Recuerdo de una insigne benefactora que optó por vivir en la pobreza


En la catedral de Valparaíso se celebró la Eucaristía, el jueves 25 de julio, que recordó la memoria de Juana Ross de Edwards, insigne benefactora social que falleció a hace un siglo y que brindó primeras e importantes ayudas para la llegada de los Salesianos al Puerto.

Presidió la Eucaristía el Obispo, Mons. Gonzalo Duarte. Participaron sacerdotes, diáconos permanentes, religiosas, delegaciones de Colegios, de la Sociedad de Señoras de Valparaíso. Entre los concelebrantes, el P. Director Carlos Ampuero. En la Asamblea estuvieron presentes Agustín Edwards y señora; integrantes de las familias Ross y Edwards; autoridades del Mercurio, de las Fuerzas Armadas; en otras personalidades.

Al término de la Misa los asistentes bajaron a la cripta de la Catedral donde están los restos de Juana Ross y su marido, Agustín Edwards Ossandón.

En su homilía, Mons. Duarte recordó que Juana Ross fue una insigne benefactora que, a pesar de ser la dueña de la fortuna personal más grande de Chile, optó por vivir como la más pobre, a fin de enriquecer con sus bienes a los más necesitados de nuestra sociedad. “Los pobres, ancianos y enfermos; niños y niñas desvalidos y en general los más débiles de la comunidad chilena, y particularmente de la comunidad porteña, fueron el objeto predilecto de sus cariños y desvelos”.

El Pastor también recordó los orígenes de Juana Ross. “Nacida ‘en cuna de oro’, la vida, sin embargo, no fue nada fácil para ella. Tuvo el dolor inmenso de ver fallecer a sus padres, a ocho de sus nueve hermanos, a su esposo, a sus siete hijos y a sus mejores amigos y amigas. Esta verdadera tragedia personal y familiar, que para cualquier persona habría sido causa de una profunda crisis y abatimiento y de pérdida del deseo de vivir, fue para ella la ocasión para iniciar definitivamente una vida nueva, ahora enteramente dedicada al amor de una ‘nueva familia’: los espiritual y materialmente más necesitados de su tiempo”.

“Ella se dio perfecta cuenta de la pobreza, injusticia e inequidad que convivía con la riqueza del pujante Valparaíso de entonces. Conoció la pobreza y a los pobres de los cerros, quebradas y arrabales de la ciudad. Y cuando enviudó y perdió a la mayor parte de sus seres más queridos, renunció al uso de sus bienes, hizo voto de pobreza, vistió para siempre de luto, cedió su hermosa mansión para construir en ese solar un templo a la Reina de Chile, la Virgen del Carmen, (que es precisamente la Catedral que hoy nos acoge en cuya cripta está sepultada ella y su marido) y se entregó de alma y corazón a su ‘nueva familia’, renunciando a toda vida social y cultivando celosamente el bajo perfil”.

Juan Ross apoyó, fundamentalmente, a la Sociedad de Beneficencia de Señoras de Valparaíso y a la Congregación de las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paul. Creó obras e instituciones que pudieran subsistir en el tiempo. Así fueron surgiendo hogares de niños, hogares de ancianos, casas para viudas, hospitales, establecimientos educacionales, casas y poblaciones para los pobres y los trabajadores, iglesias, capillas y parroquias.

Fuente: Obispado de Valparaíso / Salesianos Valparaíso.

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