Según el Catastro Nacional de Campamentos elaborado por TECHO en 2016, 38 mil 770 familias viven en 660 campamentos en todo Chile, de los cuales, 81 se encuentran en la Región Metropolitana, principalmente en las comunas de Lampa, San José de Maipo y Maipú.
Los asentamientos informales, campamentos o poblaciones callampas, como fueron llamados entre las décadas del 60’ y 80’ por la rapidez con que generaban, se caracterizan por ser lugares de viviendas construidas con materiales ligeros en terrenos generalmente ‘tomados’ y por no contar con servicios básicos de urbanización como la electricidad, agua potable y alcantarillado.
En los campamentos todos los días son vulnerados los derechos, considerando que el derecho a una vivienda digna y adecuada se encuentra establecido en la Declaración Universal de los Derechos Humanos en el artículo 25, apartado 1, y en el artículo 11 del Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales (PIDESC).
A pesar de las promesas presidenciales hechas durante las últimas décadas dirigidas a la erradicación de los campamentos, esta es una dura realidad que va en aumento. La extrema pobreza en la que viven muchos compatriotas sigue siendo una deuda para Chile.
Campamento Japón
La Universidad Católica Silva Henríquez (UCSH), casa de estudios salesiana con un fuerte compromiso social bajo el carisma de Don Bosco y del Cardenal Raúl Silva Henríquez, ejecuta acciones para hacer frente a esta problemática, iniciativas desplegadas a través de su Dirección de Pastoral.
Desde 2015, estudiantes voluntarios han hecho una intervención en el Campamento Japón, con distintos servicios: Nivelación de estudios, alfabetización para adultos, asesoría legal para distintos trámites y, actualmente, se trabaja en la construcción de servicios sanitarios para las viviendas.
El Campamento Japón se originó en 2010. Está ubicado en Santiago, en el límite de las comunas Maipú y Cerrillos, emplazado en medio de un sitio eriazo que es utilizado como microbasural. En él se agrupan unas 40 familias en 12 casas en las que viven unas 120 personas. Las mujeres suelen ser las jefas de hogar.
Es un lugar en donde se respira la segregación y desigualdad. La construcción de las viviendas e, incluso, el sustento, surge del mismo basural. Allí los pobladores recogen materiales para sus casas, leña para cocinar y calefaccionarse; también artículos y objetos que reparan para luego venderlos en las ferias cercanas.
“No es que quieran por opción vivir así, es lo que les toca”
Hugo Herrera, asesor de pastoral a cargo del área social y del voluntariado de la UCSH, explica las motivaciones para la construcción de los baños: “Hicimos la reflexión desde una perspectiva cristiana, desde los Derechos Humanos y desde la ética; nos hicimos la pregunta, si era un derecho básico que las personas no siguieran botando sus desechos en un tarro. Dijimos: ‘son ciudadanos y ciudadanas chilenas y ellos se lo merecen’”.
“Es una forma de vida precaria e indigna; para ellos no existen otras alternativas; no es que quieran por opción vivir así, es lo que les toca”, añade.
Los recursos materiales del trabajo han sido financiados por la pastoral de la universidad, también con fondos adjudicados de un proyecto del Instituto Nacional de la Juventud (INJUV) y con la venta de ‘choripanes’ en el patio de la casa salesiana de estudios superiores.
Los jóvenes voluntarios han hecho redes y conexiones sanitarias para la habilitación de 10 baños en el campamento. Son entre 8 y 15 muchachos y muchachas que van rotando permanentemente en la tarea.
Este tipo de voluntariado es el que registra más dificultad de permanencia de los jóvenes, explica Hugo Herrera, debido a la complejidad del clima de vida que tienen aquí las personas.
“Lo que estamos haciendo es una innovación de las características en la forma de ayudar de nuestros estudiantes, que se sientan involucrados con la sociedad a través de un tema en el que les parezca que pueden crecer, pero también aportar. Transformar realidades es de ida y vuelta”, asegura Hugo.
“Una crítica desde la práctica”
Daniel Retamal, estudiante de psicología, es parte de este voluntariado desde sus inicios. Siempre sintió que existían vacíos en el Campamento Japón, que había algo más por hacer: “Tener un baño es algo súper básico, pero uno no siempre es consciente de eso (…) las personas que están en el campamento mejoran su calidad de vida y su estadía en un contexto así”.
“Este trabajo es una crítica desde la práctica y creo que eso es lo que lo hace diferente con otros voluntariados. Estamos tratando de cuestionar las realidades, la que vivimos nosotros y la que se nos entregan en los medios de comunicación. Esto también es una manera de dar una lucha”, agrega en lo personal.
El trabajo de los estudiantes de la UCSH es altamente valorado por los pobladores del Campamento. Han encontrado en ellos un apoyo real hacia su dignidad, situación que han esperado durante años y que no han recibido por parte del Estado.
Es una respuesta concreta al compromiso social, cristiano y ciudadano inculcado permanentemente en la formación integral de los estudiantes de nuestra universidad salesiana.
Por Verónica Soto, Periodista