El jueves 17 de junio fue demolida la antigua casa de la comunidad religiosa salesiana Santa Ana de Talca. El procedimiento fue realizado como una medida necesaria producto de los daños sufridos por el inmueble con el terremoto de febrero pasado. El Área de Comunicaciones de esta Presencia ha recogido testimonios de personas cuyas vidas han estado entrelazadas a esta comunidad.
La lluviosa tarde del jueves 17 de junio, en las caras de muchas personas que transitaban por el Liceo del Centro Educativo de Talca había un aire de tristeza.
Esa tarde, una máquina demoledora echó abajo las dependencias correspondientes a la antigua comunidad religiosa de Santa Ana, gravemente dañada por el sismo del pasado 27 de Febrero.
Algunas de las personas cuyas vidas han estado desde siempre vinculadas al Patronato Mariana Silva, actual Liceo, y a la comunidad y parroquia de Santa Ana, quisieron contar sus sentimientos frente a la demolición, y relatar recuerdos de un lugar que marcó sus caminos.
TODA UNA VIDA JUNTO A LOS SALESIANOS
Isabel León forma parte de la Coordinación del Área Administrativa del CEST, a cargo del Liceo. Desde muy joven y hasta los días actuales, ha estado siempre vinculada a la vida salesiana. Recuerda que junto a sus hermanos y familia, participaban de lleno en las actividades en torno a la comunidad religiosa de la parroquia Santa Ana.
“El centro de todo el barrio era Santa Ana. Acá podíamos venir a ver a los sacerdotes durante todo el día, y contábamos con ellos para lo que fuera. Nuestra vida siempre estuvo ligada a ellos, pues teníamos a los Padres Salesianos en medio de nosotros”, señala Isabel, agregando que su imagen paterna siempre han sido los Salesianos, y que cuando su padre falleció, su madre entró a trabajar acá.
Isabel recuerda muchos momentos de compartir y de aprender junto a tantos miembros de la comunidad que pasaron por las dependencias demolidas, las tardes en que todos iban a distraerse en el “cine” habilitado a un costado de la comunidad, por la década de los años ’60, del cual se le vienen a la memoria grandes estrenos como “El Padrecito” del extinto actor mexicano Mario Moreno “Cantinflas”, entre otras películas, que eran proyectadas para el deleite de los asistentes.
“Más allá del edificio o lo material, que se puede ir de un momento a otro, lo importante son las personas, y lo que ellos dejan”, acota Isabel, en lo referente al importante legado que la comunidad de Santa Ana ha entregado para los habitantes del barrio norte talquino.
PROYECTOR DE PELÍCULAS
Juan Miranda es administrativo del Centro Educativo en la Sede Norte. Tiene buenos recuerdos desde que entró a estudiar al Patronato Mariana Silva, y luego continuó vinculado a la institución a través de su trabajo. “Acá veníamos a prepararnos para la Primera Comunión, a ver películas en el cine, y fue ahí en donde aprendí el oficio de ‘cojo’, como les decían a los que proyectaban las películas. Me llevé muchas retadas de la gente, cuando se cortaba la cinta y la película dejaba de rodar, pero fue una experiencia que recuerdo con mucho agrado”.
LA “TÍA GLORIA”
Veintisiete años al servicio de los más pequeños cumple Gloria González, Parvularia Auxiliar del Kinder A, a cuyo cargo han pasado muchas generaciones de alumnos formados en la Casa Salesiana, y quien tiene inolvidables momentos vividos en dependencias de la comunidad religiosa. “Me da mucha nostalgia, porque yo llegué acá cuando la comunidad era antigua, antes de su remodelación, y compartíamos mucho con los Hermanos Salesianos, en cenas y convivencias”.
PARTE DE NUESTRAS VIDAS
Para Claudio Cárcamo, profesor de Educación Física del CEST, la demolición de la comunidad religiosa de Santa Ana fue “como si mi casa se estuviese cayendo”.
“Yo entré a Kinder el año ’81, y luego lo harían mis dos hermanos, Eduardo y Juan Miguel – esté último ordenado Sacerdote Salesiano el año pasado – y toda nuestra niñez y juventud la pasamos en la parroquia, gracias a que nuestra madre quería que estuviésemos ahí antes que en la calle. Entonces la comunidad de Santa Ana forma parte de nuestras vidas”.
“Para nosotros siempre fue importante la presencia de los sacerdotes salesianos en el barrio, porque sabíamos que los padres siempre estaban disponibles, y eso marcó nuestras vidas, y las de todo un barrio”, señaló el P. Juan Miguel. El sacerdote agrega que la demolición de la Comunidad de Santa Ana le genera tristeza, principalmente por los recuerdos contenidos ahí, pero siente que se cumple una etapa, de la que luego vendrá otra. “Tengo muy buenos recuerdos de cuando participábamos del Club Domingo Savio, junto al P. Erick Camps, que fue uno de los hermanos salesianos que más nos marcó, además de las vivencias pastorales, junto a muchos jóvenes de la época”, acotó el P. Juan Miguel.