Un grupo de mujeres que viven encerradas salió de sus celdas para encontrarse con otras mujeres que también viven tras las rejas. Un total de sesenta y una monjas de alrededor de seis monasterios de clausura de Santiago, fueron al encuentro de una cantidad parecida de internas del Centro Penitenciario Femenino, en el día del Jubileo de la Vida Contemplativa, en el marco del Año Santo de la Misericordia.
“Te doy gracias, Señor, por un año más de vida y un año menos de condena”. La oración de algunas internas daba cuenta del dolor de la prisión, de la separación de sus seres queridos y de que la vida igual sigue su curso.
Fue un domingo muy distinto éste de la Solemnidad de la Santísima Trinidad en ese penal. No solo las visitaba una vez más el Arzobispo de Santiago, cardenal Ricardo Ezzati, y el vicario para la Vida Consagrada, monseñor Jorge Concha. Poco más de sesenta monjas contemplativas de unos seis monasterios de clausura rompieron su voluntario encierro permanente para compartir la misa y momentos realmente sorprendentes con otras tantas mujeres que, prisioneras por sus conductas, ansían poder salir del penal.
Las monjas de claustro son los brazos levantados a Dios
El encuentro se produjo en torno a la Misa, que presidió el cardenal Ezzati. Durante la liturgia, las religiosas cantaron a dúo y en coro los himnos religiosos; las internas hicieron sus oraciones y cantaron desde el alma su esperanza en un Dios liberador y misericordioso, y juntas acogieron la enseñanza del pastor, que expresó: “No sé si en los más de 400 años de la historia de Santiago, en otra ocasión las hermanas contemplativas de diversos monasterios se hayan encontrado a celebrar la eucaristía con un grupo de hermanas que están detenidas, pero que son hermanas en la fe”.
Agradeció a monseñor Jorge Concha esta iniciativa de celebrar el Jubileo de la Vida Contemplativa en esta comunidad cristiana, en la cual, dijo, Dios está presente “dándonos la dignidad de hijos, siempre dispuesto a acogernos con su amor. Busquemos a Dios, abramos el corazón para que en este corazón humano, frágil, pecador, podamos descubrir la presencia misericordiosa de Dios, nuestro Padre; de Dios Hijo y de Dios Espíritu Santo”.
Agregó el Arzobispo de Santiago que “las monjitas de clausura son los brazos levantados de la ciudad para interceder ante Dios por todos nosotros, especialmente por los que más sufren”. Y aseguró que este encuentro de hoy “es la noticia más bella de la Iglesia en Santiago, la noticia más fecunda de hoy. Un encuentro para que las hermanas que contemplan el rostro de Dios todos los días en la oración, lo puedan contemplar también en el rostro de personas que están sufriendo, viviendo un momentos difícil de sus vidas”.
Del claustro a la cueca
Pero al final, la misa adquirió un ribete totalmente inesperado. Se anunció que las religiosas cantarían una cueca a la Virgen. Y lo hicieron y muy bien. Pero no solo eso, una monja de claustro expresó su deseo de bailar una cueca con una de las internas que estaba vestida de huasa. Y lo hizo. No solo una, sino cuatro monjitas con sus hábitos bailaron la danza nacional delante del altar y de los obispos, aún revestidos y alegremente sorprendidos.
El compartir de ambos grupos de “internas” en el patio Mandela sirvió para que las monjas de clausura jugaran como niñas chicas en los balancines y máquinas para hacer ejercicios que hay en ese patio.
La hermana María Rosa, de las Carmelitas Descalzas del monasterio San José dijo que “lo primero que me llama la atención que este encuentro sea en un día como hoy, día de la Santísima Trinidad. Eso significa que Dios habita en cada alma. Ha sido una gracia compartir con ellas, sentirme muy hermana, sentir su dolor, su alegría y hacerse un con ellas”.
Por su parte, la interna Daría confesó que para ella “esta experiencia fue súper buena, incluso le pregunté a una de las monjitas cómo tengo que hacerlo para irme junto con ellas”. Railín aseguró que “fue bueno que vinieran y que recen por nosotras. Es un apoyo que vengan ellas y los obispos, nosotros necesitamos que venga harta gente a vernos”.
Ana Chacón expresó que las religiosos “nos dan el espíritu del Señor, es una bendición que las tengamos acá. Haber visto a las monjitas de claustro bailar cueca y columpiarse es una cosa nueva”. Finalmente, Ana Urrutia confesó estar “muy emocionada, fue muy bonito el encuentro con ellas, y quedamos admiradas, porque bailaron y usaron las máquinas para hacer ejercicios. No esperábamos eso. Su presencia me dio paz y tranquilidad”.
Fuente: CECH