Querida Familia Salesiana:
Les escribo por última vez a través de este medio tan querido por todos nosotros. Desde lo profundo de mi corazón brota un sentimiento de gratitud por todo el bien que he conocido y que se realiza en esta hermosa tierra chilena. Ustedes, cada uno de los integrantes de la familia salesiana y de los amigos de Don Bosco, son reflejo de este bien que significa la presencia de los salesianos en Chile. Somos herederos de una bendición de Dios que nos llegó hace 130 años por medio de unos pocos hermanos salesianos, muy jóvenes, que venían en nombre de Don Bosco para educar y evangelizar a los jóvenes más pobres.
En estos seis años he procurado conocer y amar a la Inspectoría y al país. Ha sido uno de los mayores desafíos que Dios y la Congregación me han pedido en mi larga vida salesiana. Sin conocer nada de la historia de la Inspectoría San Gabriel Arcángel y muy poco del país, asumí el desafío que me daba el Rector Mayor, don Pascual Chávez, para venir a animar la vida y misión salesiana chilena. Tengo la sensación de haber tenido la mejor escuela en el servicio de animación y gobierno que me a tocado realizar: hablar otro idioma, conocer y entender otra cultura, conocer personas extraordinarias y sencillas, constatar la santidad de muchos salesianos y salesianas que han hecho grande la historia de la Congregación en estas latitudes, aprender de una pastoral juvenil rica y variada, fresca y pujante, gustar de comidas y tradiciones propias de Chile, etc. Todo esto y muchísimo más, hacen que me sienta agradecido y robustecido en mi andar salesiano. En las páginas interiores de esta revista encontrarán los motivos más explícitos de la síntesis que he podido hacer considerando diferentes ámbitos de mi trabajo en Chile.
Estamos viviendo un contexto social y político bastante agitado por las elecciones presidenciales, parlamentarias y de otros niveles de gobierno. El sistema democrático que tenemos nos da la oportunidad de expresar nuestro deseo y proyecto de país que más nos identifica. Don Bosco nos enseñó que debíamos ser “honestos ciudadanos”, es decir, personas comprometidas en el aporte para engrandecer al país, contribuyendo al bien común con la claridad que nos da el Evangelio. Espero que nuestros jóvenes que tienen la edad legal para votar no se marginen, que se sientan responsables con su voto para que puedan trabajar por el país que más quieren. Las próximas generaciones se lo agradecerán.
En los últimos años nuestro país y nuestra misión salesiana se han visto enfrentados al fenómeno creciente de la inmigración. El número de migrantes, especialmente de países más lejanos como Haití, Colombia, República Dominicana, sumados a Perú y Bolivia que ya estaban entre nosotros, ha aumentado grandemente y eso ha ido haciendo que nuestra vida sea más variopinta y compleja. No siempre es fácil acoger a los extranjeros, especialmente si llegan en masa y sin un proyecto concreto y enriquecedor para ambas partes. Los hermanos provenientes de Haití nos están haciendo replantear muchas cosas en nuestro quehacer cotidiano: darles una oportunidad laboral y de educación, entender su idiosincrasia, abrir nuestra pastoral parroquial para atenderlos en sus necesidades fundamentales, etc. En nuestra revista algo queremos aportar en el entendimiento de esta presencia en medio nuestro.
En un par de meses más estará entre nosotros el Papa Francisco, sucesor de Pedro y Vicario de Cristo. Es la persona puesta por Dios, según nuestra fe, que debe hacer de puente (“Sumo Pontífice”) entre todos los pueblos y hombres de buena voluntad, para aunar los espíritus y las voluntades y construir un mundo mejor. No es solo una presencia religiosa y de exclusivo interés de los católicos, sino una presencia de genuino humanismo, de humilde servidor de todos. Nos debemos preparar para este evento extraordinario, sobre todo si quien nos visita es, además, de nuestro continente latinoamericano. Hay una comisión nacional y local que nos están ayudando en los puntos centrales que nos deben permitir comprender mejor el significado de la venida del Papa.
Aprovecho la oportunidad de estas líneas para asegurarles que mi recuerdo y oración estarán ocupados en tenerlos presentes con mucha frecuencia por el resto de mi vida. Donde la obediencia me destine en los próximos años, Chile y esta hermosa Inspectoría estarán siempre presentes.
Les bendice con afecto paterno,
P. Alberto Lorenzelli Rossi, Inspector