El tercer Capítulo del Cuadro de Referencia de la Pastoral Juvenil Salesiana (2014), referido a la Identidad Apostólica, comienza con una cita del artículo 31 de las Constituciones salesianas: “Educamos y evangelizamos siguiendo un proyecto de promoción integral del hombre, orientado a Cristo, hombre perfecto. Fieles a la idea de don Bosco, nuestro objetivo es formar honrados ciudadanos y buenos cristianos” (Art. 31).
Cuando en la sociedad se mueven los cimientos y faltan las certezas esenciales, se requiere, con más urgencia, una educación que sea verdaderamente cristiana, en su sentido más profundo. Es lo que nos recuerda el Papa Francisco: “La gran revolución es ir a las raíces, reconocerlas y ver lo que esas raíces tienen que decir el día de hoy. No hay contradicción entre ser revolucionario e ir a las raíces. Más aún, creo que la manera para hacer verdaderos cambios es la identidad” 1. En otras palabras, lo nuevo es lo profundo.
El Documento de Aparecida nos ayuda a comprender esta esencia de la identidad de la educación cristiana: “Cuando hablamos de una educación cristiana, entendemos que el maestro educa hacia un proyecto de ser humano en el que habite Jesucristo con el poder transformador de su vida nueva. Hay muchos aspectos en los que se educa y de los que consta el proyecto educativo. Hay muchos valores, pero estos valores nunca están solos, siempre forman una constelación ordenada explícita o implícitamente. Si la ordenación tiene como fundamento y término a Cristo, entonces, esta educación está recapitulando todo en Cristo y es una verdadera educación cristiana; si no, puede hablar de Cristo, pero corre el riesgo de no ser cristiana” 2. Lo mismo puede ser expresado respecto a un carisma en la Iglesia, se puede hablar mucho de don Bosco, pero correr el riesgo de no ser una propuesta auténticamente salesiana.
La mejor educación cristiana es aquella en la que se aprende de Jesús a vivir el evangelio en el mundo. Él nos llama para que le sigamos, para convertirnos en sus discípulos. Si queremos ser discípulos de Jesús, debemos ir a su escuela para que nuestro pensamiento sea de Dios, y no solo nuestro o el de nuestra cultura. Solo así podremos ser fieles a nuestra vocación educativa también en el futuro.
Resulta evidente que los centros educativos (Colegios, Centros de Educación Superior, entre otros), no son cristianos porque pertenezcan a una institución religiosa o porque la señal de la puerta principal así lo indique, sino porque sus propuestas de sentido para la vida y las experiencias que ofrece, están enraizadas en el mensaje de Jesús de Nazaret. Nos identificamos –querámoslo o no– por nuestras acciones, por el tipo de jóvenes y de sociedad que cultivamos y por los rasgos y valores que promovemos.
Por todo esto, hemos de ser coherentes con la identidad y misión, que se define en las propuestas educativas, que emanan de una concepción cristiana de la persona, de la educación y de la sociedad. Esta coherencia tiene que ser transversal en la propuesta educativo pastoral, sea en los propósitos como en los elementos operativos, la atención a los/as alumnos, la vinculación con procesos de iniciación cristiana, la calidad de la educación religiosa escolar, la capacidad para introducir la dimensión religiosa de la vida en el horizonte último de todos los saberes, los procesos de evaluación y de formación de los educadores, el compañamiento, el cuidado de los espacios sagrados, el cultivo explícito de la vida espiritual de los educadores, la oración en las reuniones de los equipos, el modelo de dirección participativa, etc. Hay que saber vivir y vivirse en una tensionalidad, y saber y saberse sostener en un centro, sin perder el eje de orientación y acción. Ahora bien, no conviene olvidar que “los robles crecen con la fuerza de los vientos en contra y los diamantes nacen bajo presión”.
Es indudable que los centros educativos (Colegios, educación superior, institutos profesionales centros de formación técnica, etc.) son experiencias con gran potencial evangelizador hoy en nuestro país, sea por los acompañantes, las personas que acompaña, por las horas y recursos que destina, por la continuidad en el tiempo, por su engranaje con la acción educativa más amplia, por la comunidad cristiana presente, etc. Parafraseando a Adolfo Nicolás, ex superior mundial de los Jesuitas, podríamos decir que “las catedrales e iglesias están vacías y las escuelas y universidades llenas... Pocos jóvenes consultan con los sacerdotes, pero sí con los profesores” 3. En este sentido, es clave el rol que a todos nos compete como comunidad educativo pastoral, en el ser justamente educadores pastores.
Iluminar y transformar
Benedicto XVI expresó a los salesianos reunidos en el Capítulo General 26, que “sin educación no hay evangelización duradera y profunda, no hay crecimiento y maduración, no se da el cambio de mentalidad y de cultura” 4. En un contexto de cambio en las sensibilidades culturales que están transformando expectativas personales y estilos de vida 5, apostar por la educación es ayudar claramente a la disponibilidad a la fe. “La evangelización propone a la educación un modelo de humanidad plenamente conseguida y la educación, cuando llega a tocar el corazón de los jóvenes y desarrolla el sentido religioso de la vida, favorece y acompaña la evangelización. Hay que salvaguardar juntamente la integridad del anuncio y la gradualidad de la propuesta, sin ceder a la tentación de transformar la gradualidad de los itinerarios pedagógicos en parcialidad selectiva de la propuesta o en el retraso del anuncio explícito de Jesucristo, imposibilitando así el encuentro personal con el Señor” 6.
Buscamos entonces una propuesta católica en la que el educar evangelizando acoja la realidad de las personas para iluminar y transformar con la fuerza del Evangelio. La educación, cuando llega a tocar el corazón de las personas y desarrolla el sentido religioso de la vida, favorece y acompaña el proceso de evangelización; al mismo tiempo, la evangelización propone a la educación un modelo de humanidad plenamente lograda. Por tanto, se busca dar plenitud de vida y de esperanza a todas las personas, especialmente de los jóvenes.
Pbro. Álvaro Chordi Miranda (Adsis)
Asesor Pastoral Educación Superior
Vicaría para la Educación Arzobispado Santiago
1. PAPA FRANCISCO, L’Osservatore Romano, 14-Jun-2014, 4.
2. CONFERENCIA GENERAL DEL EPISCOPADO DE AMÉRICA LATINA Y EL CARIBE, Documento de Aparecida (29 junio 2007)
3. A. NICOLÁS, Misión y Universidad: ¿qué futuro queremos?, ESADE, Barcelona 2008., 332.
4. BENEDICTO XVI, Mensaje a los participantes en el XXVI Capítulo General de la Sociedad Salesiana de San Juan Bosco, 1 de marzo de 2008, nº 4.
5. J. GARCÍA ROCA, Nuevas condiciones culturales. Impacto en la evangelización, IDTPDDB, Bilbao 2014.
6. CAPÍTULO GENERAL SALESIANO XXVI, 25.