“Los invito a soñar el México que sus hijos se merecen – fueron casi las últimas palabras del Papa Francisco – el México donde no haya personas de primera segunda o de cuarta, sino el México que sabe reconocer en el otro la dignidad de hijo de Dios”. Con la jornada del miércoles 17 de febrero se dio por concluida la visita de seis días del Papa Francisco a México, y no pudo haber mejor cierre que una clausura en esta ciudad, la fronteriza Ciudad Juárez. El Papa Francisco tuvo en su agenda tres lugares para estar con sus fieles: la visita al Cereso, el encuentro con representantes del mundo del trabajo y la Eucaristía en la frontera de México con Estados Unidos. La Ciudad Juárez es un ícono de una manera de hacer del trabajo un problema, que se ha reflejado en diversos males sociales como son la explotación, la corrupción, la marginación y la exclusión, la migración forzada y la pobreza extrema, la violencia y sus diversas formas, hasta llegar al crimen organizado y, por qué no, la privación de la libertad y la pobre impartición de justicia. Nuestro Papa hizo bien en poner este tema y este encuentro en su agenda: estar con los representantes del mundo del trabajo. Y es que la ciudad está un tanto en paz, pero es una paz pactada. Hoy se habla que disminuyó esa violencia y, si se trata de números de homicidios dolosos, hay cierta verdad, pero la violencia estructural no disminuye sino que sigue tan latente. El pueblo Mexicano se sintió legitimado por el Papa, legitimado como un pueblo valiente, luchador, que “le echa ganas” como repetía continuamente en estas jornadas. Pues habló como un Pastor que sabe que el pueblo se la juega mucho en torno a esa cuestión del trabajo. Y sin lugar a dudas, sus palabras fueron muy duras contra una estructura que no ayuda al progreso. “Uno de los flagelos más grandes a los que se ven expuestos los jóvenes es la falta de oportunidades de estudio y de trabajo sostenible y redituable que les permita proyectarse, y esto genera en tantos casos, tantos casos, situaciones de pobreza y marginación. Y esta pobreza y marginación es el mejor caldo de cultivo para que caigan en el círculo del narcotráfico y de la violencia”. – Ha recalcado el Santo Padre. “Nos queda – escribe P. Juan Carlos Quiriarte – agradecer que el Papa haya venido, haya pasado por nuestras calles, haya sido testigo de que todos, tanto el que está preso como el que está empleado en una empresas que muchas veces son víctimas silenciosas de tantas desventajas que genera esta violencia estructural. Si nos ponemos a realizar ese maravilloso proyecto que nos traza la Iglesia, ciertamente daremos más satisfacción y júbilo, como un paraíso continuo y permanente, mejor que aquél que ayer en el encuentro con él, sentíamos como un pequeño espacio y pedacito de cielo”. Fuente: InfoANS |
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