¿Para qué la Iglesia en la red? Para comunicar, escuchar y discernir. Entrevista al padre Antonio Spadaro, ciberteólogo y director de «La Civiltà Cattolica» Su especialidad es la “ciberteología”. El jesuita Antonio Spadaro, director de La Civiltà Cattolica, está convencido de que uno de los grandes desafíos hoy de la Iglesia es pensar el cristianismo en tiempos de la red. Tiene, además, la teoría de que el lenguaje y la forma de comunicar en las redes sociales es muy parecido al del Evangelio. La clave no está en transmitir información, sino en compartir experiencias de vida. Antonio Spadaro estuvo recientemente en Barcelona, donde participó en el Congreso Internacional sobre la Pastoral de las Grandes Ciudades. ¿Qué hace un “ciberteólogo” en un congreso internacional sobre pastoral de las grandes ciudades? La cuestión de las grandes ciudades es una cuestión emergente. En ellas se vive hoy la movilidad en un doble sentido. Por un lado, en un sentido más literal, porque en las ciudades la gente está continuamente en movimiento: para ir a trabajar, para regresar a casa… Pero, por otro lado, la movilidad es vivida también en lo que se refiere a los dispositivos móviles. En el momento en el que en las grandes ciudades se pierde el contacto inmediato y directo con las personas que conozco, éstas tienden a convertirse en el lugar del anonimato. En este contexto, las redes digitales se convierten casi en una plaza, el lugar donde las personas mantienen el contacto con los seres queridos, los familiares, los amigos… Es habitual hoy que desplazándonos en autobús o en el metro, haya mucha gente que consulte el perfil de Facebook o la cuenta de Twitter para ver lo que nuestros amigos han hecho o están haciendo, o para compartir los propios pensamientos o las propias imágenes. En realidad hay una dimensión de ciudadanía digital que se expresa hoy gracias a los dispositivos móviles. Esto pasa sobre todo en las grandes ciudades. En este sentido podemos decir que existe una relación más o menos directa entre vivir en el ambiente digital y la cuestión de cómo vivir hoy en las grandes ciudades. Y esa relación debe reflejarse en el trabajo pastoral. Así es. No obstante, yo no trazaría una línea divisoria radical entre la pastoral en un ambiente físico y la pastoral en un ambiente digital. El ambiente digital está cada vez más integrado en nuestra vida ordinaria. Si estoy ahora aquí en Barcelona, y me geolocalizo en Facebook y comparto contenidos a través de Twitter, esto forma parte de mi vida ordinaria. No es una vida separada. Yo creo que la pastoral general debe considerar el desarrollo de internet y cómo internet se relaciona con la vida cotidiana, ordinaria, normal de las personas. Benedicto XVI lo expresó muy bien en el mensaje para la Jornada Mundial de las Comunicaciones de 2013 al señalar que el ambiente digital no es un ambiente virtual, sino que forma de la vida ordinaria de las personas. Por eso es importante que se tenga en cuenta dentro de la reflexión sobre la pastoral ordinaria. Es una dimensión que debería estar integrada normalmente en la pastoral de la Iglesia. Hoy se habla de las redes sociales como lugares antropológicos, incluso espacios de vida… Un obispo italiano se ha referido a internet y a las redes sociales como nuevo contexto existencial. Creo que es una definición muy acertada. Internet no es un instrumento que hay que utilizar, sino un ambiente que hay que habitar. En este sentido, es importante tener claro que no es tampoco un instrumento de evangelización. Es un lugar donde también se debe vivir cristianamente y dar testimonio evangélico. Benedicto XVI insistía en recordar que la Iglesia tiene que estar donde está la gente. Está claro que la Iglesia está en la red porque los hombres están en la red. La misión de la Iglesia es estar en el lugar donde están los hombres. ¿Pero por qué está la Iglesia en la red? Desde luego que para comunicar un mensaje, pero hay un objetivo previo también muy importante: escuchar lo que el hombre tiene que decir. En este sentido, la Iglesia no está en internet sólo para decir cosas, sino para escuchar al hombre, y también para comprender y discernir la presencia de Dios en el mundo. Paradójicamente la red adopta las formas expresivas típicas de la Iglesia. El lenguaje 2.0 y las redes sociales comunican sustancialmente un mensaje no transmitiéndolo, sino compartiéndolo. Los mensajes en las redes sociales no son transmitidos, sino compartidos. Esto significa que hay una red de relaciones y sin red de relaciones el mensaje no pasa. Si no tengo amigos, no comunico nada. Esta forma de comunicación es la forma de comunicación por excelencia del Evangelio. Es lo que la Iglesia llama testimonio. No es la comunicación de un mensaje neutro, hecho a las masas, sino que pasa a través del testimonio vivido. Por eso creo que el gran desafío para la Iglesia no es hacerse atractiva a los nuevos tiempos sino todo lo contrario: debe preguntarse cómo ese depósito de sabiduría acumulado en el tiempo puede ayudar a internet a crecer. Supongo que las nuevas tecnologías también están influyendo en la teología. Por supuesto. El impacto de la red sobre nuestro modo de pensar es evidente. Esto supone un gran reto para la teología. Porque si la red cambia la manera de pensar y el objetivo de la teología es pensar la fe, la pregunta resultante es clara: ¿cómo la red está tocando el modo de pensar la fe? Éste es el punto y no está resuelto, porque está en proceso. Por ejemplo, estamos acostumbrados a pensar en el hombre en búsqueda de Dios, pero hoy en día el hombre busca gracias a los motores de búsqueda como Google. Estos motores cambian nuestra forma de buscar. Y la característica de esta manera de buscar es que siempre obtenemos respuesta y además las tenemos muy rápido, inmediatamente. Las respuestas las llevo en la mano, en mi dispositivo móvil. Vivimos en un tiempo en el que el hombre cree que tiene todas las respuestas en la palma de su mano. Hoy, en este contexto cultural, presentar el Evangelio como el libro que contiene todas las respuestas a las preguntas del hombre no funciona. No es adecuado. Por contra, el hombre tiene necesidad hoy de aprender a reconocer y formular las preguntas importantes. En este sentido, hay que proponer el Evangelio como el lugar donde encontramos todas las preguntas del hombre, no las respuestas. Esto es más eficaz. ¿Hay más ejemplos? Sí. La lógica del púlpito, de un mensaje unidireccional que desciende de arriba abajo, tampoco funciona ya. El hombre de hoy no está dispuesto a acoger este mensaje. La manera más adecuada de comunicar un mensaje es que tenga lugar en una red de relaciones. El paso de transmitir a compartir es fundamental para la Iglesia hoy. La dinámica que el Papa Francisco está imprimiendo hoy en la Iglesia es de este tipo. Invita al diálogo, al encuentro, a sentirse libre para hablar e incluso expresar opiniones divergentes. El Papa Francisco subraya la importancia de pasar de la relación al encuentro. ¿Favorece la estructura de la red ese encuentro? La red es una red de conexiones. Precisamente, una de las obligaciones de la Iglesia es ayudar a pasar de la conexión a la relación. Y después de la relación a la comunión. Estos pasos no son obvios, no son simples. El riesgo grande es que el hombre crea que por estar conectado ya está en relación. Esto no es verdad. Es muy importante lo que dice el Papa: comunicarse con el otro significa tocarlo. Y ha puesto la imagen del Buen Samaritano como el ideal típico del buen comunicador. Esto es muy importante. Comunicar no es un gesto exterior, sino que es algo que toca la intimidad de la persona. Es un gran desafío. Porque nos obliga a superar la idea de que basta tener un contacto superficial para poder transmitir un mensaje. No es suficiente. Para comunicar el mensaje del Evangelio es necesario el encuentro físico con la persona. ¿Afecta el nuevo contexto cultural a la experiencia de fe? Absolutamente. Puede haber riesgos: como el de la superficialidad, el de confundir la conexión con la relación, el de que el ambiente digital sustituya el contacto físico… El ambiente digital tiene sus riesgos, pero también los tiene la propia vida. No podemos fijarnos sólo en los riesgos si queremos leer globalmente la realidad. Sería como ver un hospital psiquiátrico y desde este punto de vista juzgar toda la vida humana. Internet no es una opción. Es una realidad ante la cual no podemos retroceder. Supone un gran paso en la historia de la humanidad. La cuestión no es si es posible volver atrás. Lo importante es aprender a vivir bien. Que haya riesgos significa también que hay una gran capacidad de impacto. Si no hubiera riesgos, se limitaría la libertad del hombre. La misión de la Iglesia no es sólo evidenciar los riesgos sino descubrir y ayudar a vivir bien en el tiempo de la red. Fragmento de una entrevista publicada originalmente por Catalunya Cristiana Fuente: http://www.aleteia.org |
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