autoridades eclesiásticas encabezadas por el Nuncio Apostólico, Ivo Scápolo y el Cardenal Ricardo Ezzati, se encontraban el Presidente Electo, Sebastián Piñera y el expresidente Ricardo Lagos.
Durante su discurso el Papa se refirió a uno de los temas más delicados, los casos de abuso sexual: “No puedo dejar de manifestar el dolor y la vergüenza por el daño causado a niños por parte de ministros de la Iglesia. Me quiero unir a mis hermanos del episcopado porque es justo pedir perdón y acompañar a las víctimas”.
Misa por la paz y la justicia
Mientras el Papa se reunía con las autoridades de Gobierno, 400 mil personas esperaban expectantes, desde las 2 de la mañana, en el Parque O’higgins, para celebrar junto al Pontífice la Misa por la Paz y la Justicia.
Con un día parcialmente nublado y siendo las 10:11 de la mañana, miles de feligreses y voluntarios recibieron a Francisco que llegaba en su Papamóvil cruzando los corredores de banderas ondeantes que separaban las parcelas donde se ubicó la gente.
“No fueron ideas o conceptos los que movieron a Jesús... son los rostros, son personas”, fueron las palabras iniciales con las que el Sumo Pontífice dio apertura a su mensaje luego de la proclamación de la Palabra de Dios.
El pasaje de las bienaventuranzas, enseñanza de Jesús a sus discípulos, fue el centro de su homilía:
“Las bienaventuranzas no nacen de actitudes criticonas ni de la palabrería barata de aquellos que creen saberlo todo pero no se quieren comprometer con nada ni con nadie, y terminan así bloqueando toda posibilidad de generar procesos de transformación y reconstrucción en nuestras comunidades, en nuestras vidas. Las bienaventuranzas nacen del corazón misericordioso que no se cansa de esperar”.
Además Francisco hizo un llamado a no quedarnos en la resignación ante los problemas, a no aislarnos ni escapar de ellos: “Jesús, al proclamar las bienaventuranzas viene a sacudir esa postración negativa llamada resignación que nos hace creer que se puede vivir mejor si nos escapamos de los problemas, si huimos de los demás; si nos escondemos (...) Esa resignación que nos lleva a aislarnos de todos, a dividirnos, separarnos; a hacernos los ciegos frente a la vida y al sufrimiento de los otros”.
Un día más de vida, uno menos de condena
Uno de los momentos más emotivos de su itinerario se vivió en el Centro Penitenciario Femenino de San Joaquín con mujeres privadas de libertad, visita que marcaba otro hito por ser la primera vez que un Pontífice llegaba a un lugar de estas características. Las internas lo recibieron con pañuelos blancos y un coro.
El Papa escuchó a la capellán Nelly León, quien señalaba: “Estas mujeres representan los casi 50 mil hombres y mujeres, pobres y vulnerables, privados de libertad, porque lamentablemente en Chile, se encarcela la pobreza”, junto al testimonio de una interna, Jeanette Zurita, quien le pidió interceder en el Sistema de Justicia para modificar las condenas en el caso de las internas que son madres de menores de edad.
Más de 400 internas participaron en el encuentro y cantaron a coro el himno “Pastor con olor a oveja”, creado para la ocasión por ellas mismas, de las que se desprende la hermosa frase “un día más de vida, uno menos de condena”.
El Santo Padre respondió con un mensaje que dio importancia a la dignidad de las personas e invitó a las internas a exigirle a la sociedad por la reinserción. “Una condena sin futuro, no es una condena, es una tortura… La sociedad tiene la obligación de reinsertarlas”.
“La iglesia no será nunca una elite de consagrados”
La catedral de Santiago fue otro lugar de importantes encuentros: con los migrantes y sacerdotes y religiosos (página 12 y 13 de esta edición) y con los 34 obispos de Chile.
El presidente de la Conferencia Episcopal, Mons. Santiago Silva, dio la bienvenida a Jorge Bergoglio en el encuentro con sus hermanos del episcopado, afirmando que “tenemos que replantear nuestros modos de ser discípulos en estos contextos nuevos”.
El Papa Francisco comenzó su discurso afirmando que “la iglesia no será nunca una elite de consagrados” y que “digámoslo claro: Los laicos no son nuestros peones ni nuestros empleados, no tienen que repetir como loros lo que decimos”.
“El sacerdote es ministro de Jesucristo: protagonista que se hace presente en todo el Pueblo de Dios. Los sacerdotes del mañana deben formarse mirando al mañana: su ministerio se desarrollará en un mundo secularizado y, por lo tanto, nos exige a nosotros pastores discernir cómo prepararlos para desarrollar su misión en este escenario concreto y no en nuestros mundos o estados ideales”. Con esta advertencia el Sumo Pontífice finalizó su mensaje y se despidió de los obispos.
Arauco tiene una pena
Durante su tercer día, el Papa Francisco se dirigió a la Región de la Araucanía para realizar la Misa por el progreso de los Pueblos, programada en el aeródromo Maquehue, ubicado a 3 kilómetros de Temuco. El Sumo Pontífice fue recibido por el Obispo salesiano Mons. Héctor Vargas, e inmediatamente se trasladó a la base aérea, donde lo esperaban más de 100 mil peregrinos de toda la zona sur del país.
La Misa se inició con una ofrenda de canto por parte del pueblo Mapuche y, en respuesta, el Santo Padre usó las palabras de Violeta Parra “Arauco tiene una pena que no la puedo callar, son injusticias de siglos, que todos ven aplicar”. Ofreció la Eucaristía por todos aquellos que han vivido injusticias, invitando a los presentes a un minuto de silencio.
Se proclamó el Evangelio de San Juan, “Que ellos sean uno en nosotros”, invitando a la unidad, repitiendo la plegaria “Señor haznos artesanos de unidad”.
El Papa Francisco inició su homilía saludando en mapudungún, se refirió a la violencia, al diálogo, recalcando que la unidad se confunde con uniformidad y que no se trata de neutralizar o silenciar las diferencias. “La elaboración de bellos acuerdos que no llegan a concretarse es una forma de violencia, porque frustra la esperanza”.
¡Cómo saben vivir la fe y la vida en clima de fiesta!
El 18 de enero el Sumo Pontífice finalizaba su visita a Chile celebrando la misa “Nuestra Señora del Carmen, Madre y Reina de Chile” que presidió en la playa Lobito de Iquique.
La última actividad de Jorge Bergoglio estuvo marcada por el ambiente festivo del norte de Chile, desde la ronda de niños que le recibió en el aeropuerto hasta los distintos bailes y danzas tradicionales de la zona que acompañaron la Eucaristía.
“¡Cómo saben vivir la fe y la vida en clima de fiesta! Vengo como peregrino a celebrar con ustedes esta manera hermosa de vivir la fe”, afirmó el Santo Padre en su homilía.
El tema migrante marcó su mensaje, contextualizado por la lectura de las Bodas de Caná y lo que hizo la Virgen María al estar preocupada por el bienestar del prójimo: “Iquique es una zona de inmigrantes que nos recuerda la grandeza de hombres y mujeres; de familias enteras que, ante la adversidad, no se dan por vencidas y se abren paso buscando vida”, dijo y agregó, “Ellos —especialmente los que tienen que dejar su tierra porque no encuentran lo mínimo necesario para vivir— son imagen de la Sagrada Familia”.
Al finalizar, al igual como lo hizo en Temuco, el Papa enfatizó que las culturas deben dialogar: “Aprovechemos también de aprender y dejarnos impregnar por los valores, la sabiduría y la fe que tienen los migrantes […] No nos privemos de todo lo bueno que tienen para aportar”, y reafirmó, “Y a transmitirle todo lo que hay de nuestra cultura originaria para enriquecerlos también con lo nuestro, con nuestras tradiciones, con nuestras sabidurías ancestrales, para que el que viene encuentre sabiduría y dé sabiduría, eso es fiesta; eso es agua convertida en vino; eso es milagro que hace Jesús”.
La visita del Papa Francisco será recordada por su mensaje evangelizador, cercano y cálido, que enfrentó las heridas de la Iglesia con justicia hacia aquellos que cometieron delitos y misericordia hacia las víctimas. Francisco mira a los ojos, de frente. No escatima en buscar la unidad y la reconciliación y nos invita a trabajar por la construcción de la “cultura del encuentro”
Por, Karina Velarde y Joaquín Castro, Periodistas