También este año, el Rector Mayor ha ido al Colle Don Bosco para presidir la eucaristía, allí donde nació el pequeño Juan Melchor convertido para todos en Don Bosco. La celebración señala oficialmente el paso del primer al segundo año de preparación al bicentenario de su nacimiento; del primer tema (conocimiento de su historia) al segundo: el conocimiento de su pedagogía. La homilía ofrece interesantes puntos de reflexión y de acción para el educador salesiano. “Después de habernos comprometido el año pasado e conocerlo más profundamente, en amarlo más intensamente e imitarlo fielmente en su absoluta entrega a Dios y en su total dedicación por los jóvenes, – dijo el Rector Mayor en el inicio de la homilía – este año estamos llamados a contemplarlo como educador y por lo tanto en profundizar, actualizar e inculturar su Sistema Preventivo”. A homilía fue escrita en primera persona, con las expresiones de Don Bosco. Don Bosco fundada en la “alegría verdadera, aquella que nace del corazón de quién se deja guiar por el Señor”. Una alegría lejana del pecado, que “nace de la paz del corazón”; una alegría confiada en la Providencia de Dios”: “Era una de las tantas lecciones de vida que había aprendido de mi madre”. Luego vienen subrayadas algunas características de la acción de Don Bosco: • la alegría del encuentro con los muchachos: “Los esperaba el domingo en la mañana en Valdocco; era para mi una fiesta”; •El testimonio de su sacerdocio a través de la educación: “me convertí en educador de los jóvenes porque era sacerdote para ellos”; •la creatividad tenía como finalidad el bien de los jóvenes: “Uno solo es mi deseo: verlos felices en el tiempo y en la eternidad”. En la experiencia de Don Bosco la felicidad y la alegría se convirtieron en camino de santidad y clima de familia compartida con los muchachos. La historia de los jóvenes Domingo Savio y Francesco Besucco de los cuales Don Bosco escribió las biografías son un ejemplo. Una alegría que, conjugaba perfectamente con el trabajo (estudio) y la religión (la piedad), constituyen el ambiente educativo y no lejana de la realidad: “Cuando inicié en Valdocco, tenía un sueño en el corazón: crear un clima de familia para tantos jóvenes que estaban lejanos de su casa por motivos de trabajo o quizás porque jamás habían sentido un gesto de verdadero afecto. La alegría ayudaba a crear este ambiente. Ayudada a superar las estrecheses de la pobreza y generba serenidad en todos los corazones”. Para Don Bosco la alegría, fundad en Cristo, “era una cosa tremendamente seria” y quería que sus muchachos lo supieran. En esta prospectiva el patio, las fiestas, el teatro, la música, el canto, los paseos de otoño tenían una importancia muy alta y hacían del educador un profesor y alumno al mismo tiempo. La finalidad del “Joven Instruido”, libro de formación cristiana impreso en el año 1847, estaba expresado en las primeras páginas: “servir al Señor y estar siempre alegres”. La alegría de Don Bosco no era inconsciente o superficial, era llena de optimismo, con una confianza amorosa y filial en un Dios providente. “No me contentaba que los jóvenes estuvieran alegres; quería que ellos difundieran este clima de fiesta, de entusiasmo, de amor a la vida. Los quería constructores de esperanza y de alegría. Misioneros de otros jóvenes mediante el apostolado de la alegría. Un apostolado contanjiante”. El texto de la homilía está disponible en esta lengua en sdb.org Fuente: InfoANS |
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