Durante el 13 y 14 de febrero el ciclón Juana atravesó Madagascar, causando grandes daños a lo largo de su recorrido. En la situación de emergencia, mientras las radios de la capital no alcanzaban a comunicar, por causa del mal tiempo, Radio Don Bosco continuó su trasmisión, facilitando un estupendo servicio a toda la sociedad civil. A las 20 (hora local) del 13 de febrero, el ciclón Juana se anunciaba en Antananarivo, con una lluvia continua que poco a poco fue aumentando de intensidad. Hacia las 22:30 se desencadenó un viento que inmediatamente se convirtió en impetuoso durante toda la noche: con velocidades hasta de 250 km/h, arrancaba árboles, destruía todo y levantaba las latas de los techos de las casas, haciendo peligroso cada movimiento. En este contexto todas las radios de Antananarivo no pudieron trasmitir. Solo la radio salesiana, Radio Don Bosco, brindaba informaciones y permaneció abierta a todas las llamadas de socorro para servir de vínculo en los casos más difíciles. “Fue una elección a propósito, para ayudar a la gente y estar vecinos a ellos en este momento trágico”, narra el padre Miele, de la obra Don Bosco Ivato, en Antanarive. En la mañana del 14 de febrero el viento se fue calmando, pero la lluvia continuaba. Hacia medio día el ojo del ciclón pasó sobre la ciudad: no se advierten fenómenos atmosféricos. Radio Don Bosco advierte a la gente de no salir de casa, porque poco después llegaría la segunda ráfaga y nuevas lluvias, esta vez en la dirección opuesta de la precedente. Así sucedió, hasta que el ciclón no dejó Madagascar y entró en el Canal de Mozambique. Según los datos difundidos por la Oficina Nacional para desastres, el ciclón causó al menos 31 víctimas, 245 heridos y 4 desaparecidos; 250 mil personas afectadas directamente por el ciclón, cerca de 40 mil desplazados. Destruidas completamente cerca de 44.470 case. Numerosos edificios públicos, 23 escuelas elementales públicas y más de 420 privadas, 47 dispensarios, iglesias y oficinas con ligeros daños. Narra el padre Miele: “Dos días después del ciclón tuve que ir hasta Tamatave (…). Lo que más me ha impresionado es el ver las aldeas destruidas, casas destruidas, postes de luz por tierra… una desilusión que daba nostalgia. (…) Pero lo más motivador fue ver a la gente inmediatamente trabajando por “curar las heridas” debida al paso del ciclón, sin esperar ayudas y con los pocos medios que tienen. El peligro mayor, ahora, es la carestía. Las aguas del río se desbordaron y ha habido grandes inundaciones, los cultivos se perdieron completamente y en algunos pueblos se temen futuras epidemias. Las casas salesianas deberán afrontar el gasto de reparaciones de daños de mucho dinero. Pero la comunidad salesiana se preocupa sobre todo por la gente común: “¡Nosotros como misioneros contamos con vuestra ayuda, amigos y organismos, pero la gente no!” Seremos nosotros los que compartiremos la ayuda y trabajaremos para darles a ellos lo que han perdido, sobre todo darles la esperanza que se puede recomenzar e, infundir el coraje para comenzar de nuevo a trabajar” concluye el padre Miele. Fuente: InfoANS. |
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